A medida que se van descubriendo más datos sobre el escalofriante descuartizamiento en Tailandia del cirujano plástico colombiano Edwin Arrieta efectuado supuestamente por Daniel Sancho (29 años), hijo del actor Rodrigo Sancho (48) y nieto del también intérprete Sancho Gracia, colean en la memoria colectiva otros sucesos escabrosos que han sido y serán objeto de true crimes para las plataformas de streaming.
No será hasta finales de este año cuando la jueza que instruye el caso emita su veredicto que, de momento, todo apunta a la pena de muerte, según la policía del país del sudeste asiático. El próximo destino de Daniel será la temible prisión de Bang Kwang, a la que se refieren sarcásticamente como el Hilton de Bangkok porque los presos están hacinados, no hay agua potable y la comida está caducada, entre otros detalles.
A raíz de todo el dolor que está sembrando el joven, en España existe otro suceso que también está causando angustia y tormento a dos familias. Hablamos del caso Biondo. El 30 de mayo de 2013, el cámara de televisión italiano Mario Biondo apareció muerto en su casa del centro de Madrid.
Se había hecho popular por su matrimonio con la presentadora Raquel Sánchez Silva (50), que desde ese momento estuvo en el centro de la diana de posibles culpables.
Desde el país transalpino, la familia Biondo, cuya abanderada es la matriarca, Santina, está empecinada en demostrar que su hijo fue asesinado y que no murió a causa de un suicidio. Hay todavía varios interrogantes por responder y ambas justicias no se ponen de acuerdo. Sigue siendo un caso abierto en Italia, pero en España ha dado carpetazo. ¿Se abrirá a raíz del documental de Netflix Las últimas horas de Mario Biondo?
Desde luego no hay que irse muy lejos para saber lo que es un true crime en toda regla. La americanización del género ofrece puntos de vista y acontecimientos macabros que harían palidecer a más de uno, pero en nuestro país hay un hecho sangriento en nuestra historia reciente que aún produce salpullidos. Se trata del asesinato a sangre fría de los marqueses de Urquijo -Manuel de la Sierra y Torres y María Lourdes de Urquijo y Morenés, V marquesa de Urquijo- ocurrido en su mansión de Somosaguas el 1 de agosto de 1980.
El marqués murió de un tiro en la nuca mientras dormía en la cama matrimonial y la marquesa recibió dos tiros, uno en la boca y otro en la yugular, porque al oír ruido se desveló. La aristócrata dormía en una camita junto al vestidor. Pronto se buscó un cabeza de turco, Rafi Escobedo, exmarido de la hija de los aristócratas, Myriam de la Sierra, que terminó suicidándose en prisión.
Él terminó confesando tras ser torturado y se asegura que le ayudó un amigo, Javier Anastasio. Durante años, los hijos de los finados se convirtieron en personajes del corazón.
Se dice que la investigación estuvo amañada, se compraron a altos cargos y se eliminaron algunas pruebas. El abogado Marcos García-Montes lo tuvo claro: "Fue una chapuza amparada por los poderes públicos en los que estaba implicado el marqués". El letrado comentó en su momento que al menos cinco personas se encontraban en el interior de la casa.
Al otro lado del Atlántico, Estados Unidos se lleva la palma en cuanto a asesinatos llevados a la pequeña y gran pantalla con el único fin de generar beneficios a costa de los perdedores.
Uno de los más mediáticos involucró al ídolo de fútbol americano O. J. Simpson (76), quien pasó a disposición judicial cuando cerca de la medianoche del 12 de junio de 1994 se encontraron los cadáveres de su exmujer, Nicole Brown, y de su pareja, Ron Goldman, en el jardín de la casa de la mujer. Ella tenía siete heridas leves de arma blanca, pero la que causó su muerte fue el desgarre de la yugular y la carótida. A él le asestaron 17 puñaladas.
Cuando el detective jefe acudió a casa de Simpson, en vistas de que no contestaba, saltó la verja y en el garaje encontró la puerta del coche del exdeportista manchada de sangre. Poco a poco se fueron acumulando pruebas que inculpaban directamente a O. J., que había contratado los servicios del abogado armenio Robert Kardashian, padre de las hoy poderosísimas celebridades Kim, Khloé y Kourtney. El único chico es Rob, bastante menos mediático que ellas.
