Dueña de un rostro armonioso y un perfil griego, Lucía Bosé nunca presumió de belleza, ni era una admiradora entregada a la moda, tampoco en su juventud, aunque siempre cedía a alguna coquetería. Nunca lució escotes excesivos, ni faldas más allá de la rodilla, no sucumbió a los dictados de la moda, aunque si algo le sorprendió al llegar a España, en 1955, fue lo limitada que estaba la "libertad de la mujer", lo que le causó "una impresión muy negativa, por ejemplo, las mujeres casi no podían usar pantalón", dijo en alguna entrevista, rememorando aquella época.