Cuando se trasladó de la capital hispalense a Madrid, Carmen Sevilla vivió de soltera en El Viso y cuando se casó en 1961 con su primer esposo, el compositor Augusto Algueró, se instalaron en el Paseo de la Castellana. Con él tuvo a su único hijo, Augustito (58). Sin duda, dos de las zonas más elitistas de la capital que en un tiempo ya pretérito también habitaron Ava Gardner, el general Perón y Laura Valenzuela.
A diferencia de la mayoría de sus coetáneas, Carmen Sevilla no supo lo que era la miseria. Su progenitor fue Antonio García 'Kola', un renombrado compositor de coplas que colaboró con el insigne Rafael de León cuyas canciones cantaron Miguel de Molina, Imperio Argentina o Estrellita Castro, a la sazón madrina artística de Carmen. Cuando don Antonio falleció en 1987, su única hija empezó a cobrar los royalties de todos los temas. Al menos, la parte proporcional ya que tenía otros dos hermanos, Antonio y José.
Su primer papel importante en el cine fue en Jalisco canta en Sevilla (1949) junto a su adorado Jorge Negrete, pero no lograría hacerse millonaria gracias al cine hasta que firmó con Suevia Films, la productora afín al régimen fundada por el gallego Cesáreo González, cuyo primer contrato se firmó en Chicote. La relación entre el empresario y la actriz pasó por diferentes períodos de bonanza ya que en ese primer contrato se estipuló que la Sevilla cobrara algo más de un millón de pesetas por tres películas, Violetas imperiales (1952), Pluma al viento (1952) y Gitana tenías que ser (1953).
Posteriormente habría otro tipo de acuerdos por filmes concretos como El
balcón de la luna (1962), también protagonizada por sus íntimas Lola Flores y Paquita Rico. Como las tres eran ya grandes estrellas, para que sus nombres no destacaran uno por encima del otro en los títulos de crédito, el productor decidió ponerlos en forma de aspas de molino en movimiento. De esta manera, ninguno de los egos quedaba herido. Esta original forma de anunciar a las actrices es única en la historia del cine.
Como uno de los rostros más bellos de la historia del cine por el que cayeron rendidos Charlton Heston, Yul Brynner, Cantinflas y los multimillonarios Lucho del Villar o Carlos Eleta, la actriz siempre fue consciente del poder que tenía. Exigió los mejores diseñadores, se alojaba en hoteles de lujo en los rodajes y, a pesar de que su matrimonio con Algueró estaba jalonado de infidelidades (Noelia, Blanca Estrada, Ornella Mutti, Bárbara Rey), a la protagonista de Rey de reyes (1961) sólo le interesaba ganar dinero. Siempre le ha gustado tener billetes y tenía fama de tacaña, aunque gran parte de su entorno lo desmiente al afirmar que era tremedamente espléndida, quería con tanta locura a su hermano Pepito que quería que parte de su herencia fuera para él; y solía invitar a sus seres queridos a cenar en Zalacaín, su restaurante preferido.
Tras separarse de Algueró en 1974 se fue a convivir con Vicente Patuel, por entonces un rico empresario propietario de varios cines en la Gran Vía. Mientras construían su amor vivían discretamente en un lujoso piso de la capital, hasta que en 1978 él dijo basta. Consciente de lo que se cocía en la profesión y a tenor de la extenuante beldad de su pareja, Vicente le dijo que abandonara el cine para siempre. Rostros fue su último filme.
A partir de ese momento decidieron cambiar su ritmo de vida. Vicente vendió gran parte de su patrimonio para invertirlo en una finca de 727 hectáreas llamada Los Valles en Herrera del Duque (Badajoz) donde medio secuestró a la que iba a ser su esposa. Como la Ley del Divorcio no se aprobó hasta 1981, la pareja vivía en pecado.
Aquella finca que prometía ser el paraíso de la pareja no tardó en convertirse en un gran quebradero de cabeza porque las deudas se amontonaban encima de la mesa. Carmen no trabajaba y Vicente se había fundido prácticamente lo que poseía.