Simpson amenazó con suicidarse con una pistola frente a su abogado, pero finalmente cogió una furgoneta y huyó desesperadamente por las autopistas de Los Ángeles. Las cámaras de televisión filmaron en directo la huida, que se convirtió en una de las imágenes más vistas de la historia de la televisión americana. En el interior del vehículo el presunto asesino llevaba casi 10.000 dólares, una peluca, un bigote y una barba postizos, el pasaporte… Tras varias horas de persecución por veinte coches policiales, finalmente se entregó.
La defensa le costó 20 millones de dólares. Pero mereció la pena. Hubo mucho ruido mediático, su reputación quedó dañada, pero fue declarado no culpable de ambos asesinatos el 3 de octubre de 1995. Sin embargo, un jurado civil le declaró culpable en 1997, por lo que fue obligado a pagar 33.5 millones de dólares en concepto de daños. Por un oído le entró y por el otro le salió.
Y se mudó de Los Ángeles a Florida porque la ley en este estado de la costa este de Estados Unidos impedía que se embargaran las propiedades para cobrar una deuda. Paradójicamente, O. J. sí entró en prisión en 2008 tras ser acusado de conspiración criminal, robo, asalto y secuestro en un casino de Las Vegas. Se pasó nueve años entre rejas y en 2017 obtuvo la condicional. En la actualidad sigue siendo millonario gracias a la venta de autógrafos y objetos de memorabilia.
Uno de los casos más estrambóticos fue el del desequilibrado productor musical Phil Spector, quien dio la primera oportunidad profesional a Cher y trabajó con The Beatles, Leonard Cohen y Los Ramones. Tachado de controlador, misógino y borracho, se divertía jugando a la ruleta rusa con las jóvenes con las que quería practicar sexo forzado. Incluso a una de sus esposas la dejaba encerrada durante semanas en su mansión, donde sufría agresiones físicas y psicológicas.
Lo más gordo llegó en la madrugada del 3 de febrero de 2003, cuando unas horas después de conocer en un local a Lana Clarkson, por entonces actriz en películas de series B que aspiraba a convertirse en estrella, se la llevó a su mansión donde la asesinó de un tiro en la boca. Los hechos ocurrieron en su mansión de 33 habitaciones llamada The Pyrinees Castle.
Aquella misma noche ingresó en la cárcel, pero se libró tras pagar un millón de dólares de fianza. Sin embargo, durante el juicio fue declarado culpable de asesinato en segundo grado y sentenciado a 19 años de prisión. Falleció hace dos años a consecuencia de las complicaciones derivadas de la Covid cuando aún seguía privado de libertad. Mientras estuvo en chirona, su tercera esposa, Rachelle Short, empezó a dilapidar la fortuna de 35 millones de dólares.
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A pesar de que ocurrió el 9 de agosto de 1969, el asesinato de la actriz Sharon Tate por parte de Charles Manson y los miembros de su secta diabólica denominada La familia aún está vigente para varias generaciones de estadounidenses. La sanguinaria matanza en una lujosa mansión de la elitista zona angelina de Beverly Hills supuso el principio del fin del movimiento hippie.
Tate estaba casada con Roman Polanski (90) y le quedaban dos semanas para dar a luz al primer hijo del matrimonio, pero se cruzó en su camino la venganza de un loco llamado Manson. Ella murió tras 16 cuchilladas.
También fallecieron otros cuatro amigos. El suceso fue escalofriante ya que la sangre estaba esparcida por toda la propiedad, lo que no resultó extraño porque uno de ellos sufrió 51 heridas de arma blanca y otra recibió 28 puñaladas. Polanski se sumió en una profunda depresión y en 1977 fue acusado de violar a una menor de 13 años. Tiempo después varias jóvenes más le culparon del mismo delito. Por ello, el veterano realizador no puede pisar suelo estadounidense y vive en Suiza porque no puede ser extraditado.