Desde que nació, Rafael Franciso Payá Pinilla (75 años), conocido popularmente como Rappel, ya tenía el destino marcado. Su padre y su abuelo regentaban un negocio de telas exquisitas que contó con la financiación de Cristóbal Balenciaga, el gran Maestro para todos los diseñadores del siglo XX, por lo que a los 15 años ya se codeaba con la alta sociedad madrileña.
En 1962, su familia montó la tienda cara al público en el barrio de Salamanca de Madrid bautizada con las iniciales del nombre de nuestro protagonista y en 1971, con 26 años, ya tenía su propia casa de alta costura donde vestía a las más pudientes: doña María de las Mercedes, Carmen Polo, Niní Montián, Carmen Cervera (77)… Y entre corte y corte, también se dedicó a predecir el futuro. Entre sus clientes estaban Franco, Christina Onassis, Severo Ochoa, La Pasionaria, Carmen Flores (84) y un sinfín de vips.
Con la madre del rey emérito tuvo una relación muy especial. Ella le llamaba Rappelito y siempre iba a su mansión de Puerta de Hierro a probarle los trajes. Este 20 de agosto, Rappel ha celebrado 75 años llenos de lujo, glamour y, sobre todo, de una educación exquisita.
Usted tiene casa en Marbella desde hace 45 años, ¿cómo llegó a este lugar?
Antonio el Bailarín me llevó a Marbella cuando tenía 23 años y, desde ese momento, empecé a conectar con el ambiente y sus gentes. Luego, Jaime de Mora y Aragón me presentó a los más millonarios, como el rey Fahd de Arabia, Khashoggi, el príncipe Alfonso de Hohenlohe… Como me gané la confianza y la amistad de toda esa gente me invitaban personalmente a sus fiestas en los palacios, las mansiones, sus yates privados…
¿Recuerda algún evento en particular?
Hay muchos. Pero en estos momentos, se me viene a la cabeza la última fiesta de cumpleaños de Adnan Khashoggi en su mansión de La Baraka (actualmente todo el terreno es la urbanización La Zagaleta). Los criados salieron al jardín portando una enorme tarta como si fuera un pase de Semana Santa, empezaron a cortarla con un sable y Khashoggi nos dijo: "Atención, vigilen porque en algunos trozos hay sorpresas". Y vaya si las hubo. En el mío había un rubí precioso que después monté en una sortija. A otros les tocaron perlas, diamantes, esmeraldas… Fue como un roscón de reyes.
¿Es cierta la leyenda que afirmaba que Soraya era 'la princesa de los ojos tristes'?
Tenía unos ojos maravillosos. Según como la mirabas y dependiendo de la luz ambiental el tono era malva, entre azul y gris, azul-malva… Pero tenía una mirada lánguida, con cierta decadencia, de añoranza, como si estuviera deprimida e interiormente aún viviera momentos tristes. Ella se podía reír, pero la mirada no sonreía.
Muchos dicen que era muy sosa, ¿le sorprendió en alguna ocasión?
Fue una de mis grandes amigas. Recuerdo la última fiesta que dio en su casa de Marbella amenizaba por Los del Río. Antes de que me pidiera inaugurar el baile con ella, me dijo: "Rappel, nunca te he regalado nada, ¿verdad?" y le contesté: "Señora, con su amistad tengo más que suficiente". En ese momento se quitó un medallón de brillantes que le había regalado su exmarido, el Sha de Persia que tenía inscrito en árabe algo así como 'la bendición de Alá'. Quería que me protegiera. Siempre lo llevo puesto y solo me lo quito para ducharme o cuando voy a la piscina o la playa.
Y hablando de ojos, ¿cómo se sintió cuando conoció a Elizabeth Taylor, la mujer con los ojos violeta más bellos del mundo?
Al igual que Soraya, era difícil determinar su color. Pero en ambos casos, sus miradas taladraban. Me la presentó Coco Chanel en París en un desfile. Íbamos a comprar telas, eran los días de la colección, fuimos al salón y cuando estaba a punto de empezar el desfile aparecieron Elizabeth Taylor y su marido, Richard Burton. Yo tenía unos 22 o 23 años, se sentó a mi lado y me quedé impresionado. Le llamó la atención que fuera tan joven, me preguntó si me interesaba la moda, le dije que me estaba formando y que había trabajado con Balenciaga, que había sido como un hermano para mi abuelo, y me contestó: "¿Pero qué dice? ¿Ha trabajado usted con el Maestro? ¿Dónde tiene usted su casa? ¿Tiene nombre?". Le dije que me llamaba Rappel, que mis padres tenían un negocio de telas y que en el piso de arriba quería abrir mi propia casa de modas.
