Al cruzar el umbral del histórico edificio situado en el número 1 de la plaza de Tirso de Molina, su puerta mágica te teletransporta a la ciudad de Chicago, pero casi 100 años atrás. Es 1926 y todo está cuajado de terciopelo rojo, luces cegadoras, suena jazz y corre el licor. Eso sí, ilegal, debido a la ley seca impuesta siete años antes.
Cuando la citada puerta vuelve a abrirse -y ahora ya estamos en la verdadera realidad, en el Madrid de 2024- aparece tras de ella el actor Iván Labanda (43 años), que regala buenas palabras a su equipo y recibe a EL ESPAÑOL con una sonrisa y lo más importante: con un fuerte apretón de manos. (Si usted es de los que saluda con la mano muerta, pregúntese por qué).
Iván Labanda se mete cada noche desde el pasado octubre en la piel de Billy Flynn, un abogado seductor, bellísimo y ambicioso capaz de cualquier cosa por ganar un juicio en el caótico Chicago de principios del siglo pasado. Este papel, que parece hecho a su medida, porque lo borda, no es ni mucho menos el primer reto que Labanda enfrenta.
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Lleva en activo desde los 12 años y, si su rostro no le es demasiado familiar -a estas alturas se duda- seguro que su voz sí, pues Iván Labanda ha estado presente a través de su prodigiosa garganta en las películas de Hollywood más taquilleras de España: es el doblador de Chris Hemsworth (40), que interpreta a Thor en las películas de Marvel, así como de Andrew Garfield (40) en el papel protagonista de The Amazing Spider-Man o de Zac Efron (36) en El gran showman, entre otras superestrellas a las que lleva años poniendo voz en más de 350 películas.
El próximo mes de marzo viajará a California, para acudir a una cita de lo más especial en un lugar de ensueño: la gala de los Oscar en el Kodak Theatre de Los Ángeles por la nominación de la película española Robot dreams, donde también pone su voz. Sencillamente imparable. Para conocer más en profundidad al talento personificado, EL ESPAÑOL se cita con Iván Labanda y con él habla sobre feminismo, la industria del cine, Operación Triunfo, donde fue profesor, y amor.
Iván, ¿qué tiene el teatro que tanto engancha a los actores de raza, como usted?
El directo engancha muchísimo. El teatro es el gimnasio para el actor. Tienes que ser un atleta de las tablas. Sobre todo en un musical en el que tienes que dominar tantas disciplinas. El talento tiene esa magia que engancha y cada función es diferente. Todo ocurre de verdad en ese momento, en ese instante. Mantener la función fresca y como si no hubiera pasado nunca, es mágico.
¿Y cuando les toca dobletes? Están hechos ustedes de otra pasta.
Lo hacemos con disciplina y concentración. Y hay un elemento que es clave y es parte del éxito del musical: la química que hay en la compañía. Cuando la compañía se convierte en tu familia, eso se nota y el público lo ve. Los bailarines son brutales, los actores son brutales, los músicos son maravillosos y todos son tan buenas personas... La suma de todo eso hace que cale en el espectador.
¿Da vértigo haber pasado la barrera de las 100 funciones con Chicago?
¡Qué va! Al contrario. Vamos a por las 200.
¿Da morbo?
¡Cuantas más, mejor! Y en los dobletes, cuando acabamos la de la tarde, siempre les digo a mis compañeros: "Ahora tenemos otra oportunidad para hacerlo bien" (risas).
¿En qué se parecen el ambicioso y genial Billy Flynn y el actor Iván Labanda?
Uf, ¿en qué nos parecemos? A ver, todos nos dejamos algo de nosotros mismos en nuestros personajes, ya sea Billy Flynn o Santa Teresa de Calcuta. Yo creo que nos parecemos en lo astuto, en la habilidad de buscar soluciones donde no las hay.
De supervivencia.
Exacto. De reinventarse para conseguir lo que quiere. Ahí sí me veo.
¿El actor aprende del personaje cuando lo va conociendo?
