La localidad cántabra de Comillas se ha convertido en la tarde de este sábado 30 de julio en el escenario de una de las bodas más románticas del verano. Laura Corsini (31 años), fundadora de la marca Bimani y prima de Belén Corsini, condesa de Osorno, se ha casado con su novio, el empresario Javier Ibáñez.
Rodeados de un entorno idílico y con mucho significado para ambos, pues fue donde tuvo lugar la pedida el pasado octubre, los ya recién casados reunieron a sus familiares y amigos más allegados. Un día que ella misma definió como "el proyecto más importante de mi vida" junto al "hombre más increíble del planeta" en el que, como era de esperar, sorprendió con su vestido.
Por su gran relación con el mundo de la moda su look era muy esperado y Laura no defraudó. En vez de diseñar ella misma el traje, algo que podría haber hecho perfectamente, prefirió hacerle un homenaje a una de las personas más importantes de su vida, su abuela.
Minutos antes de pasar por el altar, Laura hacía acto de presencia en sus redes sociales para compartir el significado de esta elección tan especial. "Al decidir casarme con este vestido solo pensé en una cosa, la ilusión que me haría a mí y a mi familia. Y es que la moda no solo debería estar para el 'qué dirán'. La moda también existe para plasmar emociones y estoy a escasos minutos de vivir el momento más emocionante de mi vida con el vestido más especial. Que siempre gane la elegancia de la 'sencillez' como a ella le gustaba enseñarnos y como yo intento copiar", escribió. Se refería a su abuela Carmina, que en el año 1958 se dio el 'sí, quiero' con el mismo vestido, de blanco impoluto, cuello redondeado y manga francesa.
"Este vestido formó parte de una historia de amor que duró más de 60 años. Una vida repleta de cariño, admiración y respeto, como la que yo quiero empezar junto a Javier", desveló. Desde Bimani añadían que habían hecho falta más de 100 horas de trabajo para poner a punto el traje, reforzando las costuras y repasando el cuerpo para que luciera como nuevo.
Finalmente, pasadas las 17 de la tarde la joven hacía acto de presencia. Acudía a la iglesia de San Adrián, en Ruiseñada, montada en un descapotable que conducía su padre, el empresario Jacobo Corsini. Se la veía especialmente emocionada y con una gran sonrisa que mantuvo durante toda la jornada.