¿Y qué pasó después?
Dijo que se pasaría por Madrid -nunca llegó a hacerlo-, pero antes me pidió consejo para saber qué diseño de Chanel le quedaría mejor. Y compró una túnica blanca griega preciosa. Fue muy simpática, me dio dos besos…
Otro de los personajes más fascinantes que trató fue Christina Onassis -que falleció a los 37 años-, por entonces la mujer más rica del mundo. ¿Cómo era en las distancias cortas?
Tenía todo el dinero que una persona pudiera desear, pero era una mujer tremendamente triste. Le faltaba todo: añoraba haber tenido una madre cariñosa (se suicidó), su hermano Alexander falleció jovencísimo en un accidente aéreo, luego murió su padre… No tuvo infancia ni juventud. Se quedó sola. No tenía amigas. Desde pequeña siempre estuvo rodeada por criados, nannys, chóferes… No le permitían jugar con otras niñas.
Vamos, que le faltó el amor.
Sí. Con su hermano tuvo una química muy especial. Dormían juntos en la misma cama, se contaban confidencias, compartían secretos, tenían una química muy especial. Por eso, cuando tuvo el accidente, se volvió loca. Sus tres primeros maridos estuvieron con ella por el dinero y cuando encontró al último, Thierry Roussel –multimillonario y padre de su hija Athina (35)- se enamoró perdidamente de él. Pero la traicionó. Al mismo tiempo que embarazaba a Christina también hizo lo mismo con su secretaria (la sueca Gaby Landhage, que tuvo a sus dos primeros hijos, Erik (1985) y Sandrine (1987) mientras Roussel aún estaba casado con la millonaria griega. Tras su boda con Gaby en 1990, al año siguiente nació Johanna).
Y encima, cuando falleció su padre, Aristóteles Onassis, tuvo que lidiar con su madrastra, Jacqueline Kennedy…
¡Uy, la odiaba!. Para ella era una bruja.
¿Le echó las cartas a Christina?
¡Por supuesto!. Pero siempre me decía que no le hablara de dinero ni de negocios. Solo quería saber cosas relacionadas con el amor. Le importaban un bledo las empresas y si tenía que ir a los consejos de administración de las navieras le suponía un martirio.
Ha tratado con los personajes más importantes del poder, la realeza y la alta sociedad y nunca se ha manifestado políticamente.
No me gusta la política. Me da igual. Yo solo deseo que la gente viva bien, que haya paz, que todo el mundo trabaje. No soy de nadie. Me interesan las personas. Te diré que he echado las cartas a Franco y la Pasionaria. Con eso te lo digo todo.
Y para finalizar, entre todas las celebridades que han pasado por su vida hay una que siempre está en su corazón, Raffaella Carrà.
Es única. La adoro. Es luz, vida, energía. Me llevó a trabajar a Italia durante dos años para los programas 40 minuti con Raffaella (1996) y Carramba! Chè sorpresa!. En el primero ocurrió algo muy duro. Unas horas antes de salir, una de mis hermanas me llamó para decirme que mi madre había fallecido. Cuando se enteró, me dijo: "Rappel, cojones" y salimos a bailar con la música de Los del Río. Sin que lo supiera, ella y su pareja, Sergio Japino, lo organizaron todo (aviones, coches…) sin que nadie se enterase para que acudiera al entierro de mi madre y al día siguiente ya estaba en Roma en el show. Le estaré agradecido de por vida.
¿Cómo es en persona la gran diva italiana?
Justamente, jamás ha ejercido como tal. Es sencilla, cariñosa, divertida, le encanta cocinar pasta y las grandes estrellas italianas la adoran. Por ejemplo, Marcello Mastroianni fue como un hermano; Virna Lisi sentía pasión, Sofía Loren (85) la quiere con locura… No como ahora, que cuatro pedorras se creen que son divas de Hollywood.
Cuénteme lo del turrón en navidad, por favor.
(Risas). En Italia tienen el panettone y como ella había oído hablar del turrón me fui a Casa Mira, una de las confiterías más antiguas de Madrid que dispensaban los dulces a la Casa real Española (Alfonso XII, Alfonso XIII, la reina María Cristina…) y le llevé unos turrones artesanales. Son los mejores del mundo.
¡Qué delicida!
Sí. Y te cuento una anécdota. Una de las empleadas era María Ángeles, que después se convirtió en esposa de Jesus Gil. Éste fue a comprar, se conocieron, se enamoraron…
[Más información: Rappel echa las cartas a Letizia: esto es lo que le espera a la reina en 2019]