1985. Teatro Lope de Vega de Madrid. Invitada de honor en el palco, la reina emérita Sofía (82 años). Sobre el escenario, ella, Isabel Pantoja (64), en su regreso a la música tras la trágica muerte del mítico Francisco Rivera Paquirri aquel 26 de septiembre del 84, aciago día en el que la vida de los Rivera se paró en seco. La 'viuda de España', como se la bautizó entonces en los medios de comunicación, y como actualmente la señala su propio hijo Kiko Rivera (36) en tono recriminatorio, volvía a cantarle a la vida, al amor, al desamor y el desgarro.
Y aunque sé que este amor hoy me arranca de él; a pesar de las lágrimas, te amo, reza una de las canciones míticas de Isabel. En un momento dado de aquel recital, sube al escenario un pequeño Francisco, de apenas tres años. El cual, en brazos de su célebre madre, entonó aquel 'mi pequeño... del alma, con su piel... de canela', que hicieron al alimón hace ya 35 años. Esa suerte de dúo quedó en las páginas de la historia del papel couché. "Ante todo, soy madre. Le pido a Dios que le dé mucha salud", aseguró una emocionada Isabel ante un Lope de Vega entregado.
"Canne, canne", gritaba el pequeño Francisco, jugando con el micrófono. El niño de ojos azules y pelo rubio hizo las delicias de los allí congregados, y era ya la única y valerosa razón de vivir de una Isabel Pantoja doliente, de una madre que debía reponerse ante el hachazo de la vida, que estaba obligada a vivir por su hijo. Kiko iluminaba las zonas de oscuridad de su madre. Ella, día a día, lo colmaría de amor y le hablaría de su padre, de quién fue, todo lo que logró y, sobre todo, legó. Un cuento, según el Kiko de hoy, que se tornó mentira y cruel.
Pantoja vivió por y para su hijo Francisco. Cierto es que, en la adolescencia, el hijo comenzó a protagonizar accesos de rebeldía típicos de la edad, y ante una madre ausente, o no tan presente como le habría gustado. La artista tuvo que renunciar a la madre, muy a su pesar; tenía que trabajar por medio mundo. Mientras, Kiko se quedó al cuidado de Dulce, la niñera, y de su abuela y familia materna. Tal y como en la actualidad ha reconocido el propio Kiko, para él entonces solo existía la familia por parte de madre. La de su papá, al que casi no recordaba más que en fotos y anécdotas, ni se nombraba. El silencio se apoderaba de la cuestión siempre que salía a relucir.
Los mejores juguetes
A Kiko, pese a las ausencias de su madre, nunca le faltó de nada. Él mismo reconoce que siempre tenía los mejores juguetes, antes que sus amigos. Se lo agasajaba, puede que con demasiadas cosas materiales. Hubo un tiempo que se acostumbró más a las llamadas de mamá que al contacto físico. Era el peaje que se pagaba para que el dinero entrara en casa. Isabel traía el dinero, solo ella. Kiko pasó épocas duras, en las que se le internó, incluso, en Toledo, bajo la atenta vigilancia de su madre.
Madre abnegada
Ella nunca dejó de ocuparse, siempre menos de lo que le gustaría. Luego vendría la adolescencia, su coqueteo con el amor, las revistas del corazón, las polémicas amorosas de su madre, Marbella y, más tarde, la cárcel. En aquel tiempo, el hijo y la madre siempre formaron, pese a todo y pese a todos, un fuerte núcleo. Eran uno, unidos ante todo. Incluso en los peores momentos en los que Isa Pantoja, Chabelita, le declaró la guerra pública a su madre, Kiko siempre estuvo ahí. El protector, el niño de sus ojos. Hoy, todo es muy distinto. La madre tiene enfrente a su propio hijo.
Kiko ha 'despertado' y, con documentación en la mano, asegura que le han robado y mentido sobre la herencia de su padre. Hoy, Pantoja no es buena madre, según su hijo. No, es una señora "cegada" por el dinero y la ambición. Hoy, nada queda de la Isabel que tanto idolatraba Kiko. Porque sí, pese a lo que se está viviendo hoy, hubo una época en la que Isabel Pantoja era muy buena para Kiko Rivera. El cuento de la 'malvada' Isabel no siempre se leyó igual.
El niño de sus ojos
Dice Kiko Rivera que ahora se ha dado cuenta, en estos días recientes, que su madre lleva 34 años no siempre siendo buena madre. Que ha vivido 36 años engañado. Pero olvida, o no quiere recordar ahora en exceso, que él siempre fue el 'niño mimado' de su madre. Así lo ha pregonado, hasta hace poco, en los medios. Ese niño y adolescente al que siempre se le consentía todo. Incluso, de mayor, cuando las revistas del corazón lo descubrieron como filón, y sus amantes desfilaban por los platós, Isabel Pantoja, más allá de las riñas en casa, lo dejó hacer.
Menos crítica que con Chabelita
Mucho más que con su otra hija, Chabelita, a la que siempre ha 'atado en corto', recriminado y afeado comportamientos, en privado y en público. Es notorio y está en la hemeroteca. Reconoce Kiko que siempre ha hecho lo que su madre le ha pedido, que ha firmado lo que ha tenido que firmar, y lo volvería a hacer.