Siempre. Todos crecemos con él. En mi caso, es un personaje que está muy bien escrito, como toda la función, y es muy gustoso de hacer. A los actores siempre nos gusta representar a los malos. Billy Flynn tiene esa parte de creerse que está por encima del bien y del mal, que no tiene moral, sólo mira por sus propios intereses con una inteligencia brutal. Cuando vino el equipo de Broadway a montarlo, la directora, Tania Nardini, me lo dijo: "Billy va tres pueblos por delante del resto de personajes". Y eso a mí me encanta.
¿Usted cree que los malos siempre ganan?
No siempre. No siempre. Yo soy muy fan de la consigna de dormir con la conciencia tranquila. Hay que saber, y entiéndeme bien, jugar dentro del Matrix y fuera de él. Si entendemos lo social, lo político y lo que nos rodea, hay que saber jugar: dentro y fuera. Hay ética, hay personas.
No todo el mundo tiene tan claras esas nociones de lo que es lo bueno y lo malo.
Ya, pero yo tengo una muy buena educación, por suerte. Hay que saber competir y luchar por las cosas. Vivimos en un mundo que es una jungla. Muchas veces pienso, "¿cómo hemos llegado hasta aquí sin habernos matado todavía?" Tú entras en las redes, en Twitter, y es un horror.
¿Tuvo mucho hate en las redes en la época en la que fue profesor de interpretación en Operación Triunfo?
Siempre lo hay. Y en esta edición, que la he ido viendo un poco... que, por cierto, me hace mucha gracia verlo desde fuera.
¿Cómo lo ve?
¡Como hormiguitas! (risas) Es como un experimento. A ver, nos quedan cuatro días en esta vida. ¿Qué hace esa gente opinando en Twitter con tanto odio? Es una pérdida de tiempo tan grande. Mientras estamos enfocados ahí, la vida nos pasa por delante sin tregua. Y cuando te das cuenta, ya es tarde.
¿Cómo fue su experiencia como profesor allí? ¿Sentía presión por todo lo sucedido con Itziar Castro el año anterior?
No, cero. Yo soy un tío que voy bastante a mi bola. Quiero decir, como voy con mi mochila, con todo lo que sé, lo que soy, mi amor y mi luz, pues... voy y hago lo que sé hacer. Quedamos todos muy contentos con el trabajo que se hizo. No fue fácil porque yo nunca había dado clases. Sí que había hecho televisión, pero encontrar el equilibrio entre hacer que los concursantes evolucionaran de forma real proponiendo ejercicios que a la vez sean televisivos y que entretengan en casa sin meterme en sus vidas... fue difícil.
¿Fue difícil ponerlos al límite en determinadas canciones?
Sobre todo con la gente que no había hecho interpretación. Ahí era más difícil. Costaba más rascar. Era todo en tiempo récord. Yo tenía una hora de clase con cada uno. Conseguir eso era muy difícil, pero mi trabajo no empezaba y terminaba en la academia. Yo me llevaba horas en casa pensando en quién tenía delante para poder sacar lo mejor de esa persona.
No puedo por menos que hacerle esta pregunta... ¿Es usted del team Zorra?
(Risas) Francamente, me da igual. Me parece todo un circo. Hay un punto tan superficial en todo esto. Yo no soy muy eurofan. La canción me divierte, la tengo en mi playlist, la escucho. ¿Es una canción apropiada para llevarla a Eurovisión? No tengo ni idea. Yo creo que responde más a una llamada social que a una canción con capacidad para competir en un concurso.
¿Usted cree que es sano que siga habiendo estos debates sobre feminismo?
Los debates son siempre sanos. La cuestión es desde qué punto se debate, y la manipulación.
¿Cree que ha calado el mensaje de cierto espectro político que ha querido manchar la realidad, que no es más que el feminismo es la igualdad entre hombres y mujeres?
¿Ves como todo se acaba pervirtiendo? Todo se da la vuelta. El feminismo es el feminismo. Y todos deberíamos ser feministas desde el momento en que el Big Bang eclosionó. El problema es el machismo que se ha instaurado a lo largo de las etapas del ser humano. Cualquier cosa que tergiverse eso es, para mí es más marketing que otra cosa. Como en el caso de Zorra.
¿Cree que podría perjudicar a la canción o a la representación de España en Eurovisión?
Yo creo que en este caso exactamente estamos en la liga de: bien o mal, pero que hablen.
¿Le gustaría pronunciarse sobre toda la controversia que ha habido por los presuntos abusos sexuales cometidos por Carlos Vermut contra tres mujeres del sector de la interpretación?
