"La vida da muchas vueltas, y dicen que la mía da para escribir un libro", confiesa Óscar Tarruella (52 años) en las primeras páginas de Diario de un agente de homicidios, su debut literario, que sale a la venta el 27 de abril y que ya está posicionado en los primeros puestos de las listas de ventas. En él, además de hablar de crímenes, que es lo suyo, el investigador, colaborador televisivo, exrepresentante y expareja de Mónica Naranjo (48) hace un repaso a su vida revelando aspectos muy privados y personales.
Pero no sólo leyendo entre líneas de su libro se le puede conocer mejor, también a través de sus mensajes y reflexiones en redes, donde es bastante activo. Se define como "rebelde y tozudo" en el trabajo y asegura que no es "una persona de trato fácil", probablemente por una arrolladora energía que ha tenido desde niño y que le llevaba a distraerse con facilidad. Pronto descubrirían la verdad: tiene altas capacidades.
"Mi madre, agotada por toda la energía que yo desbordaba, me apuntó a judo con tres años. Ahí empecé una carrera como atleta de las artes marciales y llegué a ser competidor de peso medio en full contact", cuenta en la introducción. Su imponente físico ya auguraba que el deporte es una de las grandes necesidades de su rutina desde hace décadas. Como también lo es su familia y en especial su madre.
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Ella es la mujer más importante de su vida, su referente y el espejo el que mirarse. Son constantes las referencias a su persona y los homenajes que le hace en sus redes sociales. "Mi madre nos educó bajo unos valores que eran el vivo reflejo de su personalidad bondadosa, empática y luchadora. Pero uno de los consejos que más ha calado en mi manera de relacionarme con los demás es: 'No sientas, ni trates a nadie como si fuera inferior o superior a ti", confiesa. También su hermana, a quien está muy unido y a la que apoya en su dura enfermedad, pues sufre una distrofia muscular que la apartó de los escenarios de baile. Ahora más que nunca ambas son su prioridad, pues Óscar acaba de perder a su padre, un golpe durísimo que ha recibido en plena promoción de su libro.
Falleció a principios de abril y le despedía con una emotiva frase: "Adiós, padre, has luchado hasta el final como un vikingo. DEP". Una semana más tarde abría su corazón para explicar exactamente cómo se sentía: "La semana pasada fue una de las peores de mi vida. Ver a mi padre sufrir durante días sin poder aliviar su dolor. Ver a mi madre despedir al amor de su vida después de todo lo vivido. No sé cómo procesarlo. Estoy devastado. Estoy muy tocado emocionalmente con el fallecimiento de mi padre".
Él era también uno de sus grandes pilares, del que admiraba su valentía y principios. Era un empresario catalán afincando en el País Vasco, donde dirigía una fábrica textil, y se vio obligado a cerrarla y volver a Barcelona con su familia presionado por ETA; se negó a pagar el impuesto revolucionario. "Una de las cosas que admiro de mi padre es la decisión que tomó, afrontando con miedo y dignidad la negativa ante tal impuesto", escribe Tarruella.
En este árbol genealógico falta su hijo Aitor, al que tuvo siendo muy joven. El joven se mantiene totalmente alejado de la esfera pública y, por supuesto, de la traumática separación que protagonizó su padre en 2018 tras romper con la cantante después de quince años de relación.
Es diseñador digital, trabaja en la Ciudad Condal, y comparte gustos musicales y estéticos con Óscar; ambos adoran la música de Depeche Mode. No hay ni rastro de él en sus redes sociales, pues el investigador respeta al máximo su privacidad. Sí comparte mil y un momentos de otro compañero de vida muy especial, su perro Paco, un precioso teckel que tiene su propia cuenta de Instagram en la que Óscar va narrando sus andanzas.
Tarruella, conocido por sus participaciones en programas como Espejo público y por ser uno de los investigadores que más ha seguido el caso Mario Biondo, es un apasionado del deporte y también de los tatuajes. Lleva gran parte de su cuerpo decorado con motivos tradicionales japoneses de vistosos colores: brazos y espalda. Por casualidades de la vida su afición por este arte fue crucial en la detección de unos bultos sospechosos bajo su piel que le hicieron temer que tuviera linfoma de Hodgkin, un tipo de cáncer que había padecido su madre. "No me apetece recordar todo lo que aconteció a continuación, pero les aseguro que le estaré eternamente agradecido al doctor Fidel Espinosa. Hoy estoy aquí para contarlo", narra en su libro.
En cuanto a su vida sentimental, tras separarse de Mónica Naranjo, a principios de 2019 conoció a otra mujer con la que rehizo su vida. Se llama Lidia y la nombra al principio de su libro agradeciéndole "ser mi luz entre las sombras". Feminista declarado y luchador incansable por esclarecer la verdad de sus casos, Óscar Tarruella confiesa que escribir su primer libro ha sido terapéutico: "Mi terapeuta me aconsejó aceptar la propuesta de la editorial. ¿Se preguntan si voy al terapeuta? ¡Claro que sí! ¿Se piensan que uno podría ejercer este trabajo sin volverse loco?", escribe.