De buena a 'mala madre'
Sin embargo, Kiko hoy hace un dibujo de su madre muy distinto: ya no es esa madre abnegada que siempre lo ha ayudado en sus peores momentos. No, hoy Isabel Pantoja, la artista, se ha 'comido' a la persona, a la madre, según su hijo. Pantoja, en palabras de Kiko Rivera, "siempre antepone el dinero a sus hijos". La vida de Isabel es, pues, la de la ambición desmedida.
Ni siquiera cuando Kiko cayó en las adicciones Isabel supo estar a la altura, según su vástago: "Mi madre no se ha preocupado. Cuando un hijo tiene un problema de esa índole, y sigo luchando con recaídas, mi madre no ha aparecido por casa. Ni siquiera me ha preguntado cuando he ido a Cantora a llevarle a sus nietas porque ella no viene a casa. No es ni mejor ni peor abuela, digo que no viene. Nunca me ha dicho 'cómo estás de lo tuyo'. No sabe ni en qué consiste mi tratamiento. Me hubiese gustado que me acompañase".
Y añade, sobre la escena que se contó en los medios de que la madre retiró a su hijo de circulación para que se curase: "Ella no me llevó a la casa del Rocío para eso. En esos putos nueve días de lo único que se encargó fue de cambiar las cortinas, poner los aires acondicionados... Estoy harto de mentiras, ¡deja de vivir en tu puto mundo de mierda!. Sabes que eso no es cierto. Ahí quienes han estado conmigo son mis amigos, compadres y mi mujer. Nadie más. Mi tío no preguntó por mí. La adicción no se cura estando nueve días, se cura con los médicos, cada 15 días echando el botecito... Con charlas, con gente que no te deja solo ni un segundo. Ninguna de esas cosas las ha hecho mi madre. Estoy harto. No lo voy a consentir".
Pero más allá de esto, hay algo que le ha decepcionado sobremanera a Kiko: que se lo haya engañado con la herencia de su padre Paquirri. En el programa Cantora: la herencia envenenada Kiko 'dispara' no solo contra su madre, sino que también se ha atrevido a dar dos nombres más como responsables: el de su tío, Agustín Pantoja, y el de Ramón Calderón, el hombre que en 1987 fue nombrado Defensor Judicial para representar sus intereses en el reparto de la herencia de su padre. A esas tres personas, y una cuarta a la que no ha querido nombrar "por respeto", señala con el dedo acusador Kiko Rivera como únicos responsables de los supuestos tejemanejes que se hicieron con el legado de Paquirri.
La hipoteca de los 50 millones
Todo comienza en el año 1986. Entonces, Kiko solo tenía 2 años. "Voy a hablar de una empresa que se llama Cantora S.A. Para esa empresa, ese año, mi madre pide una hipoteca de 50 millones de pesetas de la época. En 1986 Cantora todavía no era de nadie, porque se supone que me la deja mi padre a mí al cien por cien, pero no se ha hecho efectiva la repartición entonces. Es decir, mi madre está disponiendo de un bien que no es suyo. Moralmente, ¿cómo le haces eso a un hijo?". Y continúa relatando: "En ese momento, Cantora son nueve fincas, pero como 50 millones de pesetas parece ser que a mi madre no le eran suficientes, en 1988 vuelve a pedir, poniendo Cantora, 35 millones de pesetas más. Que son, en total, 85 millones de pesetas en dos años".
Tras esto, Kiko Rivera viaja al año 2002 en su testimonio: "Tengo 18 años. 11 de julio, Fuengirola. Se firma la cancelación de ese crédito de 85 millones que mi madre termina de pagar. En ese mismo momento, vuelve a hipotecar Cantora por un valor de 2.700.000 euros. Pero ya solo hay seis fincas en Cantora, ya no son nueve. Faltan tres que ya no aparecen. Por tanto, ¿quién ayuda a quién? Yo. Llevo hipotecado desde los dos años. Eso es imperdonable. No sé si es legal, pero es la bomba. Si yo no existiese, mi madre no tendría absolutamente nada".
Sin embargo, en ese punto se produce un cambio: Cantora S.A. desaparece y se crea Pantomar. Nueva empresa de la que es "secretario el señor Ramón Calderón. Usted es el secretario de esa empresa, el hombre que tenía que velar por mis intereses. Mi bien, Cantora, es el que está puesto como aval". Y se pregunta: "¿Qué explicación me das para que desaparezca Cantora S.A. y aparezca Pantomar? ¿Estás borrando los rastros o qué estás haciendo? Tiene que explicármelo, lo mismo ante el juez. Siempre ha sabido torear, 'tu padre no te ha dejado nada'".
En lo que respecta a los tantos por ciento en los que está dividida Cantora, Kiko explica: "¿Saben cuándo se firma ese 52 por ciento de Cantora para mi madre? En 1988. Significa que en 1988 es cuando a mi madre le dan el 52 por ciento a ella, y el 47 a mí. Por lo tanto, todo lo que se ha hecho tiempo atrás, ¿con qué permiso lo haces? Aparte de no cumplir con la voluntad de tu marido, que es mi padre".
Claro está, ya nada volverá a ser lo mismo entre madre e hijo. Se ha abierto una brecha insalvable. El cuento de la 'malvada' Isabel Pantoja, esa que un día fue buena madre y que hoy no lo es, según el retrato de Kiko.
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