"No he tirado la toalla. Tengo 75 años y mi corazón y mi mente están en los 30", comenta la artista Karina en su autobiografía novelada, Aquel tiempo de entreluces. La frase destila ilusión y, sin duda, ayuda a intuir el carácter vitalista de una mujer pizpireta y simpática que todavía se mantiene en el candelero. El libro que presenta estos días, escrito por José Antonio Gómez, narra las peripecias de una mujer, la pequeña de tres hermanos educados y criados en el seno de una familia unida, que estudió canto y piano y tenía trece años cuando abandonó su Jaén natal para instalarse en Madrid buscando una vida mejor. En la capital española participó en varios concursos radiofónicos y, a principios de los sesenta, se hizo de oro gracias a su imagen fresca y su poderosa voz.
Karina ha charlado con EL ESPAÑOL sobre las claves de sus años dorados, sus épocas de vacas flacas, y su lucha por sobrevivir en la industria musical.
¿Se ha autocensurado mucho a la hora de preparar el libro?
Un poco sí. Creo que la vida de cada persona es de cada uno. Hay cosas que pertenecen exclusivamente a la memoria y al corazón de cada uno de nosotros. Sí, me he autocensurado un poco en la parte personal. Estoy muy agradecida a José Antonio (Gómez), que ha sido el escritor, y a Fermín Ortiz (su productor y mánager), que ha sido el creador gráfico. No ha sido fácil para nosotros preparar el libro, pero creo que ha merecido la pena.
¿Diría que la gente tiene una imagen equivocada de Karina?
Sí. Creo que solo han visto lo que han querido ver, desde el principio. Eso no quita que yo haya podido tener algo de responsabilidad ahí. Empecé a cantar muy joven, en un mundo que desconocía, un mundo muy duro, egoísta y machista.
Las cosas eran bastante complicadas entonces para las mujeres artistas…
Sí. Cuando firmé mi primer contrato discográfico tenía dieciséis años y necesité el permiso de mi padre, ante notario, y su firma. Hasta que cumpliera los veintiún años, solamente podía hacer actuaciones matinales, que eran como a las doce de la mañana, o por la tarde. Eso hoy día sería como hablar de horario infantil.
En el libro asegura: "No me quejo de todo lo conseguido. Sí me apena aquello que no llegué a conseguir, y no por falta de interés por mi parte sino por desidia de algunas personas que se cruzaron sin corazón en mi camino". ¿A qué se refiere exactamente?
(Risas) Cada uno que entienda lo que vea y lea. En septiembre de 1978, yo tenía que renovar mi contrato discográfico, pero no lo renové. No lo renuevo porque no me lo renueva Hispavox. La discográfica había cambiado de director general y director artístico, y esas nuevas personas consideraron que Karina era una cantante con canciones horteras.
Me dijeron: 'Hispavox no renueva a horteritas'. Yo me quedé pensando entonces en la canción que llevé a Eurovisión, En un mundo nuevo, que creo que tiene una letra maravillosa y no creo que fuese hortera. No pensé nunca que Tony Luz (su primer marido) compusiera canciones horteras. Al contrario, creo que era un gran autor y un gran maestro de música. Lo que ellos no querían era a Karina.
En los años ochenta se vislumbraban ya cambios grandes, y yo quería seguir participando de mi música, que era y es mi profesión. Ellos no me dejaron, aunque yo todavía no sé quiénes fueron. Me pusieron muchos palos en las ruedas, y esas ruedas no dieron las vueltas suficientes, así que me tuve que bajar del carro y empezar a andar.
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¿Cómo salió adelante en ese complicado momento?
Con mucha fuerza interior y animándome a mí misma. Eso es lo que hago cuando me viene algún revés de la vida. Soy una persona optimista y veo el vaso medio lleno. Solamente pensé que la opinión de una serie de personas no suponía el total de la gente que a mí me seguía y que había comprado mis discos. Yo tenía el deber de luchar por la gente que me quería.
