Ha sido la boda del año, sin duda, y pese a ser una exclusiva muy bien pagada y haber bastante hermetismo, lo cierto es que han trascendido muchos detalles de la ceremonia. Entre las muchas anécdotas que se vivieron en la tarde-noche del sábado 8 de julio hubo una que pudo acabar en tragedia. Durante la misa, las velas prendían la casulla del sacerdote José Luis que empezaba a arder. Afortunadamente, la intervención de una persona evitó la tragedia.
Se trata de Alejandra Onieva (31), que muy pendiente de lo que sucedía en el altar, se percató de lo que estaba sucediendo y apagó la llama a manotazos. Ella fue la verdadera heroína del día. Tras este percance, que provocó unos instantes de tensión entre los asistentes, la misma continuaba con normalidad y todos respiran tranquilos.
Sin embargo, aún pasarían más cosas. El padre Cruz, que fue otro de los curas oficiantes, tomaba la palabra en un momento de la liturgia y sufría un pequeño lapsus en cuanto a los nombres. Se dirigió al novio como Álvaro, en vez de Íñigo, lo que provocó las risas espontáneas tanto de Onieva como de los invitados.
El nuevo marqués consorte de Griñón fue el gran protagonista de la ceremonia, con permiso de la novia, y de la fiesta posterior. Se emocionó al ver a Tamara llegando al altar con su vestido diseñado por Wes Gordon y no puedo contener las lágrimas. Le dedicó numerosos gestos de amor y no dejaba de mirarla embelesado. Empezando por los gemelos que abrochaban su camisa, con la inicial de su ya esposa, hechos por su tío, el joyero y escultor José González Onieva. Él fue también el autor del brazalete que Íñigo le regaló a su prometida en la pedida. De este modo le rendía su primer homenaje.
Pero sin duda, la gran sorpresa de la noche fue el espectáculo de 200 drones que había preparado y que proyectaron sobre el cielo de El Rincón distintas imágenes, desde un corazón hasta un palacio y también sus respectivas iniciales, además de la frase: "Love is in the air", el amor está en el aire. No hay duda de que Íñigo quiso demostrar a la hija de Isabel Preysler que casarse con ella ha sido un sueño cumplido. Pese a los problemas que han tenido durante su noviazgo, ha logrado reconducir las cosas. "No ha sido fácil llegar", decía antes del enlace.
Los pajes de la ceremonia fueron los hijos de Ana Boyer (34) que también dieron momentos divertidos. Mateo (2) no paraba de jugar con las arras durante la misa, quizá un poco aburrido debido a su corta edad. Lo que no se ha desvelado es el secreto mejor guardado de la gran boda: el vestido de Tamara Falcó. Se sabe que está inspirado en una de las musas royal de la elegancia, Grace Kelly, y que llevaba velo cubriendo su rostro y una espectacular tiara familiar. Otros estilismos también son secretos, como el de la madre de la novia, que lucía un diseño floral de Carolina Herrera, o Carolina Molas (53), que eligió el azul petróleo de Lorenzo Caprile para la ocasión.