Un traje sastre para mujer con raya diplomática ensalza aún más la espectacular figura de Norma Duval quien, a sus 67 años, se encuentra en el mejor momento de su vida. Su ojo derecho está enrojecido. No tarda en despejar las dudas. "Tranquilo, estoy bien. Esto ha pasado porque me he rozado con el lápiz de ojos", comenta sonriente a quien escribe estas líneas. Hace un año lo pasó bastante mal por una patología denominada terigio por la que tuvo que ser operada en dos ocasiones.
La ex vedette está en plena forma. Y tremendamente feliz. Ha venido hasta su ciudad natal para la inauguración de la tienda Punto Roma en el barcelonés Paseo de Gracia. Las clientas se la comen con la vista. No dan crédito a que ella esté en el local. Nada les puede frenar. Tienen cincuenta, sesenta, setenta años… Abren despavoridas sus bolsos para coger los móviles y que les hagan fotos. Uno de los asistentes, un joven de unos treinta años está más emocionado de lo normal. Ha imprimido dos imágenes de Norma en sus buenos tiempos cuando las lentejuelas y las plumas eran su modus vivendi.
¿En qué momento vital te encuentras?
En el mejor. Tengo una salud de hierro. Me acabo de hacer un chequeo tan completo que espero que mi seguro no me eche por todas las pruebas que me han realizado. El médico me preguntó cómo puedo estar tan increíblemente sana. Pues es muy fácil. No fumo, no me he drogado, no bebo salvo en ocasiones especiales, no trasnocho, soy deportista, y cuido la alimentación. Todo eso sumado en el tiempo da un resultado que estoy recogiendo ahora.
[Norma Duval: "El dolor por la pérdida de un ser querido nunca se suelta, está latente"]
Y encima con una familia de postal.
Tengo unos hijos maravillosos y unos nietos estupendos. El mayor, Marc, ya tiene 39 años, Yelco tiene 37 y Cristian está a punto de cumplir 29. No creo que tengan muchos hijos pero al menos, me gustaría que cada uno tenga uno. De momento, Marc tiene a Izan que tiene casi 12 años y el mediano a Valentina, que con 14 meses está para comérsela. Es tan graciosa que con dos meses balbuceaba la palabra agua y ahora ha empezado a aporrear el piano.
No nos olvidemos de tus sobrinas, Andrea y Paula.
Son monísimas, preciosas, impresionantes. Ya se han independizado. Me ha tocado la lotería porque viendo lo que hay siempre pienso la suerte que he tenido. Todos tenemos muy buen rollo.
Las han descrito como influencers y fashionistas, ¿qué relación tienen con las redes sociales?
Afortunadamente no viven de ellos. No son de exhibir ni de hacer ostentación. Hay gente que sufre porque si las usan de una forma desmedida su vida se convierte en un vacío y afecta a la mente. Conozco casos. De hecho, una amiga de mi nuera, una chica monísima, ideal, con dos millones de seguidores, se quitó la vida.
En tu caso las llevas bien, ¿no?
Solo tengo Instagram. Pero fíjate hasta qué punto no estoy obsesionada que a veces me olvido de poner contenido después de mucho tiempo. Mis seguidores son reales, no comprados. Mantenemos una relación estupenda y hay muy buena conexión buena con los que me siguen. A mí lo que me gusta es vivir la vida de forma natural y no estar pendiente de una pantalla. Creo que es terrorífico no disfrutarla con los ojos. No quiero vivir a través de la pantalla.
El próximo 23 de noviembre hará un año de tu boda con Matthias, ¿lo pensáis celebrar de una manera especial?
Sí, pero por ahora no sé exactamente cómo lo vamos a hacer. Vivo a caballo entre Madrid, Mallorca y Suiza, mientras que mi esposo pasa mucho más tiempo en Suiza. Hace ya catorce años que nos conocimos.
¿Cómo describirías vuestra relación?
Atípica (risas). Hemos tenido nuestras cositas, como en todas las parejas, pero nos llevamos muy bien. Nos entendemos, nos divertimos y tenemos gustos comunes. Pero por encima de todo los pilares se sustentan sobre la confianza y la libertad. La cosa no funciona si hay celos. Matthias deja hacer todo lo que yo quiero, no me pone barreras y ni yo a él tampoco. Aunque somos dos personalidades muy fuertes.
Aclárame una cuestión, ¿la isla privada de Tagomago en Ibiza es de su propiedad o sólo se encarga de alquilarla?
(Sonríe) ¡Uy, de eso no hablo!. No sé ni dónde está situada en el mapa.
Has pasado por momentos muy duros como la muerte de tu hermana Carla o la de tu madre, Purificación, tras una década sufriendo alzhéimer. ¿Hay que saber recomponerse sin la ayuda de una pareja?
Te has de reconstruir a ti misma porque si dependes de otro ya vamos mal. Tu propio yo ha de afrontar todo lo que la vida le depare y si luego lo puedes compartir con una pareja es maravilloso. Pero si estás esperando a que otra persona te saque para adelante o te resucite lo llevamos claro.
Otra vez vuelve a estar en boca de todos Carmen Sevilla por el tema de las cenizas…
Ya dije lo que tenía que decir y ahí queda. La recuerdo con mucho cariño, la quiero mucho, aún hablo en presente, y siempre va a estar en un rincón de mi corazón. Empecé con ella, me enseñó mucho, nos adorábamos, era como mi hermana mayor. Tuvimos una amistad muy bonita, también con Algueró, pero no me pude despedir de ella. Mala suerte, qué le vamos a hacer. Me hubiera encantado hacerlo cuando ella estaba bien, cuando aún me reconocía.
Se puede decir que con ella se cerró una época de oro, fue la última gran estrella.
Totalmente. Era la última gran estrella de verdad. ¡Qué mujer tan maravillosa!. Era tremendamente divertida y tenía unas ocurrencias… He vivido anécdotas que se morirán conmigo. Me lo he pasado bomba junto a ella.
El año pasado participaste en MasterChef Celebrity, ¿te veremos en algún reality en el futuro?
No (tajante y sonríe) ¡Nunca máis!. Me han ofrecido cosas y no son islas ni grandes hermanos, pero no, no es mi estilo. Viví una experiencia y ya. Hay cosas con las que te puedes sentir más identificado, pero no es mi caso. Sí te diré que mis hijos y mi hermano son muy cocinillas. Yo digamos que tengo la de supervivencia.