Para aquella época, yo tenía un club de fans inmenso. Toda esa gente, que tenía su carné y su número de socio, me decía que no los dejase. Tengo que agradecerles mucho a ellos, y también a los empresarios. No te hablo de empresarios televisivos o discográficos, porque esos siempre estaban reunidos. Yo te hablo de los empresarios de las actuaciones en directo. Gracias a ellos, siempre he tenido los veranos, desde mayo hasta octubre, con actuaciones. Siempre han contado conmigo, y todavía lo siguen haciendo. Si no hago más cosas es porque ya no me siento con muchas fuerzas, pero no porque ya no me llamen. Gracias a todas esas personas, y sin discos, he podido sacar mi vida adelante.
También encontró apoyo en las revistas del corazón. ¿Entiende la animadversión de algunos artistas hacia la prensa rosa?
La prensa rosa está ahí, y siempre te ofrece algo. Si te casas o nace un niño, ellos te ofrecen exclusivas. Hay incluso gente que es imagen de ciertas revistas. Yo al menos no siento ninguna animadversión hacia la prensa rosa, aunque sí puede que, en el caso del personaje de Karina, el tema no estuviera muy bien orientado. Estuvo un poco como un puzzle cuando se desarma. Las piezas estaban cada una por su lado, y hubo algo de confusión. Si hubiese sabido llevarlo mejor… Hay mucha gente que ha vivido y vive de eso. Yo hice algunas cosas, y ahí han quedado, aunque, en realidad, ese tampoco era mi fin. En los años ochenta, todo el mundo vendía exclusivas y podía salir adelante con lo que le ofrecían. Mi máxima era cantar, y nada más.
¿En algún momento se le subió la fama a la cabeza?
En honor a la verdad, yo creo que no, pero porque tuve una madre con los pies muy en la tierra. Ella era mi conciencia, mi Pepito Grillo. Pero sí es cierto que la fama te emborracha un poco. Aunque es muy efímera y no te puedes agarrar a ella, te llega a embriagar y a confundir. De pronto, hay una gran cantidad de gente que se acerca, alabándote y queriéndote muchísimo, cuando a lo mejor tú no has visto nunca a esa persona, o solo la viste un par de veces. Tú te lo crees y, después, cuando el árbol se cae, todos ellos huyen y ya no te quieren tanto. Ahí se quedan solamente los de verdad, que se pueden contar con los dedos de las manos.
¿Cree que supo invertir bien sus ahorros?
Sí, lo que pasa es que el dinero no se reproduce. Si vas tirando de él y no vas ingresando, se acaba. O si vas teniendo gastos grandes, como fue mi caso con una serie de temas judiciales y una enfermedad porque tuve un cáncer en el tiroides y me tuvieron que operar para quitármelo. Me lo hicieron en la clínica de Pamplona, donde estuve cerca de veinte días ingresada. Luego estuve como cuatro años con revisiones periódicas, hasta que me dijeron que ya solamente tenía que ir a revisión si me sentía mal o notaba alguna anomalía. Gracias a Dios, no he vuelto a tener nada y, muy de tarde en tarde, me hago una analítica y una revisión a fondo para ver cómo estoy. De momento, estoy bien, pero sí, esas cosas son muy caras. Mi madre decía que había un refrán que decía 'dichosos bienes que a su amo remedian', y a mí me han remediado mucho mis bienes.
¿Por qué tiene tan claro que el actor Carlos Manuel Díaz (padre de su primera hija, Azahara) ha sido el hombre de su vida?
Yo soy nueve años mayor que Carlos y, cuando lo conocí, me pareció sentir un flechazo. Él era una persona muy normal y amable, una persona joven pero con las ideas muy claras. En ningún momento se comportó conmigo como esas personas que te alaban demasiado. Siempre lo vi como un compañero de trabajo que me hacía sentir bien y me ayudaba a pasar los personajes, porque nosotros hicimos juntos una obra de teatro. Me fue ganando y, antes del año, nos casamos.
