Está algo sorprendido por la repercusión que ha tenido la presentación oficial que de él ha hecho su madre en redes sociales, porque su vida siempre ha estado un poco al margen de los medios. Sin embargo, Frank Mayor (29 años), el hijo de Esther Arroyo (54), ha accedido a hablar con EL ESPAÑOL sobre sus múltiples facetas artísticas.
Haciendo un alto en sus días de descanso, en los que aprovecha para estar con la familia después de varios años de ausencia, el joven no desea ser conocido como el típico "hijo de", sino que aspira a poder desarrollar su carrera con calma y en libertad. Aún es alguien poco conocido para el público, pero tiene muchos proyectos en mente a través de los cuales logra ir cumpliendo sueños.
Mientras llega su gran momento, Francisco José Mayor Arroyo (su verdadero nombre) sigue formándose y explorando nuevas formas de expresar su arte. La danza, la música, las artes marciales y unos vistosos números con fuego son algunas de las cosas que se pueden ver en su perfil de Instagram.
Está en España de vacaciones, pero vive desde hace cuatro años en Australia. ¿Qué le llevó allí?
En realidad primero fui solo de visita, pero la naturaleza del país y sus gentes me cautivaron, así que al final me quedé a vivir. He estado trabajando en el campo para que me extiendan la visa y gracias a eso he ido ahorrando para poder construirme un estudio de música en mi furgoneta, que es donde realmente vivo. La verdad es que puedo decir que estoy cumpliendo un sueño.
El recibimiento por parte de tu familia y especialmente de tu madre no pudo ser más emocionado.
¡Sí!, es genial verlos nuevo. No les dije que iba a venir, aparecí para darles una sorpresa, fue muy emotivo. Es una experiencia muy interesante volver a mi hogar de origen después de viajar tanto tiempo. Pone en perspectiva cuánto he crecido, y cuánto me queda por crecer.
A través de lo que publica en sus redes se puede ver que es un espíritu libre. ¿Cómo se definiría?
Efectivamente, soy un espíritu libre, condenado a crear, pero libre de crear lo que realmente siento. Diría que soy como un lienzo solamente limitado por el marco, pero con libertad total y muy creativo. Mis medios principales son la música y la danza, aunque también me dedico al diseño y animación en 3D.
Ha vivido siempre al margen del ojo público pese a tener una madre tan conocida como Esther Arroyo. ¿Nunca se había planteado eso de tirar de contactos familiares para dar visibilidad a su arte?
Reconozco que nunca me ha interesado ser una persona pública, sobre todo no me interesa que me conozcan por ser hijo de nadie. Estoy empezando a producir mi propia música, y en cuanto saque mis temas sí que me gustaría visibilidad para compartir mi arte con la gente. Pero tampoco me obsesiono con tirar de la popularidad de mi madre para ello. Si mi arte es bueno, brillará por si solo.
En su perfil de Instagram revela que también es actor, así que sigue la saga familiar...
Realmente la interpretación es algo que me acabo de plantear este verano, todavía no he hecho nada.
¿Quiénes son sus ídolos?
En cuanto a música, nombraría a grupos como Pink Floyd, Metallica, y a músicos de metal progresivo como Devin Townsend. Me gusta lo claro y lo oscuro, lo suave y lo duro, electrónico y acústico, siempre cuando que sea apasionado y auténtico. Al final se trata de eso, de ser auténtico, fiel a uno mismo. La expresión real de la experiencia de la vida de uno no se puede diseñar, solo traducir. Desafortunadamente eso escasea y es lo que más necesitamos.
¿Cómo definiría su música?
Tiene elementos de orquesta, metal progresivo, funky, hindú, tibetano, psytrance... Creo que es un concepto bastante nuevo. Me inspiro en la naturaleza, tengo una guitarra plegable, la cual llevo siempre conmigo cuando viajo o me voy a explorar algún paraje natural. Cada paisaje tiene un mensaje, una sinfonía, un sentimiento. Y esto es lo que canalizo a través de mi guitarra y mi voz.
Sus danzas también llaman la atención.
Yo me pierdo y me muevo al ritmo de la naturaleza. Empecé a usar mi cuerpo a través de las artes marciales orientales, me atrae mucho su filosofía, su elegancia y su versatilidad. He estado en escuelas de Kung-fu, Taichi y Aikido. Con el tiempo me estoy abriendo a otras formas de moverme con la Capoeira o la danza del vientre. Si es bello, lo intento. Aunque con lo que más fluyo es con un "bo" o vara en mis manos.