Este miércoles no era un día cualquiera para los amantes de la ópera y la cultura: el Teatro Real de Madrid abría sus puertas por primera vez después de cuatro meses cerrado y con su majestuosidad en suspenso a causa del coronavirus. Han sido meses lúgubres, escuálidos de esperanza e ilusión, sin algarabía en las calles. Ahora, siempre con la responsabilidad por bandera, la capital de España reverdece, vuelve a su ser, a su esencia. Y no de cualquier manera.
Antes de las ocho de la tarde, en las inmediaciones del coliseo se percibía una extraña agitación que nada tenía que ver con las terrazas, abarrotadas de madrileños y turistas. Lo diferente venía del Teatro Real. Por fin se exponía a su público, se ventilaban sus accesos de par en par y se dejaba engullir por la vida. No había mejor 'maestro de ceremonias' para este ansiado regreso que Guiseppe Verdi y La Traviata. La temporada 2020-2021 se ha puesto en circulación este 1 de julio. La expectación era máxima, aunque con notables y lógicas diferencias a causa de la pandemia. JALEOS ha estado presente.
De entrada, a los medios de comunicación y fotógrafos les ha tocado reinventarse y, ante la imposibilidad de levantar un photocall dentro del teatro -como se hacía antes de que el coronavirus trastocase el mundo-, este se ha armado en plena calle. En concreto, en uno de los laterales del recinto, en la puerta principal, de cara al Palacio Real. Allí, la organización ha colocado un cartel promocional de forma improvisada.
Al barullo creado por las cámaras a cada celebérrima llegada, se unía el de los curiosos que desde los jardines del palacio no se perdían detalle de quién llegaba mientras grababan con sus móviles y cuchicheaban los unos con los otros. El alboroto habitual en el centro de Madrid, la vida abriéndose paso. Eso sí, todos con mascarilla y guardando la distancia de seguridad pertinente.
De los vehículos se apeaban personalidades de toda índole de la comunicación y política madrileña, desde Carmen Calvo (63) -vicepresidenta primera del Gobierno- e Isabel Díaz Ayuso (41) -presidenta de la Comunidad de Madrid- pasando por el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida (45), hasta el director de EL ESPAÑOL Pedro J. Ramírez (68) y su mujer, la abogada Cruz Sánchez de Lara (47).
Todos, sin excepciones, han tenido que pasar por tres procesos de entrada. En primer lugar, desinfectarse las manos con geles hidroalcohólicos -cada una de las entradas estaba nutrida de esta medida de higiene-, y abastecerse, si así se deseaba, de otra mascarilla por si se sufre algún percance durante el espectáculo. En segundo lugar, medirse la temperatura corporal; y en tercer lugar, pasar por el control de metales. Los asistentes han entrado en el teatro de forma escalonada y guardando el distanciamiento social pertinente. De momento, como prevención, el aforo tan solo ha estado a la mitad, al 50 por ciento.
También se ha establecido una distancia mínima de un metro y medio entre las butacas, de modo que siempre hay dos sin ocupar, alfombras desinfectantes en los accesos. Minutos antes del comienzo de La Traviata, este periódico ha podido hablar unos minutos con Andrea Levy (36). La concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, que ha escogido para la ocasión un traje de dos piezas en tono fucsia, se ha mostrado entusiasmada ante la reapertura del Teatro Real. Con una sonrisa que se intuía bajo la mascarilla, ha asegurado lo que sigue: "Que vuelva a abrir las puertas este teatro no es solo una alegría para los melómanos, sino también lo es para Madrid y los madrileños. Este teatro, más allá de la ópera, la música o la danza, también es un símbolo de la cultura de nuestra ciudad".
Especial hincapié ha hecho Levy en el "gran esfuerzo", titánico, que se ha hecho para adecuarlo todo a las medidas de seguridad e higiene que se han de respetar: "Se ha hecho un gran esfuerzo, tanto para el público como para los protagonistas, que son los intérpretes en este caso. Esta reapertura marca la nueva normalidad que nos va a tocar en este tipo de espectáculos". Se confiesa con este periódico como una amante de la ópera, siempre que su agenda se lo permite: "Me gusta, intento no perderme ningún estreno. Me gusta mucho, aparte de la música, la puesta en escena, la capacidad de impactar y de emocionar y de las sensaciones que provocan las puestas en escena. El trabajo creativo es espectacular".
Dato importante del que pocos se han percatado: Levy y Pepe Ruiz-Gallardón, el hijo de Alberto Ruiz-Gallardón (61), han coincidido en el patio de butacas del teatro, pero han entrado por separado. Hace unas semanas se hacía pública su historia de amor y, parece, que de momento no quieren oficializarla. En otro orden de cosas, las limitaciones impuestas por la pandemia también se notan en esa puesta en escena de la que hablaba Levy. Este miércoles los amantes de la ópera se han tenido que contentar -que no es poco- con una versión de concierto semiescenificada de La Traviata. Casi sin escenografía. Al inicio de la obra se ha guardado un minuto de silencio por las víctimas del Covid-19.
Detrás de este reestreno pocos saben que hay un arduo trabajo de dos meses en el que la maquinaria de gestión y producción ha sido revisada y se ha activado un protocolo a seguir: desde la desinfección de trajes hasta la implantación de partituras digitales. Sea como fuere, este 1 de julio ha sido un día importante: el Teatro Real ha vuelto a la vida. Y para quedarse. Todo lo malo queda atrás y por delante, solo futuro, esperanza. La sociedad madrileña vuelve a ser la que era. Y es que, como le ocurre a Violetta en La Traviata, los madrileños han pasado una enfermedad llamada coronavirus, pero ya han levantado el vuelo.
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