Cristóbal Balenciaga es recordado como el diseñador español más importante de la historia, y en palabras de Christian Dior o Coco Chanel, "el mejor de todos los tiempos". El modisto vasco, sin embargo, nunca hacía alarde de su talento. Era discreto e intentaba mantenerse en un segundo plano aunque fuera él el protagonista. Cuenta la leyenda que "seguía los desfiles a través de un agujero practicado en la cortina de terciopelo que decoraba su maison parisina" y si la pasarela tocaba en Madrid, lo hacía "oculto tras un biombo". No en vano se ganó el sobrenombre de 'el monje de la alta costura'.
Para el guipuzcoano importaba su obra, no su persona. Balenciaga huía de la prensa y de cualquier tipo de exposición pública. Solo concedió dos entrevistas y los escasos testimonios de su historia proceden de algunos de sus allegados. Entre ellos, Sonsoles Díez de la Rivera, hija de Sonsoles de Icaza, marquesa de Llanzol y gran musa del diseñador.
"Era todo un señor", revela Sonsoles Díez a María Fernández-Miranda, autora del nuevo libro que rinde tributo al diseñador, El enigma Balenciaga, y que está disponible en todas las librerías desde este jueves, 2 de noviembre. El texto, al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, recrea ocho escenas que marcaron la vida del modisto, tanto en lo profesional como en lo personal.
La marquesa es la protagonista del cuarto capítulo, titulado Una musa llamada Sonsoles de Icaza. Allí se le recuerda como "una de las mujeres más elegantes de Madrid". En una época llena de dificultades, ella era de las pocas que podía acceder a todo tipo de lujos, como los diseños de alta costura. Así, precisamente, conoció a Balenciaga, a quien se atrevió a pedirle un descuento. Una anécdota divertida y como poco, curiosa, que dio inicio a larguísima e histórica amistad.
Estando embarazada de su tercer hijo, Antonio, la marquesa llegó a la casa de moda de Balenciaga en Madrid para probarse algunos trajes. Tras ser atendida por las empleadas, se miró al espejo e inmediatamente se dirigió a una de las vendedoras, pidiéndole, de forma arrogante: "Quiero que me hagan un descuento".
Desconcertada, la empleada del diseñador se negó y expresó se forma tímida: "Disculpe, marquesa, pero… pero es que en esta casa no se estilan los descuentos". Sonsoles, acostumbrada a que se cumplieran todos sus deseos, guardó silencio, terminó la prueba y volvió a vestirse con su ropa. Salió al pasillo buscando a alguien de mayor jerarquía sin imaginar que se encontraría con el propio Cristóbal Balenciaga. No dudó en tenderle la mano, presentarse y pedirle un descuento. "Tenga en cuenta que no podré volver a usar estos trajes cuando haya dado a luz y recupere mi figura", argumentó.
Balenciaga, según relata la escritora, se bajó las gafas hasta el puente de la nariz y al cabo de unos segundos expresó: "Señora, yo no soy el culpable de su estado". Ambos se echaron a reír y sin imaginarlo comenzaron una amistad de más de tres décadas.
La marquesa de Llanzol, cuenta la escritora, llegó a tener varios armarios repletos de creaciones del guipuzcoano. Alrededor de 400 trajes y 90 sombreros.
"Mi madre era muy expansiva, mientras que él, en el fondo, era un gran tímido. Pero hacían muchos planes juntos. Por ejemplo, les apasionaba ir a regatear a los anticuarios", revela en el libro Sonsolitas, como le decía Balenciaga a la hija de la marquesa para diferenciarla de su progenitora.
Sonsolitas es una de los cuatro hijos que tuvo la marquesa con Francisco de Paula Díez de Rivera, marqués de Llanzol y 24 años mayor que ella. Fue un matrimonio acordado para preservar el estatus familiar y aunque el marqués se debía casar con Anita, la hermana mayor de Sonsoles, cayó rendido ante la belleza de quien se convirtió en su mujer.
Él sentía adoración por ella, recuerda el capítulo cuatro del texto. Pero ella, en cambio, lo veía como un padre. Sonsoles supo que era el amor con Ramón Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores de la España de Francisco Franco y cuñado del general. El dictador estaba casado con Zita Polo, hermana de Carmen, mujer del militar. Se conocieron en una fiesta en la embajada de Suecia a la que acudieron conocidas figuras de la jet set. La marquesa, por supuesto, vestía de Balenciaga. En concreto, un diseño de gasa azul noche con pronunciado escote y que marcaba su figura premamá -estaba embarazada de su tercer hijo con el marqués-.
Aquello terminó en un tórrido y polémico romance que incluso llegó a la ficción. En 2016 Blanca Suárez (35) se puso en la piel de Sonsoles, mientras Rubén Cortada (39) lo hizo con Francisco de Paula, en la mini serie Lo que escondían sus ojos.
Un año después de su primer encuentro, Sonsoles supo que estaba embarazada por cuarta vez y no de su marido. El bebé era de su relación extramarital con Ramón Serrano Suñer, aunque fue el marqués quien acabó reconociendo a la niña, Carmen Díez de Rivera. Si bien eran conocedores de aquel romance, tanto Francisco de Paula como Zita Polo intentaron hacer caso omiso y mantuvieron una relación cordial entre ambas familias, consiguiendo estrechar vínculos entes sus descendientes.
Ese vínculo, más por apariencia que por naturalidad, acabó con una segunda historia igual de tórrida. Sin saber de su parentesco, Carmen Díez de Rivera se enamoró de su hermano por parte de padre, Rolo Serrano Polo, y tuvo intenciones de casarse con él. Fue el amor de su vida, pero su historia era prohibida.