El pasado 28 de julio Anita Matamoros, la hija de Kiko Matamoros (65 años) y Makoke (52), celebraba su 22 cumpleaños. Una cifra muy especial para la que reunió a sus amigos y familiares más allegados en una fiesta que tuvo lugar en la terraza de su casa de Madrid. La joven decoró la vivienda para la ocasión y también preparó un menú a la altura: cigalas, gambas frescas, tortilla de patata y, por supuesto, tarta de cumpleaños.
Un día para el recuerdo que no solo le sirvió para celebrar su día, también para olvidar la mala noticia que recibía el día anterior. Según desvelaba en sus redes sociales, los médicos le habían puesto nombre a la dolencia que sufre en el cuello. "Ya tengo el resultado de la resonancia y la radiografía", comenzaba explicando en Instagram a sus más de 705.000 seguidores. "Tengo una hernia en las cervicales", afirmaba.
Pese a la mala noticia, pues es una enfermedad degenerativa, quiso verle el lado positivo y es que sus médicos le habían recomendado que no pasara por quirófano. "Pero bueno, me han dicho que no me opere, que siga cuidándome". A cambio, debe seguir yendo al fisioterapeuta y evitar "lo que sé que me hace daño en el cuello".
"Vuelvo en enero con otra resonancia y radiografía a ver si no ha empeorado", anunció a sus seguidores, que sin duda se quedaron preocupados ante la noticia. No es para menos, pues es un problema degenerativo y también congénito.
De todas las hernias, las cervicales son de las más comunes y se suelen diagnosticar en personas que tienen entre 30 y 50 años, es decir, más mayores que Anita Matamoros. Sobre sus posibles causas lo más habitual es que se trata de un traumatismo, un sobreesfuerzo o una lesión de cuello.
En cuanto a los síntomas, estos dependen de las personas, pero suelen aparecer de manera espontánea y pueden ser variados. Uno de ellos es el dolor en uno de los brazos, provocado cuando el disco herniado presiona un nervio cervical, que irradia el dolor hasta la extremidad. Además de dolor, también se puede notar hormigueo o entumecimiento. Pero hay otros como dolor de espalda o en la pierna, pérdida de sensibilidad en las piernas o problemas de control de la vejiga e intestinos.
Hay varios tratamientos posibles. Uno de ellos es el que le ha aconsejado a Anita, el conservador, evitar las posiciones dolorosas y hacer ejercicios para fortalecer la musculatura. Por otra parte, también hay tratamientos farmacológicos que evitan los dolores que provoca y, para los casos más graves, la cirugía.
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Este procedimiento se lleva a cabo con los pacientes a los que los tratamientos conservadores no les funcionan. Se puede llevar a cabo de diferentes maneras, por ejemplo extrayendo la parte externa del disco o fusionar las vértebras con elementos metálicos. En casos extremos también se pueden implantar un disco artificial.