Estaban prácticamente en la bancarrota. ¿La única solución? Negociar con una revista del corazón su futuro enlace civil. Jaime Peñafiel (91) acudió en su rescate a sabiendas que las revistas del corazón les iban a pagar una millonada por la exclusiva de la boda. En 1985, el veterano periodista había dejado su trabajo como redactor jefe en ¡HOLA! para irse a La Revista, fundada por Antonio Asensio, creador del Grupo Z.
A pesar de que la memoria es caprichosa, Peñafiel recuerda como si fuera ayer cómo se gestó todo. "A Carmen la conocía de toda la vida -apostilla Peñafiel- y negocié con ella la exclusiva porque todo el mundo la quería al ser la mujer más popular del país. Les adelanté 10 millones de pesetas porque la finca se la iban a embargar. En un momento dado Vicente me pidió más dinero, vino a mi despacho y puso una pistola sobre la mesa y me dijo: 'O me das más o me suicido'. Fue muy desagradable. Patuel era un tío muy especial. No se habían divorciado y me estaban sacando dinero a mansalva".
Tenía tanto miedo de que le reventaran la exclusiva que ni tan siquiera los novios sabían dónde iban a casarse. "No me fiaba de Carmen, de Vicente, de Augustito, busqué a una persona que le hiciera el traje y la celebramos en la finca de un amigo mío en Arcos de la Frontera", matiza Peñafiel. Al final, el editor soltó 40 millones de pesetas (240.000 euros).
Aunque hicieron bastantes reportajes en la finca muy bien pagados, nada era suficiente para tapar por completo los agujeros. La desesperación era máxima. Llegó un momento en el que Patuel tuvo que dar su brazo a torcer para que su esposa se pusiera a trabajar, pero con la condición de que no volviera a hacer cine. En esta ocasión, su otro valedor se llamó Valerio Lazarov, el productor y realizador de origen rumano que logró sacarles de la ruina.
Cuando se creó Telecinco en 1990 se necesitaba tirar de rostros clásicos para rentabilizar el canal privado. Y ahí fue cuando Lazarov le propuso al matrimonio un suculento contrato de 300.000 pesetas para que Carmen presentara el Telecupón (1991-1997). Los ojos les hicieron chirivítas porque aquella cantidad mensual les iba a venir muy bien para saldar algunas deudas, pero la sorpresa no tardaría en llegar ya que el salario era por día. A Patuel se le apareció el Señor.
La simpatía a raudales de Carmen engatusó a millones de personas que esperaban noche tras noche la aparición de la estrella que lo mismo aparecía en zapatillas que se confundía con los nombres. Todo estaba orquestado. Carmen era muy lista. Entre bambalinas sabía lo que iba a funcionar y lo que no. El programa volvió a rejuvenecerla, las generaciones jóvenes la adoraban, su cuenta corriente crecía y los contratos publicitarios se le amontonaban sobre la mesa. Promocionó objetos de plata de la empresa catalana Cunill, lanzó sus propias fragancias (Mis ovejitas, Embrujo), amadrinó restaurantes, posaba en photocalls e incluso se dejó caer en Port Aventura en épocas navideñas.
El dinero obtenido supo invertirlo en ladrillo. Compró un pisazo de 220 metros cuadrados en la exclusiva calle Pintor Rosales de Madrid -su última aparición pública fue el día de su 81º cumpleaños en las puertas de su domicilio- invirtió en un inmenso ático en Marbella porque allí solía acudir para adelgazar en la Buchinger y adquirió varios pisos en Málaga y Sevilla que tenía alquilados.
Carmen estaba en racha. Lo más gordo vendría unos años después cuando TVE la contrató para presentar Cine de Barrio (2004-2010). Su contrato fue bastante polémico porque recibió 24.000 euros semanales. Cuando el alzhéimer empezó a hacer mella en ella le pasó la batuta a Concha Velasco (83). En la última década, Carmen ha estado atendida en la exclusiva residencia de mayores Aravaca Orpea (Madrid) cuyo coste mensual ronda los 5.000 euros. Augustito es el único heredero del vasto patrimonio de su progenitora y en su momento heredó un porcentaje de los derechos de autor de su padre ya que no hay que olvidar que la mayor parte fue a parar a su viuda, Nacha. Se calcula que el único hijo de la actriz y presentadora podría heredar 10 millones de euros.