Antes de que Jaime Peñafiel (89 años) se reúna con los protagonistas de sus bodas reales y "cambie de escenario", como le gusta decir, le ha dejado unas instrucciones muy precisas a su esposa, Carmen: "Quema mis archivos". Imagínense la que se puede liar cuando este veterano periodista observe que su hoguera de las vanidades haría palidecer a la del mismísimo Tom Wolfe.
Como el último de su especie -al menos único en la historia del periodismo español- por la vida de Peñafiel se han paseado todos aquellos olympiens de Violette y Edgar Morin que en plena eclosión voyerista en los sesenta convirtieron en reyes a las estrellas (Elizabeth Taylor, Frank Sinatra) e hicieron estrellas a los reyes (Farah Diba, Grace Kelly).
En sus nuevos relatos titulados Alto y claro. Los secretos que nunca he contado (Ed. Grijalbo), el periodista se desdobla para ser el narrador de su propio cuento de hadas con final feliz porque a su verita tiene a su reina quien, a diferencia de otra, nunca le ha fallado. A punto de cumplir 90 años, este cronista que se ha paseado por todo el mundo explica en su último libro sus mejores vivencias. Lo hace desde su finca toledana en primicia para EL ESPAÑOL.
En agosto se cumplen dos años del exilio del emérito, ¿qué piensa del rey Felipe VI?
Felipe ha sido un mal hijo. Es el primer hijo de la historia que echa a su padre de casa. Hubo un hecho trascendental en el despacho del Rey cuando Jaime Alfonsín -Jefe de la Casa de su Majestad el Rey-, que nunca ha podido ver a Juan Carlos, le dijo de parte de la vicepresidenta (Carmen Calvo) que tenía que echar a su padre. Felipe se mostró impasible, no movió ni un músculo. Aquella carta en la que Juan Carlos le comunica que se va fuera de España para facilitarle el camino es mentira. La escribió Felipe en colaboración con Pedro Sánchez y se la entregaron al emérito en Abu Dabi el abogado del Rey junto al general Sanz Roldán, exdirector del CNI. Le obligaron a firmar. Felipe traicionó a su padre.
¿Realmente volverá a residir en España?
Sí, pero la prensa española es muy cortesana e ignorante. Lo que hizo Felipe es anticonstitucional porque un ciudadano español no se le puede echar del país. Está escrito en la Constitución. No sé por qué no vuelve, no se lo pueden impedir.
Quizás porque Felipe quiere proteger su imagen, los líos con la independencia de Cataluña… Fue un complot en el que participaron Letizia, porque odia al emérito; Sofía por razones obvias y Felipe porque quería ser Rey. Además, hubo otras personas en Zarzuela. Fue una decisión triste y forzada.
¿Cómo es su relación actual con Letizia?
Mantengo una distancia correcta para ser independiente tanto para lo bueno como para lo malo. Lo que he publicado lo asumo y punto. Antes de casarse me reprochó varias cosas que yo ni había dicho ni escrito. Le dije que ni me chillara ni me señalara con el dedo. Al final, zanjé el tema. Letizia, en las distancias cortas, gana. Pasaron diez años hasta que nos volvimos a encontrar en la cena de aniversario de El Mundo. Le tendí la mano y no me la daba. Le dije que iba a contar hasta cinco… me la dio y se fue.
Sobre la emérita sólo le ha quedado decir que es la reina de hielo.
Es una mujer muy complicada, muy mandona. Le tenía mucho afecto, pero cuando murió mi hija no se portó como yo esperaba. No le pedía nada. Al menos una especie de terapia para cambiar impresiones ya que ella presidía la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Me traicionó. Tardó dos meses en darme el pésame. En cambio, el Rey enseguida me llamó llorando.
Nada que ver con la bonhomía de Farah Diba.
¡Por favor! Fíjate cómo es como persona que volando desde Amman a París ella iba en preferente con su primogénito y mi mujer y yo en turista. Pues se sentó con nosotros todo el viaje explicándole a Carmen cómo me había descubierto en sus habitaciones privadas el día de la coronación. Es una mujer tremendamente agradable.
¿Y eso cómo se logra?
