Yo de mayor me pido ser Carmen Lomana (70 años). En mis próximas reencarnaciones, también. Quiero, sobre todo, sentir como ella. Cuando este domingo he puesto MasterChef Celebrity no sabía si estaba viendo un concurso de cocina o si me había colado en la trastienda de una carnicería de un programa de Pesadilla en la cocina. La duda se me ha ido cuando la he visto a ella, con guantes de látex -ante todo, coqueta-, y el rímmel bien puesto, asesinando a un pato. Destripándolo sin recato, a cuchillazo limpio. Porque sí, la palabra es esa; no se puede decir que lo estuviera deshuesando o desmenuzando. No, aquello era la Matanza de Texas en versión deluxe.
Os pongo en situación: Lomana, al igual que todos sus compañeros, tenía 20 minutos para deshuesar un pato. Se trataba de la primera prueba para, más tarde, escoger grupos de cara a los retos venideros. Tras el anuncio de su misión, Carmen, con cara de sofocón y maldiciendo el día en que no le dijo a su cocinera de casa que concursara con ella cual película de Ratatouille, comenzaba el reto asegurando con esa voz de hora del té tan propia de ella: "Huy, un pato. Qué asco. ¿Pato con entrañas? Por favor, que soy vegetariana. Yo no puedo". Ahí ya se dejaba ver el nivel. Pobre pato, él no eligió ese final.
Doy mi palabra que no he visto a nadie igual en mi vida. La señora no solo no le pone ni un poco de empeño, sino que es más que evidente que le da exactamente igual -por ser fino- el resultado, el concurso y la vida en general. Se nota a leguas que ella está allí de paso, porque la llamaron, que su aspiración no es hacerlo bien. Ni qué decir ganar. "Voy a vomitar, Dios mío. Qué retos me pones"; "Huy, qué culazo tiene el pato"; "Me va a dar otro parraque, ¿le tengo que meter la mano por ahí?", son solo algunas de las perlas que ha soltado Carmen durante su reto.
El objetivo era dejar al pato "como un libro abierto, limpio, sin cabeza, ni patas", como le había aleccionado el chef Pepe Rodríguez (50). No hace falta decir que aquello se lo pasó Carmen por el Arco del Triunfo. Ella ni oyó, ni obedeció; mutiló al pobre pato de mala manera. Cada extremidad por un lado, y sus guantes ensangrentados.
Que no os engañe esta actitud de la Lomana, ella la está pasando canutas, ¿que no os lo creéis? Ahí va su lamento, su pena, su calvario. Hay problemas gordos, pero ninguno como los de ella: "Me estoy dando cuenta de que estoy envejeciendo por días". Olé, olé y olé. Por estas cosas será normal que se eche sus cabezaditas durante la grabación. Lomana está cansada, las jornadas en la mina son agotadoras. Hasta en dos ocasiones se ha quedado dormida la socialité. "Carmen, alternas demasiado por la noche", le ha recriminado Pepe. Eres muy grande, Carmen, y tengo que decirte en tu honor que sabes dar espectáculo. Porque, entre tú y yo, es un papel, ¿verdad? Quiero creer que tú no eres así en tu día a día. Deseo creer que aunque sea un mísero huevo frito te habrás hecho en algún momento de tu agitada existencia.
Boris el 'showman' y Óscar, el mejor cocinero expulsado
En este MasterChef Celebrity Lomana no es la única que está dando juego. El nivel de implicación es alto, que se lo digan a Boris Izaguirre (52). Para mí, el venezolano tiene algo que no sé si es bueno o malo: siempre lo veo en el mismo papel. Haga lo que haga, me es imposible no ver a ese Boris de Crónicas Marcianas que lleva el histrionismo a cuestas. Excesivo, relamido y un tanto frívolo, así estoy viéndolo también entre fogones. El caso es que el hombre no lo hace mal. Al menos, no tan mal como se lo presuponía. No es de sobresaliente, pero tampoco de suficiente. Está cercano al notable. Pienso que su labia le suma puntos y se ha metido al jurado en el bolsillo.
Como le ha definido este domingo Eva González, es alguien que le pone "un marco incomparable a todo". Él no ve un pato sobre la mesa abierto y mostrando las tripas, no. Boris ahí ve arte. "Siempre con el plumerío y el paroxismo", ha opinado en un momento dado Mario Vaquerizo (44). Le dijo la sartén al cazo. El caso es que Izaguirre ha deshuesado el pato bastante bien, con gran "destreza", como ha asegurado Samantha Vallejo Nágera (48). ¿Su truco para hacerlo así? "Pensar en alguien mientras lo machacas", ha respondido Boris. "¿En gente que se ha ido?", le ha azuzado Pepe. "Mejor no prosigamos". Ay, que se te ve el plumero, Boris. Estabas hablando de Antonia Dell'Atte (58). Fíjate, y sin saber la que te deparaba la noche.