Cuando ya fuimos padres, le vi con nuestra hija con esa firmeza y esa presencia de padre, como la que yo tuve en mi niñez. Nuestra separación fue lógica, amistosa y sabiendo que cada uno tiene su manera de ser y que, muchas veces, esas maneras de ser no encajan. Eso no significa que 'te odie'. Eso significa que 'te quiero muchísimo, pero no podemos convivir'. Sin embargo, podemos ir al cine, podemos ir a un parque temático con nuestra hija, y también podemos irnos juntos de vacaciones. No hemos compartido lecho ni techo, pero hemos compartido muchas cosas. Hay un cordón umbilical que nos une muy estrechamente.
Dice que está cerrada al amor, pero me gustaría saber si en estos últimos años ha tenido pretendientes…
La verdad es que no. Ya hace casi dieciocho años que vivo felizmente sola. No estoy sola, pero me levanto cuando quiero, desayuno cuando tengo ganas y voy a mi aire. No quiero ninguna compañía. Tengo la compañía de Carlos, de mis hijas y de mis nietos. Me encanta ir con ellos a cualquier espectáculo de niños y verles esas caras de ilusión. Aunque el mayor, que tiene doce años y es hijo de Rocío, me dice que ya quiere ir a conciertos. Yo le digo que no se puede ir a conciertos, a menos que sean por la tarde, porque si no nos regaña la gente, y él se ríe.
Hace unos meses se quejaba de la falta de ofertas para actuar. ¿De qué vive hoy día?
Yo ya soy una persona jubilada y tengo mi pensión. Los dos años de pandemia han sido duros para todo el mundo. Como bien nos dicen los políticos, se trata simplemente de ajustarse el cinturón, aunque yo ya no tengo agujero donde apretar más. He hecho alguna televisión que otra, y estoy con lo de los vídeos de Instagram, que te pone de actualidad. Las televisiones se hacen eco de lo que publico ahí y entonces, de vez en cuando, me llevan a algún programa. Además, yo soy una persona un poco camaleónica, y me adapto con facilidad a las circunstancias. Tampoco soy una persona de grandes lujos. El mayor lujo que me he permitido en mi vida ha sido el de viajar. Cuando mis nietos sean un poquito mayores, haremos viajes maravillosos, porque a todos nosotros nos encanta París.
Un coleccionista le ofreció una gran cantidad por el vestido que llevó en Eurovisión. ¿Por qué se negó a vendérselo?
Aquel coleccionista me ofreció un millón de pesetas. Yo le di las gracias y le dije que no, porque el millón de pesetas me podía durar más o menos pero yo ya ese vestido lo perdía. Él me dijo que lo podía ver siempre que quisiera, y yo le dije que se trataba de un vestido que hicieron para mí, para mi actuación en Eurovisión, y que prefería tenerlo en casa, donde puedo verlo y abrazarlo cuando yo quiero. A veces, el dinero no lo es todo.
Poco antes del estallido de la pandemia publicó su último disco, Tú eres. ¿Volvería a embarcarse en una gira musical?
Me parece que no. No te lo digo al cien por cien, porque todo habría que verlo, pero las giras musicales son muy duras. Lo que sí te puedo adelantar es que hay un proyecto por ahí, que ojalá pueda ver la luz pronto, precisamente con mi ex, Carlos. Como él es actor, tenemos ahí la idea de adaptar mi biografía y convertirla en un musical, donde yo me subiría al escenario del teatro y contaría mi vida, cantando mis canciones. Si la cosa va por buen camino, no perdemos la esperanza de hacerlo para octubre o noviembre. Eso sí que lo haría. Me gustaría además estrenar en Madrid. Sería un proyecto interesante, hasta desde el punto de vista publicitario, por el hecho de verme a mí con mi ex (risas). ¡Yo ahí lo dejo dicho!