Hace apenas unos días, María José Cantudo (70 años) fue homenajeada por la Filmoteca Nacional con la proyección de dos de sus películas más conocidas, Secuestro (1976) y La vida, el amor y la muerte (1981). Cuando rodó la primera de ellas, coprotagonizada por el ídolo del 'fantaterror' Paul Naschy, la actriz había estrenado ya La trastienda (1975), donde el cineasta Jorge Grau mostró el primer desnudo integral en la historia del cine español. En la segunda, escrita y dirigida por Carlos Puerto, Cantudo encarnó a una actriz cansada de ser objeto sexual para vender películas, discos o productos de consumo. Para entonces ya se había labrado una carrera como 'musa del cine español de terror' (en 2017 se convirtió en la imagen de la 28.ª Semana del Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián), una etiqueta que siempre le hizo más gracia que la de 'musa del destape', con la que está en total desacuerdo.
"Yo musa del destape no he sido nunca. El destape empezó después de que yo hiciera La trastienda, que no era una película de destape. Yo he hecho grandes películas, con grandes directores y actores. Lo que entonces se hacía en el destape eran películas muy banales y chabacanas", comenta a EL ESPAÑOL la jienense, que cuando habla con los periodistas lo hace sin atisbo de falsa modestia, con el mismo orgullo que exhibió tras firmar un jugoso contrato con el productor José Frade para rodar seis películas que cambiarían su vida para siempre.
La Cantudo, como se le conoce popularmente, se instaló en Madrid, siendo todavía una adolescente, para estudiar arte y decoración. Para poder costearse sus estudios, empezó a participar en fotonovelas y anuncios publicitarios. Su belleza morena cautivó a Valerio Lazarov, que le dio trabajo en su programa ¡Señoras y señores!, y al cantante y actor madrileño Manolo Otero, con quien se casó en 1973 y tuvo a su único hijo.
El franquismo languidecía cuando Cantudo se subió a la cresta de la ola más alta. Aunque ella misma ha comentado en más de una ocasión que empezó a rodar películas para "dar de comer a mi hijo", sin pretensión de convertirse en una estrella. A mediados de los ochenta, después de divorciarse de su marido, se retiró del cine para asombro de todos los que seguían su pista, y se convirtió en productora de todos sus espectáculos teatrales. "La verdad es que he trabajado toda mi vida. He hecho 26 películas muy bien pagadas. Como mis películas eran muy taquilleras, los productores se pegaban por contratarme. Yo decía que no a muchísimas películas. También he sido una cantante que ha vendido muchos discos, he salido muchas veces en televisión y he hecho series en Alemania, donde hasta he sido más conocida que en España".
¿Ganó mucho dinero durante su carrera?
Es lógico que una mujer que desde los quince años ha trabajado tanto como yo tenga ahora un dinero. Si luego encima es decoradora… Yo soy como un albañil; me gusta tirar un tabique más que a un tonto un lápiz. Igual cogía una casa buena que estaba destrozada, cogía un buen maestro de obras, aunque yo me pusiera con él y, en dos o tres años, sacaba una casa maravillosa. Luego, podía vender esa casa por el doble o más de lo que me había costado comprarla. Eso también ayudó a mi economía.
Luego, como empresaria, llenaba los teatros a tope. Con Doña Mariquita de mi corazón estábamos en el Calderón y nunca se había abierto el último piso del teatro, pero yo tuve que abrirlo el día de la Virgen del Pilar, porque había mucha gente en la calle y no había forma humana de que se fueran de allí. He trabajado por toda España, y también he trabajado en Chile, donde me pagaban muy bien. Lo que pasa es que yo soy una persona ahorrativa, que siempre ha vivido de su trabajo. No he tenido personas que me ayudaran en mi economía. Saqué adelante a mi hijo yo sola. Soy una mujer muy sencilla y normal. La Cantudo es una cosa sobre el escenario, y otra distinta fuera. He tenido chófer y coches que me han llevado a los sitios cuando tenía que ir de gira, pero si tengo que meterme en el bus, lo hago. En el metro no, porque ahí ya me vuelvo loca. Vivo bien y estoy contenta con mi físico; no necesito ningún arreglo. He sido una mujer muy bella, y todavía lo soy.
¿Cuál ha sido su capricho más extravagante?
Caprichos extravagantes no me he dado, pero sí caprichos maravillosos como comprar un mueble y que luego me haya salido una maravilla. Otro capricho ha podido ser comprar un cuadro, aunque ahí, en vez de perder, he ganado. No me ha gustado a mí presumir. Aunque he tenido marcas de todas las clases, igual me pongo una blusa normal para ir por la calle y la otra, que me pesa más, la tengo en casa, de adorno. Y el día menos pensado, lo pongo todo a la venta y me quedo tan a gusto (risas). Ya hice una cosa benéfica con el Padre Ángel, en la que vendí todas mis cosas para ayudarles.
Empezó a coleccionar antigüedades siendo adolescente. ¿De quién heredó la afición?
Lo del pico y la pala lo heredé de mi abuelo, que era arquitecto y me llevaba siempre con él a sus obras cuando era chiquitita. Lo de las antigüedades creo que viene un poco de mi madre. A ella le encantaba decirle a mi abuela: "Esto déjamelo, y esto otro también déjamelo". A mí es algo que me encanta, y creo que Dios me ha dado para eso una cosa especial, una intuición. Me entra algo por el cuerpo cuando veo una cosa que la gente ni mira pero de la que yo pienso: "Esto es maravilloso".
