Todavía estoy que no me lo creo. ¿Es verdad, en serio, es verdad? Vale, que sí, que he visto cómo Isabel Pantoja (62 años) está concursando en la nueva edición de Supervivientes; sí, pero, oye, como que uno no se hace a la idea de ver a una de las cantantes más importantes de España -cuando no la que más, a nivel folclórico al menos- prestándose a semejante experimento humano y de supervivencia. ¡Doy gracias de vivir en este siglo para haber presenciado tamaño momento! Está claro que el parné hace milagros y de qué manera. Ahí tienen a la Pantoja como una más, como el común de los mortales, como la diosa que baja de su púlpito por unos minutos para deleitar a sus súbditos.
Viéndola reproducirse he pensado: ¿se prestaría Rocío Jurado a esto, de seguir con vida? Da igual, no desviemos la atención. Se dirá que eran otros tiempos. Ella, Pantoja, con todo su poderío en vena, con esa coleta que no pierde rigidez ni embarrada -¿qué fijador usará?-, con ese porte empingorotado que le viene de fábrica, con ese dedo acusador larguísimo y moreno, con ese desgaire de te perdono la vida con que habla a los demás y, ojo, permite que la plebe se exprese, Isabel es una más en Cayo Cochinos. Aunque parezca mentira, a Isabel se le mete barro en los ojos, esa melena azabache se le vuelve marrón cuando se retoza en barro y, mezclada con la muchedumbre, tengo que decir que pierde fuelle. Que se humaniza.
Ojo, a todos aquellos que hablan de favoritismo en la isla tengo que decirles que mienten como bellacos. Ahí la tienen, enfrentándose a todas las pruebas, e incluso a la más demoledora: su reencuentro con Jorge Javier Vázquez (48) tras dos años sin hablarse. Pero, bah, qué me das. La tía congela sonrisa y ya me puedes decir lo que te dé la gana, majo, que por 80.000 euros a la semana MA-TO. Ancha es Castilla. Hablemos antes de nada de la intervención de sus hijos en plató. Isabel y sus colaterales, esos cachorros que siguen amamantando. Normal que la señora se emocione cuando el presentador le dice, minutos antes de caer del helicóptero, que están presentes sus dos hijos: ¡no se pueden ni ver!
Tengo que decir que me ha parecido un momento francamente bochornoso esa suerte de reconciliación prefabricada de los hermanos en directo. Como apunte: Isa Pantoja (23) defiende a Aneth -su gran amiga- y Kiko Rivera (35) a su madre. En tal diferencia ya se atisba una brecha de manual, pero atención porque los hermanos ni se han hablado ni mirado al comenzar el programa. Ha tenido que ser Jorge Javier quien, en aras de la paz y, venga ya, del espectáculo, les ha metido el dedo en el ojo: "¿Qué está pasando aquí? ¿Qué os pasa?". A lo que Isa, como una niña pillada en falta, ha respondido: "A mí nada". Kiko, sin pensarlo, lo ha escupido: "A mí sí me pasa. Estoy molesto porque Isa hizo un comentario desafortunado de mi mujer y ella sabe que es mi debilidad, pero Irene Rosales es mi vida".
Fíjate, hasta ahí se lo compro a Kiko, pero lo que ha venido después, no. Y no me refiero al momento en que ha hecho ver al mundo que "yo siempre la excusaba con la edad, pero ya es mayor", no. Que ya de por sí tiene su aquel, pero no. Me vengo a referir al momento en que, azuzada por Jorge Javier, Isa se ha sentado al lado de su hermano para ver el épico salto de su madre del helicóptero. Venga, chicos, le hará ilusión. Nada más tomar asiento, Kiko ha espetado el que para mí es el comentario más humillante y machista de la historia en referencia al motivo que celebrar: "Sí, que a ella se le dan muy bien las celebraciones". Y remata: "Si mi madre lo ha hecho con Chelo García Cortés (67), cómo no lo voy a hacer yo con mi hermana". ¿De verdad? ¿En qué mundo vivimos?
Este jueves ha quedado más patente que nunca que, pese a no ser una santa, Chabelita tiene mucho que callar y que en su forma de ser hay bastante discriminación. No es normal ese comentario cavernícola de Kiko a su hermana. ¿De verdad no se acuerda este tío quién era él antes? Y para rematar a su hermana, la cual se limitaba a sonreír, ha aseverado con el micrófono en silencio, pero pinchado en antena: "Sí, mi hermana tiene más de un problema". ¿Y tú? ¿Cuántos problemas, querido Kiko, tenías tú a su edad? ¿Nadie se ha parado a pensar que puede que la niña solo reclame un poquito de amor?
Pantoja y el barro, ¿favoritismo? y las Azúcar y el helicóptero
Hay que decir, sin miedo a equivocarse, que ha sido la noche más importante del año, cuando no del siglo. ¡SEÑORES, QUE ERA VERDAD; Pantoja en Honduras! Perdonen mi pesadez, pero aún ando agitado. A ver quién me duerme a mí hoy. Me ha gustado mucho la Pantoja de esta noche. Puede que el único momento en que la he visto más artista y menos humana ha sido en su reencuentro con Chelo.
No ha podido ser más frío por parte de Pantoja; de nada han servido las alfombras rojas que le ha estirado la colaboradora de Sálvame. Ahí has patinado un poco, Maribel -yo me sumo a ese apodo tan de tú a tú-, pero por lo demás, ¡lo has bordado! Si hasta te has lanzado al barro, pese a que había quien hablaba en Twitter de favoritismo por haber sido asignada en la Playa Pirata sin contar con el público. Ay, qué mal pensado es el espectador. ¡La Panto ha ido como una más, hombre ya!
No me puedo despedir sin dar alguna pincelada. Me ha parecido histórico el momentazo de la caída del helicóptero de Encarna Salazar (58), la mitad de Azúcar Moreno. Yo me estaba aburriendo como una ostra de tanta perfección en la caída cuando ha llegado ella a dar luz al cotarro, ¡qué maravilla, la tía casi se queda allí más de quince minutos! ¿El final? Se ha tirado sentada, ¡vaya decepción, tú! Seguimos siendo malos: no me gusta nada Dakota; creo que ha ido con un guion de malota muy aprendido y que, sinceramente, le viene quedando grande. Más: Carlos Lozano (56) y Mónica Hoyos (42), tensión sexual; Oto Vans, un tostón. Ah, me fascina el italiano Fabio. Tanto, tanto, que hasta paso por alto la obsesión de Paolo Vasile (66) por meter siempre a un italiano buenorro en cada edición.
Señores lectores, ¡COMIENZA SUPERVIVIENTES!
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