(Risas) De los mil periodistas que había fui uno de los seis que cubrió aquel extraordinario evento. Ella misma me invitó al acto de coronación. Cuando salimos me pegué al cortejo entre los caballos de la carroza. Atravesé todo Teherán hasta el palacio de Niavaran. De vez en cuando hacía señales para que abrieran la portezuela para verlos. Al llegar, los guardias se pusieron muy firmes, ni les miraban a ellos ni a mí, así que pasé con el carro, los caballos y los emperadores. ¡Qué iba a hacer! Actué con naturalidad y, de repente, me encontré en sus aposentos. Les vi cuando se quitaban el manto, la corona e incluso estaban discutiendo, pero cuando Farah Diba me vio se asustó porque tenía miedo de lo que me fueran a hacer. Tuvo un nivel de respeto fantástico hacia mi profesión. En aquella época, la policía del Sha (la SAVAK) era tremendamente dura. Hay que tener mucha categoría para ser así.
Como dije, igualito que Sofía.
Cuando me vio en el segundo piso de la Zarzuela con el camisón y los pelos recién levantada de la cama… la que le cayó encima al general Alfonso Armada. En esta ocasión yo tenía asignado un reportaje.
Pero en el libro descubre que es igual de cotilla que el resto.
Tenía muchas ganas de ver cuál era el secreto que escondía Marta Chávarri. Había oído por la radio lo de la exclusiva de Interviú y ordenó que le mandaran la revista inmediatamente. Pero cuando Sabino Fernández Campo vio el contenido, que la marquesa no tenía bragas, no lo consideró prudente. Pero la Reina insistió indignada. Se la hicieron llegar. No hizo comentarios (risas). A Lady Di le pasó lo mismo. La captaron sin ropa interior porque en una recepción llevaba un traje de seda tan ajustado que decidió no llevarla. Eso suelen hacerlo mucho las señoras.
Quien sí le profesa un gran cariño es Juan Carlos I.
Es que nos conocemos desde que le hacía reportajes como cadete. Lo más importante de mi carrera fue la Coronación el 22 de noviembre de 1975. Cuando me llamó Armada pensé que se trataba de una pequeña recepción, pero al llegar no había ni guardias, ni escoltas y estaba todo apagado. Me abrió Francisco, el conserje. Ese día, desde las siete a las nueve y media de la tarde, el Rey lo pasó conmigo en su despacho. Al llegar, el Rey estaba limpiando con una bayeta varias cámaras de fotos y Sofía estaba llorando leyendo unos telegramas. "¿Qué le pasa, señora?", le comenté y me contestó que estaba triste porque a su madre, la reina Federica de Grecia, no le habían permitido asistir. Y ahí estábamos, solos. La familia estaba con el perdedor, el conde de Barcelona; la derecha y los monárquicos en la cola del Palacio Real donde estaba expuesto el cadáver de Franco y la izquierda celebrado. Nadie llamó por teléfono ni a la puerta.
Un mes antes de morir logró entrevistar a la reina Victoria Eugenia en Suiza, ¿cómo era en las distancias cortas?
Tenía mucho carácter, mala leche, muy peligrosa en ese aspecto. Nada más llegar me saludó y me dijo: "¿Y el cerdo?". Se cabreó porque no la entendía, no sabía a qué se refería. Se puso muy nerviosa. El cerdo era Franco.
¡Cuántas reinas de hoy en día tendrían que aprender de ella!
Fue una reina muy reina -no hay que olvidar que su abuela fue la reina Victoria de Inglaterra, la abuela de Europa-. Me contó que las infidelidades de su marido, Alfonso XIII, la hicieron sufrir mucho, pero que eso estaba implícito en el gen de los Borbones. Así justificaba las de su hijo, su nieto… La entrevista fue muy entrañable, estuvimos desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde. Cuando se publicó ella ya estaba agonizando por un derrame cerebral.
La de envidias que habrá provocado por esos encuentros.
Todo lo he logrado a base de esfuerzo y de saber cuidar mis fuentes porque si no lo haces, estas no te dan de beber. He respetado los off the record. Lo digo siempre: Valgo más por lo que callo que por lo que digo. Pero siempre hay quien te desmiente.
¿Como quién?
Un académico. Cuando la Reina vino a Madrid para amadrinar a su biznieto, Felipe VI, se comentó que cuando Franco fue a La Zarzuela en vísperas del bautizo la Reina dijo: "General, ya tiene tres Borbones donde elegir". La Reina me dijo que eso fue absolutamente mentira. Y me lo aclaró. Su hijo Juan quería recogerla en Niza ya que ella estaba en la Costa Azul invitada por los príncipes de Mónaco y ella se negó porque quería que la recibiera en el aeropuerto de Barajas. Quiso hacer una maniobra pública para que Franco y toda España supieran quién era el verdadero rey para ella. Por eso, a su llegada, se arrodilló ante su hijo.
Siempre ha comentado que un Rey no tiene amigos, pero su relación con Huséin I de Jordania fue muy íntima.