Por su parte, Óscar Higares ha sido el expulsado de la semana. Una eliminación, tengo que decir, muy injusta. Ha hecho un concurso impecable, unos platos de lujo y es el que más calidad tiene dentro de ese grupo. En mi opinión, creo que ha primado más el espectáculo que la cocina en el que caso de Higares. Ha deshuesado de maravilla el pato, ha cocinado un excelente dentón -pescado- y en la prueba de exteriores lo ha bordado como capitán ante el reto de cocinar para 60 comensales. Sin embargo, en la última prueba, la de eliminación, ha dado un patinazo que el jurado no ha pasado por alto y, entre lágrimas, ha colgado el delantal. Suerte, maestro.
Un Santiago Segura sin filtro y una María Castro impecable
Lo de Santiago Segura (53) es de traca. Se puede decir que el director de Torrente le pone ganas a la cosa, pero que el resultado nunca le acompaña. Sus platos no son nada sobresalientes, pero, oye, el hombre se va salvando. De hecho, en su duelo con Óscar Higares, el jurado le ha dado otra oportunidad. Pero, más allá de los fogones, donde de verdad Segura brilla es a la hora de rajar de sus compañeros. El tío no para, sobre todo con Carmen Lomana. "Es un milagro que se ría y se emocione sin que le salte el botox", es solo una de muchas de las lindezas que ha soltado por su boca. Muy mal, Santiago. Fatal. Por muchas cosas que harían infumable este artículo, pero, sobre todo, porque no lo dices a la cara.
A ver si aprendes un poco de tu compañera María Castro (36). Es una auténtica profesional a la que le llueven las críticas sin parar, pero que, como el junco, nunca se dobla. Le dicen que ha hecho un emplatado terrorífico, ella sonríe; ¿se puede ser más mona? Ojo, ella sabe cuál es su debilidad: "Pienso que tampoco hay que ensañarse, pero como ven que me callo, pues siguen. El caso es que acepto bien las críticas". Ella, que ha estado toda la semana con el delantal negro -castigo que se impone-, ha sabido sortear todos los obstáculos y continúa una semana más al frente. Para mí, un ejemplo de buen hacer y de entereza. ¿Sabes lo que significa eso, Carmen Lomana?
El regreso de Antonia Dell'Atte
Nadie se la esperaba y las caras de póquer eran para enmarcarlas. Ha sido al final de la noche, en la prueba de exteriores, cuando su nombre ha sonado entre las repescadas. "Oh, Dios mío", ha espetado Izaguirre. La italiana ha vuelto al concurso en un primer momento para hacer un postre -una crema catalana que le ha salido de fábula- y, más tarde, para quedarse tras el voto del jurado. Tenemos show hasta Nochevieja. Al tiempo. En definitiva, una decisión que no ha sentado del todo bien a sus compañeros a tenor de sus caras y, sobre todo, de sus declaraciones. En ellas se deslizan muchas cosas.
"Ha venido afónica, es la Antonia perfecta, más calmada. La verdad es que somos el cuerpo diplomático", ha asegurado Lomana pícaramente. Por su parte, Boris, con una sonrisa falsa que le llegaba al suelo, ha apostillado: "Antonia, qué alegría tenerte de nuevo". Mira, Boris, creo que te haría muy bien alejarte de esa imagen de buenrollismo que siempre te acompaña. Ni caes genial a todo el mundo ni te deben caer todos de fábula. Deberías ser más auténtico y transparente. Toma nota.
Dell'Atte, que de tonta no tiene un pelo, se pasa por el alma todos los comentarios malintencionados. Ella está feliz de volver, aunque me río yo de que lo hace más templada: "Por fin vuelve la farisea -como la llaman sus compañeros-. Les voy a hacer ver lo que vale un peine. Estoy muy ilusionada, vengo como una virgen pura, con la misma ilusión de cuando entré". Ella, en estado puro. Las redes sociales, hay que decirlo, se han cebado contra la musa de Italia. Yo, en cambio, apoyo su regreso. Le da al concurso momentos de todo tipo: drama a mansalva y comicidad sin miseria. ¿Qué más se puede pedir?
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