Desde hace casi tres décadas, el Padre Apeles (56 años) sigue sin dejar indiferente a nadie. Aunque vendió su piso de Barcelona donde tenía por vecina a la princesa Alexia de Grecia (57) y se mudó a Roma, este peculiar personaje se escapa siempre que puede a nuestro país y si es para asistir a un sarao, mucho mejor.
En abril disfrutó de la Feria de Sevilla y hace unos días regresó de Los Ángeles donde se perdió entre las lujosas mansiones de las celebridades que habitan en Beverly Hills. En estos momentos se encuentra inmerso en la grabación de su nuevo programa de entrevistas de actualidad en Canal 4, que tiene una gran repercusión, sobre todo, en Cataluña y Mallorca.
Antes de entrar al plató, el Padre Apeles atiende a JALEOS para conversar sobre su vida y la de otros, como su íntima amiga Rocío Carrasco (46).
En alguna ocasión ha confesado que "la televisión me pide lo que no puedo darle y yo pido a la televisión lo que no me va a dar”, ¿qué le ha dado esta vuelta a la pequeña pantalla?
Continúo pensando lo mismo. La televisión ha cambiado mucho y yo también. Yo ya estoy retirado y finiquitado, aunque una vez al mes grabo unas entrevistas para una cadena que se ve en Cataluña y Baleares que me lo he tomado como un pequeño divertimento.
Hace 30 años de su debut en televisión con Dret a parlar, ¿qué ha sido lo mejor y lo peor de esta evolución?
Los inicios fueron muy apasionantes delante y detrás de la cámara ¡Aprendí tanto! Me gustó muchísimo y gusté a los espectadores. Después cambiaron sus gustos y ya no eran compatibles con los míos. Creo que se evolucionó a peor.
[El Padre Apeles se confiesa: "He llegado a la ruina con mi propio esfuerzo"]
¿Está de acuerdo en que se denominen telebasura a algunos de los programas en los que ha participado?
Estaría de acuerdo siempre y cuando se reconozca que también vivimos inmersos en política basura, cine basura, literatura basura… De todos modos no deja de ser una etiqueta elitista porque, de hecho, la mayoría de los espectadores en un momento concreto optaron mayoritariamente por un determinado tipo de programas.
¿Qué aprendió del polémico Javier Sardá?
De él aprendí mucho ya cuando estaba en el programa radiofónico La ventana, pero destacaría el ritmo en las intervenciones, el sentido del humor, el trabajo minucioso…
¿En qué momento vital se encuentra?
En el ocaso. Con delicada salud y fatigándome enseguida.
¿Qué otros proyectos hay en marcha?
Ya ninguno. Duermo mucho, leo todo, rezo por mis pecados, paseo poco, como mucho, sigo al detalle la actualidad, voy a conciertos, cenas, conferencias… y espero el final, como todo el mundo.
¿Se considera un friki?
Desde luego muy convencional nunca fui (ríe)...
Dicen que Rocío Carrasco es la que se ha cargado Sálvame. Su docuserie ha creado polémica. ¿Ha hablado con ella? ¿Qué piensa de todo lo que está haciendo su hija?
El final de Sálvame no tiene nada que ver con ella. El programa duró muchos años, la fórmula estaba agotada hace tiempo y los gustos de los espectadores cambian. De todos modos no creo que vayan a encontrar fácilmente otra fórmula de éxito. Nunca he querido pronunciarme sobre ningún aspecto de la vida de mi amiga Rocío. La quiero muchísimo y me duele todo aquello por lo que ha tenido que pasar. Espero que algún día consiga ser algo feliz.
¿Por qué le gusta tanto los saraos y con quién se lo ha pasado mejor?
Siempre me han gustado mucho las fiestas. Uno de los mejores aspectos de ser un personaje famoso es que se puede acudir a muchas (risas). Los años que viví en Madrid fueron maravillosos. En Roma hay otro tipo de eventos, pero también son muy agradables. Me lo he pasado bien con mucha gente.
¿Qué personajes le atraen en la actualidad?
Hace tiempo que no me relaciono con muchos personajes. A los nuevos ya ni los conozco. Me gustan los de siempre como Plácido Domingo, Teresa Berganza, Julio Iglesias, Susanna Griso, Rafa Nadal, Sonsoles Onega, Norma Duval, el padre Ángel y, por supuesto, Rocío.
¿Cómo vivió el escándalo tras la muerte de Gina Lollobrigida con su hijo Milko y Javier Rigau?
Últimamente no había visto a la Lollobrigida y, de todos modos, tampoco tenía confianza como para hablar con ella de temas personales. Pero todo el asunto de Rigau me pareció siempre una pena. El amor sí tiene edad y me repugnaría que alguien se pudiese aprovechar de una persona mayor. Ojalá la fortuna hubiese acabado en manos de alguna organización benéfica.
Confiese, ¿sus últimos pecados?
Haber tardado un montón en poder contestar a esta entrevista, pero entre la Feria de Sevilla y mi viaje a California pues me he ido rezagando (carcajadas).