Era un ser muy simpático y extrovertido. Siempre estaba haciendo bromas y cuando en uno de mis viajes le vi muy triste le pregunté: "¿Qué le pasa, señor?". Me confesó que le acababan de diagnosticar un cáncer que le iba a matar y la reina Noor aún no lo sabía. Ella también se portó muy bien conmigo porque antes de contárselo al Rey me dijo que estaba embarazada. Quiso que lo publicara.
Y esa confianza continuó.
Cuando me entrevisté con la reina Noor en su villa de Londres tras la muerte de Huséin me hizo una confidencia terrible: "Siempre me atormentará la muerte del Rey porque nunca sabré si se hubiera divorciado de mí. Ese tormento ha vivido conmigo siempre. Cuando enfermó sé que estaba enamorado de otra persona".
¿Quién era esa otra mujer?
Una periodista jordana. Hubiera sido su cuarta esposa.
Pero el destino lo impidió.
Fíjate si Noor era tan generosa que cuando se enteró le dijo al Rey que si realmente estaba enamorado que se lo dijera porque le amaba tanto que le dejaría ir.
¿Cómo conoció a Rania de Jordania?
Me la presentó la reina Noor en los funerales de Huséin. Era una pequeña y modesta palestina.
Pues mire hasta dónde ha llegado.
Es una frivolona. La llaman la Carolina de Jordania. Es una mujer con una ambición sin límites. Maniobró para que su esposo fuera Rey del país. Impidió que Noor ejerciera de Reina viuda y la echó del país. Es un odio visceral.
¿De dónde viene tanto rencor?
Es pura ambición. A la reina Noor siempre le digo que se equivocó ya que a quien correspondía ser heredero es al primogénito de la última esposa, pero ella pensaba que Hamzah era aún muy joven. Le reiteré que el heredero podría haber sido su tío, el príncipe Hassan (su hermano Huséin le nombró heredero en 1965) y luego su hijo, pero al final el trono recayó en Abdalá II, el primogénito de todos los descendientes de Huséin.
¿Cree que Rania está detrás del supuesto intento de golpe de Estado de Hamzah del año pasado?
Totalmente. Ella empezó a movilizarlo todo para poder echarle del país. Es una historia triste.
Otras de las familias importantes que ha tratado son los Alba. Sus almuerzos en el palacio de Liria darían para más de un libro.
Cayetana y Jesús Aguirre -segundo marido- dormían en alas separadas, pero cada mañana le enviaba a su mujer una flor y un poema. La verdad es que el poemario es muy bueno porque Jesús era un hombre cultísimo. Muchas mañanas iba desayunar a su habitación donde en la mesita de noche tenía la foto de un chico muy guapo. Me dijo que fue alguien muy especial para él. Fue el gran amor de Jesús Aguirre.
¿En serio?
Sí, se llamaba Enrique Ruano. Un día, la Policía fue a su casa y le tiró desde el séptimo piso del edificio donde vivía en el barrio de Salamanca.
De repente, la concepción tan buena que tenía de su amigo Jesús cambió cuando le intentaron vender unas fotos de su madre. Cuénteme la historia, por favor.
Fue algo tremendo. Un freelance me pedía un millón de pesetas de las de 1984 por unas fotos en las que se veía a su madre en una especie de piso clandestino, abandonada, junto a una mini entrevista en la que la pobre mujer decía que no veía a su hijo desde su boda, que solo quería que le comprara una dentadura… Como yo dirigía La Revista por lealtad a mi amigo le llamé y le dije que la historia era tan miserable que si se publicaba se tenía que ir de España. Me prometió que al día siguiente se llevaría a su madre, le contesté que a mí no me tenía que prometer nada, y que comprara las fotos. ¡No podía hacerlo!. Si no lo iba a publicar Antonio Asensio -editor de El Grupo Z- no me lo permitía. "Cómpralo tú y lo retiramos", le comenté. Me mandó un cheque. ¿De dónde sacó las ochecientas y pico mil pesetas si Cayetana le tenía atado corto? Jesús Aguirre pasó de ser alguien cultísimo a ser una persona despreciable y miserable. Su actitud hacia su madre fue canallesca y cruel. ¡Aquella pobre mujer con su toquillita!.
¿Hubo amor entre él y la duquesa?
Ella se enamoró de su inteligencia.
Así que se podría decir que era un arribista social.
Totalmente. Antes lo había intentado con la princesa Irene -hermana de doña Sofía- pero el rey Juan Carlos le paró los pies.
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