Tú lo has dicho. Presuntamente. Obviamente, ya tardamos en que el #MeToo español se instaure, cosa que ya debería haber pasado hace tiempo. Hay mucho silencio y somos herederos de unas generaciones y de unas etapas en las que estamos, y digo estamos y no estábamos, en la cultura de rendir pleitesía al empresario y al que nos da trabajo. Esto se tiene que romper. Es una anomalía del sistema. Cualquier resquicio de abuso, maltrato o vejación debe ser denunciado desde el minuto uno.
Se acercan los Oscar y Robot Dreams está nominada. ¿Cómo se siente?
Fue brutal, inesperado... muy ilusionante, pero somos David compitiendo contra cuatro Goliats. Es muy difícil que lo ganemos, pero ahí estamos. Nunca he estado en Los Ángeles, ya sólo por eso para mí ya es un premio.
También le ha puesto la voz a Ryan Gosling haciendo el papel de Ken en el fenómeno mundial Barbie, y Gosling está nominado al Oscar. ¿Se sentirá un poquito galardonado si lo gana?
(Risas) No, no. Yo sólo le pongo la voz en castellano.
Personalmente, ¿cómo es Iván Labanda cuando se apagan los focos del Nuevo Apolo y se quita el esmoquin de Billy Flynn, cuando llega a casa y cierra la puerta?
Después de la función, me voy con mi amigo, Andreu Gallén, que es el director musical y mi compañero de piso, a tomar algo.
¿Todavía le quedan fuerzas?
A mí las funciones me dejan con el ánimo muy arriba. Hay que celebrarlo. Tengo la adrenalina a tope cuando terminamos. Nos vamos a casa y es el momento de coger un libro, repasar lo que haré al día siguiente, escribir una cosa que estoy escribiendo...
¿Qué cosa?
No puedo hablar de ello.
¿Un guion?
Es un guion.
¿Y cómo se definiría?
Reservado, adoro el silencio, justamente porque como trabajo todo el día con tanto sonido, valoro muchísimo el silencio. Me encanta estar en mi casa solo, en mi núcleo, en mi lugar seguro, tranquilo.
¿No le parece preocupante que haya gente tratándose psicológicamente porque no sabe estar sola?
Es uno de los grandes temas de la actualidad. ¿Quién no es adicto al scroll? Afortunadamente sé que están implantando medidas para que se controle eso. Es una de las enfermedades de nuestro tiempo: la adicción al móvil y a los contenidos. El consumo banal de cosas que no ocupan ningún lugar especial en tu persona. En lugar de coger un libro y crear momentos para ti. Al final, lo único que nos queda, son los momentos.
Esa frase que usted lleva en la camiseta es de Chicago, ¿verdad? All I care about is love -Lo que importa es el amor-.
Esta camiseta me la hizo Jose, un compañero bailarín, que le toqué en el amigo invisible y es su primer bordado a mano en una camiseta. Es muy especial y la llevo con mucho orgullo.
¿Cuánta importancia tiene el amor en su vida?
Muchísima. Sin amor no vamos a ninguna parte.
O sea, que está enamorado.
De muchísimas cosas. De muchísimas personas.
Bueno, es que usted es muy discreto en sus redes sociales y no hemos visto mucho de su vida sentimental.
Lo suelo separar. Yo tengo mi pareja en Barcelona.
¿Cómo lleva la distancia?
Valoro mucho los días que estoy en Madrid. Valoro mucho mi espacio personal. No me gusta sentirme invadido ni invadir a los demás. Disfruto mucho estando solo. Me ayuda a crear, a proyectarme...
¿Qué le ilusionaría hacer más allá de teatro?
Ficción, tanto en tele como en cine. Y dirección. He dirigido un videoclip que se llama Lobo, con Elena Gadel. Gran intérprete. Es mi ópera prima y creo que está muy bien.
¿Y un deseo personal?
¿Sabes qué pasa? Que el teatro te roba mucho tiempo y energía. Hacer teatro es muy demandante. El peaje a pagar es no ver a mis amigos, a mi pareja... Voy al revés del mundo. Me apetece viajar, vivir otras experiencias.
¿Compensa?
Absolutamente.