María Jiménez (69 años) está de celebración. La cantante ha festejado este pasado jueves su 70 cumpleaños y lo ha hecho rodeada de amigos y familiares en Sevilla y con una fiesta en la que no faltaba ni la diversión ni el champán. La intérprete de Se acabó llegó al evento en sillas de ruedas -tiene ciertos problemas de movilidad-, pero con una amplia sonrisa y ataviada con un pantalón negro de cuero y una blusa azúl eléctrico y customizada: impresa en el tejido aparecía una imagen suya de la mítica grabación de Camas vacías, su versión de Joaquín Sabina (70).
Entre los invitados más conocidos a la velada se encontraba la cantante Remedios Amaya (57), gran amiga y admiradora de María. Horas antes de esta celebración, la cantante fue homenajeada en el Salón Internacional de Moda Flamenca, Simof, por la diseñadora Aurora Gaviño con su colección La furia rubia. Sea como fuere, este jueves 30 de enero ha sido un día importante y cargado de emociones para la andaluza.
En concreto, este cumpleaños ha sido muy especial para ella, si no el que más, ya que deja atrás un año 2019 plagado de mala salud. Y es que, estuvo ingresada en el hospital durante dos meses a causa de una obstrucción intestinal que se complicó. Estuvo bastante enferma y fueron semanas muy complicadas. No obstante, todo eso quedó atrás.
Su calvario en el hospital
En una de sus últimas apariciones públicas, en Sábado Deluxe, hablaba con este desenfado de su etapa hospitalaria: "Llegué muerta al hospital, he resucitado y aquí estoy". Y dejaba patente que "no estaba muerta, que estaba de cachondeo". Pese al sentido del humor que ella le imprime a todo, explicaba su dolencia que duró cerca de 70 días.
"Todo empezó con un dolor de tripa. No podía ir al baño, ya llevaba muchos días. Me quejaba y no me encontraba bien. Mi hijo Alejandro no paraba de preguntarme si quería que me llevara al médico, pero yo le decía que no. Así varios días, hasta que una noche le llamé y le dije que viniera al día siguiente por la mañana pronto para ir al médico. Tenía vómitos constantes. Era horrible. Entonces me dijo el médico que me tenían que operar y me dijeron que me tenía que ir a Cádiz porque en Sevilla no había quirófano", relató.
Fue un proceso amargo en el que no conoció el miedo: "No, ninguno, lo que me daba miedo eran los vómitos. Tras operarme me encontraron rara. Vino una amiga de la familia que es enfermera y me miró y al ver que no reaccionaba le dijo a mi hermana: 'Hay que sacarla de aquí que se está muriendo'. Entonces me llevaron a Sevilla porque había cogido un virus allí. Lo he pasado muy mal, pero más mal lo ha pasado mi familia porque yo no era consciente. Lo peor que me llevo es lo que ha sufrido mi hijo, mi hermana...".
Unas semanas de infierno que, afortunadamente, quedaron atrás y que le sirvieron para comprobar lo querida que es por los españoles: "No sabía que la gente me quería tanto, ni que se me han puesto tantas velas. Esto me ha servido para reencontrarme con amigos del pasado. Y es que yo no sabía que se me quería tanto porque nunca voy de estrella, voy como una más por la vida".
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