He intentado estudiar, y he estado tres años en el Museo del Prado, pero no te voy a decir que yo sea una mujer preparadísima. Cuando hacía Las Leandras, recuerdo que me pagaban el dinero los sábados y ya tenía a un montón de anticuarios esperándome, porque yo las cosas las pagaba a plazos. Así es como me fui pagando mis cositas. Cositas que todavía hoy tengo, y que no son cositas sino cosazas.
Creo que ahora está planeando sacar una línea de ropa y joyas de alta costura…
Sí. Cuando he hecho mis obras de teatro, he tenido muy buenas modistas, pero la dirección de la costura la he llevado yo, como también llevaba la dirección del vestuario y del decorado. Creo que estoy capacitada para hacer una colección bonita. No me gusta la ropa mal terminada, y quiero hacer ropa de alta costura, española y con unos precios asequibles.
¿A qué otras cosas dedica el tiempo?
Pues mira, ahora mismo estoy mirando unas telas, para los caftanes, que luego irán bordadas. La ropa la voy a hacer un poco a mi estilo, y habrá cosas grandotas. Estoy mirando unas sedas maravillosas que vienen de fuera. Es muy duro y tengo que estar muy pendiente para que todo salga como yo quiero, porque antes había muchas costureras, pero ahora ya hay menos profesionales de todo.
Después de vender su casa del barrio de Salamanca, se compró otra en la calle Mayor, pero fue víctima de una estafa inmobiliaria. ¿Pudo solucionar ya sus problemas?
La casa de la calle Mayor la tuve que pagar dos veces, porque me engañaron. Me robaron, y aún estamos con juicios. Las cosas que hay en Serrano no las tengo aún en mi casa. Mis cuadros, mi música y mis joyas aún las tienen los señores que me robaron.
Comenta que todos los hombres con los que ha salido le pusieron los cuernos. ¿Atinó poco a la hora de escoger pareja?
Bueno, igual soy una mujer que se ha dedicado mucho a su trabajo y no ha tenido suerte en eso. Pero esas son cosas que están ya muy vistas y que no merecen la pena. Ya llevo casi veinte años sin pareja. No he terminado mal con nadie, pero no he querido volver a empezar en ese sentido. Siento que mi etapa de pareja ya terminó. Aún soy muy joven para tener otra pareja si quisiera, pero no. Psicológicamente, pienso que estoy mucho mejor sola.
Ha dicho: "Yo era una chica moderna, ahora soy mucho más antigua". ¿En qué lo nota?
(Risas) Es que yo antes era muy moderna. Cuando iba a Chile, me ponía bikinis, y hasta me iba a la playa con el pechillo al aire. Ahora, cuando veo a una señora ya de una edad que va con el pecho puesto y ropa ajustada, a mí no me gusta. No me parece elegante. No sé por qué, pero yo voy cada vez más tapada. También te digo que, el día menos pensado, me pongo un vestido ajustado y se levanta un muerto. Pero bueno, yo intento que no se levante el muerto, y voy con mi sombrerito y mi traje sueltecito.
¿Se siente lo suficientemente valorada como artista?
¿Sabes qué pasa? Que ha habido personas que han enseñado mucho su trabajo, pero yo era al contrario. Cuando terminaba una película, me ponía a hacer otra. Salía poco por las noches, mis amistades no eran directores ni productores... Mi mundo era el de una mujer trabajadora que pagaba a su gente, se iba luego a casa y quizás no ha estado metida donde daban los premios. Yo tengo premios muy bonitos, pero sí es verdad que no me han dado los premios que suelen dar a la gente del teatro y el cine. Tampoco he hecho gran cosa por conseguirlo. Fíjate que, últimamente, estoy viendo mi trabajo y al final yo voy a ser fan de la Cantudo. Nunca me vi, porque no me daba tiempo ni a ver mis películas.
¿Ha llevado siempre bien la popularidad?
Eso es como el que nace con un grano en la nariz; te acostumbras. Yo quiero mucho al público, porque lo que yo soy en la vida se lo debo a ellos. Si el público no llenara mis teatros y mis cines, yo no sería lo que soy. Por eso, estoy encantada de ir por la calle y que me digan algo. Siempre me paro, me hago las fotos que quieren y les firmo lo que quieren. También es importante la prensa. Yo he tenido grandes amigos en ella. Jamás he cobrado un duro por nada ni he hecho exclusivas sobre mi vida privada. No he cobrado nada por ninguna de las 270 portadas que tengo.
¿Le tienta la idea de volver a actuar?
Sí. Voy a esperar a que pase todo esto [de la pandemia]. Cuando me recupere, quiero despedirme con una alta comedia que hace años que tengo y que encantará al público, porque es muy graciosa. Es una comedia ambientada en los años cincuenta, y que haré con muchas mujeres maravillosas y un actor buenísimo. No soy de las personas que hacen obras con dos o tres actores; a mí me gusta hacerlas muy bonitas. La haré con un decorado de la época, su vestuario maravilloso, etc.
¿Está ya recuperada de sus recientes problemas de salud?
Estoy recuperándome, pero todavía estoy con medicamentos, porque me dejó bastante fastidiada. Tuve un trombo en la pierna, porque me sentó mal algo que me pusieron y me dio de todo. Ha sido muy, muy grave. Gracias a Dios, no estoy muerta, porque podría estarlo perfectísimamente.
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