Ya lo anunciaba hace dos semanas Fabiola Martínez (49 años): "Tengo a mi hijo en un campamento. Necesita un poquito de disciplina". Entonces, ningún otro dato se deslizó del lugar donde el adolescente pasa una parte de sus vacaciones verano. Hasta ahora. El padre del joven, Bertín Osborne (67), ha desvelado en sus redes sociales los detalles del campamento militar en el que Carlos (14) aprende valores y disciplina.
Ubicado en Navacerrada, en la sierra madrileña, está impartido por veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, militares profesionales con muchos años de experiencia en la milicia y monitores titulados. Poco o nada tiene que ver con una simple excursión donde pasarlo bien y divertirse, esta experiencia va mucho más allá. La foto que ha compartido el presentador es elocuente.
Carlos aparece vestido con uniforme de campaña, durante una de las visitas que le ha hecho su padre, y ambos posan junto a una gran bandera de España. "Aprendiendo valores", escribe un orgulloso Bertín, encantado de la decisión que él y Fabiola han tomado para la formación del benjamín de la familia.
El Campamento Cívico-Militar El Gran Capitán deja muy claros cuáles son sus objetivos. "Enseñaremos a los jóvenes no sólo aspectos propios de las Fuerzas Armadas, sino también maneras, formas y educación dentro del cuartel y en la vida civil. Les enseñaremos nociones prácticas y básicas de derecho, para que conozcan las reglas del juego en la sociedad", especifican en su página web.
Carlos y el resto de sus compañeros viven en la finca Santa María de los Almorchones, con una extensión de 42 hectáreas, en un parque natural protegido donde se realizan las marchas y entrenamientos. En el interior hay dormitorios tipo barracón con filas de literas, unos para chicos y otros para chicas, lavabos y duchas también separadas por sexos.
En cuanto a las instalaciones deportivas, cuentan con una gran piscina exterior, rocódromo, tirolina, campo de fútbol y pista americana. El precio que Bertín y Fabiola han tenido que pagar es de 600 euros por semana para que Carlos pueda formar parte de este campamento juvenil de verano, que los responsables definen así: "Estilo militar, tradición y valores eternos, trabajo esfuerzo y entrega".
En cuanto a las actividades que se realizan, hay un poco de todo. Lo primero que se destaca en el ideario es el especial cuidado que se pone en la educación, el aseo personal y la corrección en el trato con los compañeros y superiores. Los monitores, instructores y personal directivo comen y conviven con los cadetes a todas horas.
Se les dan clases de derecho civil, constitucional y penal y se les enseñan los derechos y deberes del ciudadano y cómo ejercerlos. Deben realizar un curso de primeros auxilios en la piscina y se les los conceptos básicos y formas de defensa personal, de mano de un escolta privado y diplomado en seguridad.
También tienen sesiones de deporte diario, técnicas de orientación y supervivencia, además de escalada y rappel. Pasan revista para que sus uniformes estén perfectos, aprenden a respetar la escala de mandos, hacen marchas de endurecimiento en exteriores, practican puntería... Un entrenamiento militar en toda regla, donde también hay cabida para los juegos y la diversión.
Aunque pueda parecer muy duro, los responsables del campamento disipan dudas. "Los chicos y chicas no harán ejercicios que sean inapropiados para su estado físico, que les creen riesgos desmesurados, ni que sean especialmente extenuantes. No estamos en una unidad operativa del ejército y creemos firmemente en despertarles a la realidad y fomentar el trabajo en equipo y la camaradería. Harán servicios propios de cuartel–academia militar de formación, con las matizaciones necesarias, pero los harán. Coserán, lavarán su ropa, barrerán, vigilarán el sueño de sus compañeros y aprenderán a pertenecer y a deberse alguien más que así mismos", aseguran.