El pasado viernes, 5 de febrero, Carlos Sobera (60 años) se subía de nuevo a las tablas del Teatro Reina Victoria (una institución que fue de su propiedad entre 2016 y 2018, año en el que se deshizo de ella, vendiéndosela a Pescaderías Coruñesas). La obra, Asesinos todos. Sus compañeros de viaje en este nuevo proyecto, Neus Asensi (55), Elisa Matilla (54) y Ángel Pardo (64). Casi una semana más tarde, JALEOS ha hablado con él, que hace un balance muy positivo de los primeros días en cartel: "El estreno fue fantástico. El fin de semana hemos tenido casi lleno, con las limitaciones que tenemos de aforo y distancias de seguridad, y estamos contentos. A ver si se mantiene la racha".
"La gente tiene ganas de salir, de disfrutar... Y es normal. Yo les doy las gracias después de cada función. Tanto cambio de horario y tanto miedo como hay, que la gente demuestre que tiene ganas de volver a una cierta normalidad, hay que aplaudirlo", explica Sobera en conversación telefónica con este periódico. En cuanto a la manera de trabajar, asegura que no difiera mucho de cómo era antes: "Es diferente porque nos tenemos que hacer PCR constantes, es una locura. Se nos están quedando las narices... Pero fuera de ahí, luego actuamos sin mascarilla".
"Lo que es la función, el trabajo de actor, salvo por lo de las narices, es lo mismo. Además, como en Mediaset también me hacen el control y Warner, la productora de First Dates también, se me están poniendo las narices de campana, como las de mi padre. En la vida me habían tocado tanto las narices", añade con ese característico sentido del humor del que hemos sido testigos desde que empezó en la televisión nacional, a finales de los años 90.
Carlos pasó la enfermedad. Asintómatico, eso sí. Reconoce que es una persona de lo más segura para estar a su lado en estos momentos: por la cantidad de PCR que lleva a las espaldas, pero también porque "tengo cantidad de anticuerpos". Y lo que es innegable es que la pandemia ha cambiado la vida a todo el mundo. A algunos, porque han perdido seres queridos o sus trabajos. Pero, otros, han sabido sacar la parte positiva de la situación y, seguro, han dado un giro a mejor. Pero, ¿qué momentos de su biografía han supuesto un antes y un después para Sobera? Responde.
Sonrisas y lágrimas
"El primero, el nacimiento de mi hija Natalia. Porque, de repente, cambia tu concepto de la vida y empiezas a asumir un rol, que es el de padre de familia, con las responsabilidades que eso conlleva. ¡Olé los padres y las madres de familia, cómo tienen que luchar! Nada que ver con ser soltero y quedar para tomar unas cervezas o ir al cine", explica emocionado. De aquello, han pasado 12 años. Diez más que la siguiente vivencia que le descolocó. Porque, la segunda de esas vivencias, "fue dramática".
"Cuando tuvo el derrame mi mujer, Patricia (Santamarina, de 49 años). Ahí viví unos momentos de zozobra importantes, porque ves que la persona a la que quieres se puede ir, y la vida te da un revolcón. Te das cuenta de algo que, en el fondo, todos tenemos claro: que la vida hay que vivirla intensamente, que hay que beberla de un trago y no a sorbitos. Hoy estás y mañana no estás. Aún así, cuando te pasa una cosa como esta, pasas de la reflexión a la acción", confiesa, cambiando el tono de voz. Ella, en el estreno de la obra, manifestó que jamás le podrá agradecer a Carlos lo que hizo durante su enfermedad y el periodo de recuperación. El presentador aprovecha esta charla para responder a esas palabras: "Le contestaría que sin ella no habría vida. Ni la suya ni la mía". Bonita declaración a pocos días de celebrar San Valentín.
De la amargura, pasa de nuevo a la felicidad mezclada con la nostalgia para pararse en el tercer hito: "Cuando decidí dejar la universidad para dedicarme a la televisión, que fue cuando me vine a Madrid a hacer Al salir de clase, en 1997. Fue un gran reto, porque cambié mi modo de vida y decidí dedicarme a lo que era mi pasión y no combinarlo, como había hecho hasta ese momento, que estaba en la universidad y en la ETB. En ese momento decidí asumir riesgos, cortar el cordón umbilical con lo que había sido mi vida hasta ese momento y lanzarme a la aventura".
A jugar
Una aventura que, dicho sea de paso, le salió más que bien. A la vista está: le acaban de ofrecer (y él de aceptar) ponerse a los mandos de uno de los clásicos de nuestra pequeña pantalla, El precio justo. "El referente, lógicamente es Joaquín Prat, porque fue el primero, aunque luego lo hicieron Carlos Lozano (58) y Juan y Medio (58). Es un formato que he conocido muy bien y que he competido contra él, con Quién quiere ser millonario, en Telecinco", habla de sus predecesores. También del reto, alejado de miedos, que supone para él: "No me da vértigo, sino más bien todo lo contrario. Por un lado, siento una tremenda satisfacción de den un programón como este. Recuperar el formato para el espectador moderno y para el que lo ha sido siempre.
Sobera ya tiene en mente alguna idea para rendir tributo a Prat: "La famosa frase de Joaquín de 'A jugar' tiene que estar muy presente. Sería una bonita manera de homenajearle, a él, al formato y al público". No descarta hacer un remix con su levantamiento de ceja tan característico en los años de Quién quiere ser millonario, aunque explica que "tenía su sentido, porque era un primer plano muy cerrado". Los espectadores tendrán que esperar para ver con qué les sorprende un hombre que tiene poco tiempo para descansar.
"Mi agenda es peor que la de un ministro, porque yo hago cosas", vuelve a sacar su humor a pasear. "Ahora no descanso ningún día, porque tengo el teatro los fines de semana. Si no, los sábados y domingos te quedan libres para disfrutar. Antes, viajábamos mucho en ese tiempo libre. Ahora, nos queda tumbarnos, relajarnos, ver series, leer, escuchar música... Son las cosas que nos piden el cuerpo y el alma".
Espíritu crítico
Porque a Sobera, además de los viajes, le han quitado otra de sus pasiones: poder ir a ver al Athletic de Bilbao en directo. El vasco se muestra muy crítico con los criterios que se toman para permitir o no permitir según que actividades en medio de la pandemia. Hace referencia, en concreto, al hecho de que no se pueda disfrutar de un espectáculo al aire libre, pero sí se permita ir a votar en unas elecciones autonómicas, aún siendo positivo por Covid.
"Es una cosa que no entiendo. Me tienen que explicar que se pueda votar en las elecciones catalanas teniendo la Covid y no se pueda meter, en un estadio de 90.000, unas 25.000 personas. ¡Venga hombre! Hay distancias de sobra entre uno y otro, con espacio al aire libre... Con medidas de seguridad, creo que habría pocas probabilidades de contagio, y animaría el cotarro. Y también aliviaría la tensión económica de los clubes. Pero creo que, en este país, somos de poco detalle. Tomamos la decisión, hacemos tabula rasa sin distinguir, y hacemos pagar a justos por pecadores. El miedo es muy libre", opina muy serio. Y muy harto de que le toquen las narices. Sobre todo, en el sentido literal de la expresión.
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