Si se tuviera que escribir el guion de un culebrón, Isabel Preysler (71 años) tendría un puesto de honor. Como el rol de reina de corazones que se ha creado a lo largo de estas últimas cinco décadas, Isabel no tiene a -casi- nadie que le haga sombra, aunque en su trastienda tiene unas cuantas que, cuando menos, no deberían dejar indiferentes a nadie.
Si se traza el perfil de su personaje estaría en el bando de Alexis Carrington -Joan Collins- en Dinastía o Angela Channing -Jane Wyman- en Falcon Crest, aunque sin tanta maldad. Pero… ¿a qué se debe que Isabel Preysler no se lleve bien con los hijos de sus exmaridos?
"No es que se lleven mal porque a Isabel no le gustan las fricciones ni montar jaleos. Con todos los hijos de sus ex ha habido más que nada pasotismo", afirma la periodista María Eugenia Yagüe, "aunque con los de Boyer -Miguel y Laura- han terminado con mucho desafecto e indiferencia".
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A pesar de que no la consideran una persona mala, las referencias hacia la Preysler en el ámbito afectivo con respecto a quienes no son de su sangre se resumirían en una sola palabra: frialdad. Así lo atestiguan varias personas que la conocen desde hace varias décadas.
La leyenda de la técnica del carrete lejos de haberse borrado en un pasado ya pretérito forma parte intrínseca de la personalidad de la Preysler cuando se habla de seducción. A finales de los ochenta, Jesús Mariñas había bautizado las dotes amatorias orientales de nuestra protagonista como esa técnica que, al igual que las telas de araña, las presas caen ante el perfume embriagador de la cazadora. Véanse los casos de Carlos Falcó, Miguel Boyer y Mario Vargas Llosa (86).
Con este último seguirán coleando ríos de tinta rosa. El 10 de junio de 2015, el autor de La ciudad y los perros (1963) se convirtió en un nuevo personaje del culebrón del corazón. Tras celebrar las bodas de oro con su prima carnal Patricia Llosa (78), Mario dio carpetazo a la historia de amor para irse con Isabel. Desde ese momento, los tres hijos del escritor, Álvaro (57), Gonzalo (56) y Morgana (48) pusieron una cruz a la versión postmoderna de Elizabeth Taylor, cuando la actriz de los ojos violeta robó a Debbie Reynolds, su amiga del alma, a su marido, Eddie Fisher.
Desde el inicio de la relación, que ha durado casi ocho años, quien se mostró más crítico fue Gonzalo, el primero en rechazar y criticar negativamente el amorío de su padre. Actualmente es representante del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados en Europa y siempre ha sido tremendamente discreto, pero a sus más allegados no pudo reprimirles sus sentimientos de rabia y tristeza.
Álvaro siempre ha estado al lado de su progenitor por aquello de que también se dedica a la literatura, en todo momento ha sido diplomático, pero también estaba en contra. Al igual que su hermana, reconocida fotógrafa que prefiere mantener un perfil bajo y que también se mostró contrariada por los sucesos. Los tres condenaron verbalmente la actitud de Preysler y ahora, tras la polémica por la ruptura, una de las amigas del primogénito asegura a EL ESPAÑOL que "los tres se alegran del final".
Ninguno de ellos tuvo acceso a la mansión de 2.000 metros cuadrados que Preysler posee en Puerta de Hierro, tenían la entrada vetada, de ello se encargaba el guarda de seguridad apostado en la puerta, y siempre han evitado coincidir en eventos sociales por muy literarios que fueran. Desde el primer momento, la ex de Julio Iglesias (79) quiso mantener distancia. Como es costumbre en su modus operandi ejerce el control de forma perpetua.
Tal y como confesó Jaime Peñafiel (90) a quien escribe estas líneas: "Isabel siempre ha manipulado mucho la información, más que lista es inteligente. La conozco muy bien. Ella misma es su mejor relaciones públicas, sabe mover muy bien los hilos, utiliza a la prensa en su propio beneficio, administra muy bien sus tiempos y ahí sigue después de tantos años".
La guinda del pastel ocurrió con los descendientes de su segundo marido, el exministro Miguel Boyer, fallecido a consecuencia de un ictus en septiembre de 2014. La llegada de Isabel cogiendo de la mano a Hugo, nieto de su marido, llamó poderosamente la atención de su madre, Laura Boyer Arnedo, al afirmar a su entornó más cercano que aquella actitud le parecía reprobable ya que Isabel solo buscaba la atención mediática. Como dijo Peñafiel, se trataría de una técnica de manipulación.
Tanto Laura como su hermano Miguel, fruto de la relación del intelectual con su primera esposa, la ginecóloga Elena Arnedo, fallecida justamente un año después, no tuvieron ningún trato con su madrastra, sobre todo, a raíz de su boda el 2 de enero de 1988. La situación se recrudeció cuando Boyer tuvo el ictus en febrero de 2012. Siempre hay varias versiones contradictorias en una historia de dimes y diretes.
Mientras los hijos de Boyer aseguraban que Isabel no les dejaba visitar a su padre postrado en una cama, la socialité argumentaba todo lo contrario. No existen fotos de las visitas de Laura y Miguel, sin embargo, una conocida periodista de la prensa rosa afirma que "en cierta ocasión Laura acudió a su casa y le hicieron esperar más de una hora mientras Isabel se levantaba de la cama". Ese desdén era constante.
Lo más duro fue afrontar el tema de la herencia. Laura y Miguel apenas percibirían nada. De hecho, el primogénito del exministro de Economía y Hacienda acusó a la viuda de haber dejado "pelado" a su padre, que hace cuatro décadas compró al empresario Fernando Fernández Tapias por 90 millones de pesetas (540.000 euros de la época) el terreno de Puerta de Hierro donde se erige el refugio de la Preysler, valorado en cerca de 10 millones de euros.
Miguel Jr., sin pelos en la lengua, confesó al digital OKDiario que "según a quien te arrimes, te arruina la vida". Lo hizo en referencia a las últimas voluntades de su padre por las que Miguel y Laura recibían una parte de los 6.000 volúmenes de la biblioteca, tres coches de escaso valor, así como deudas y facturas correspondientes a los cuidados médicos. Ambos estaban decepcionados con su tío Christian, el albacea que veló más por los intereses de la viuda que por el de sus sobrinos, según afirmaron estos últimos. Ana Boyer (33), la hija que Isabel tuvo con Miguel, tampoco ha tenido una relación fluida con sus hermanos mayores.
Eso marca la diferencia con respecto a Tamara Falcó (41), que siempre ha hablado cariñosamente de sus otros hermanos mayores por parte de padre, Xandra (56) y Manuel (58), nacidos de su primer matrimonio con Jeannine Girod, que abandonó al V marqués de Griñón por Ramón Mendoza, presidente del Real Madrid que también tuvo un affaire con Naty Abascal (79).
Cuando el matrimonio Falcó-Preysler se trasladó al chalé pareado de la calle Arga 1 en El Viso, Xandra y Manuel también convivieron durante un tiempo con ellos, "cuando eran pequeños, pero como la casa era alta y estrecha, cada uno vivía en plantas diferentes que no eran muy espaciosas. Con ambos se llevaba regulín", alega Yagüe. En aquella época, la tata de los niños publicó unas jugosas memorias en ¡HOLA! donde confesaba que el trato de Isabel hacia ellos era frío.