En cierta ocasión, la escritora y filósofa Susan Sontag -su última pareja de larga duración fue la fotógrafa de las estrellas Annie Leibovitz (74)- dijo que "una fotografía se considera prueba incontrovertible de que algo determinado sucedió. La imagen puede distorsionar, pero siempre está la presunción de que existe o existió algo semejante a lo que está en ella".
En cierto sentido tiene razón, pero lo que la prensa del corazón de nuestro país ha hecho en los últimos años es que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Hay que remontarse a 1998 cuando se produjo el romance entre Carolina de Mónaco (67) y el príncipe Ernesto de Hannover (70).
La revista Paris Match les sacó en portada "pero era una foto trucada en la que aparecían solos y próximos, formando una pareja en la intimidad, casi tocándose". Lo que en realidad hizo el semanario francés fue trucar la imagen al eliminar a las personas que se interponían entre los príncipes para ofrecer un mayor énfasis en el amor de la pareja.
Tener en las portadas a celebridades que han acaparado la atención en las últimas cinco décadas como Isabel Preysler (73), Tita Cervera (80) o Ana García Obregón (68) es un valor en alza en la cotizada bolsa de la fama. Por ellas no pasa el tiempo. No envejecen. Lucen frescas y lozanas. Y aquí entra la misión de la prensa rosa, la de vender belleza, eterna juventud, glamour, estilo, sofisticación y éxito, aunque sea enmascarado.
A raíz del retoque chapucero de la foto de Kate Middleton (42) con sus hijos que no ha hecho más que aumentar los rumores sobre su estado de salud y poner en jaque la imagen de la monarquía, EL ESPAÑOL ofrece una parte de la intrahistoria de cómo los personajes del corazón han desvirtuado su imagen y han 'engañado' a los lectores.
Antes de que surgiera toda la parafernalia de artefactos digitales, el proceso de mejorar la imagen del personaje era absolutamente manual. Por ejemplo, cuando Sara Montiel empezó a darse cuenta del paso del tiempo exigía que se pusiera una media a las cámaras de televisión y a los objetivos de las cámaras para que se le viera más difuminada.
De esta manera, al quitar un poco la calidad, las arrugas se matizaban o desaparecían. Esto solía pedírselo la protagonista de El último cuplé al legendario fotógrafo de Lecturas Toni Monka. Cada vez que le hacía planos cortos sacaba una media muy finita para perpetuar el mito. También se usaban unos filtros específicos para quitar los brillos.
Uno de los fotógrafos parte de la premisa que el primer retoque ya lo realiza el propio personaje cuando se maquilla. A través de máscaras de pestañas, pintalabios, sombras o sombras para cada tipo de piel se está alterando la imagen del personaje.
Además, cuando los famosos solían pedirle que les dejara más estilizados lo que hacía era usar los teleobjetivos y si tenían los pies demasiado grandes se ponían medias negras para que se vieran más pequeños. Una de las famosas que usa el arte del maquillaje es Tita Cervera, que antes de retratarla ya se encarga ella misma de ponerse muchísimo maquillaje.
En el caso de Lecturas, cuando se le hacía un reportaje todo pasaba por el filtraje de la redactora Esperanza Navarrete, que conocía muy bien los gustos de la baronesa Thyssen. Quedaba con el fotógrafo y le decía 'esta foto no porque no le gustan este tipo de gestos', 'esta tampoco porque no se le ve bien los ojos'. En definitiva, no se ponía lo que se sabía que no le iba a gustar.
Pero con lo digital todo cambió para su propio beneficio. En los últimos años de casada con el barón Thyssen, éste estaba muy enfermo y, como consecuencia, tenía las manos necrosadas. Cuando ¡HOLA! enviaba a su equipo a Mas Mañanas, la mansión que posee en Sant Feliu de Llobregat (Gerona), se hacía el reportaje con suma delicadeza. Lo sorprendente es lo que sucedía después. Cuando Carmen Cervera veía las manos del barón inmediatamente buscó un remedio.
Había localizado un estudio fotográfico en Barcelona que tenía bancos de imágenes de manos, ojos, caras, dedos… y lo que hizo fue elegir las mejores manos que se adecuaban a la piel de Heini Thyssen para que luciera mucho mejor en las portadas.
Como al principio la técnica del retoque era totalmente manual, el fotógrafo cuenta que en tiempos del papel y la diapositiva "el retoque se hacía en imprenta. Con los negativos se quitaba definición en cada cuadricomía y de esta manera se eliminaba cierta cantidad de color. Ciertas imperfecciones o la aparición de objetos indeseados se tapaban con un poco de pintura y de esta manera se disimulaban las cosas".
En la actualidad Isabel Preysler es la única reina de corazones. Su estilo ha penetrado en varias generaciones, ha sobrevivido al franquismo, la transición, el reinado de Juan Carlos I (86) y continúa haciendo uso de su embrujo en la era de Felipe VI (56).
¿Cuál es su secreto? Es ella quien directamente controla su imagen. Sí, ha tenido estilistas -desde hace unos años es Cristina Reyes- pero su última palabra es sagrada. Su táctica para salir siempre perfecta es tan simple como que controla todo el proceso fotográfico.
Cuando acaba el posado en su casa, el fotógrafo volvía a ¡HOLA!, su revista de cabecera, para hacer una selección de las mejores fotos que luego tenía que enviar a la Preysler a su mansión. Una vez allí ella también hacía una criba y su chófer las devolvía a la redacción. Una vez maquetado el reportaje se le enviaba y daba el visto bueno o decía lo que había que cambiar.
Su imagen era tan importante que en la revista se habían comprado unos lápices ópticos especiales con los que es posible retocar pelo por pelo. En vez de utilizar un teclado se usa una especie de pizarra con un lápiz para quitar pómulos, eliminar ojeras, tapar pecas o granos, recolocar parte del cabello.
Al apoyar el lápiz en la pantalla se podía elegir la zona a tratar, se marcaba como ocurre con la flecha del ratón, "si querías hacer un trabajo fino se tardaba una auténtica salvajada. En una foto el retocador se podía tirar hasta seis u ocho horas. Así salía la Preysler. Recuerdo una portada de Isabel con sus hijas, Tamara (42) y Ana (34), en las que ella parecía la más joven", asegura a este periódico un fotógrafo que estaba muy vinculado a la revista y al personaje.
Y añade que "era un dibujo sobre la base de la foto original". Normalmente el semanario y a petición del personaje escogían a fotógrafos de fuera de la revista como Valero Rioja, Andrea Savini, Víctor Cucart o Jesús Cordero cuya sesión podía sobrepasar fácilmente los 6.000 euros hace 15 años.
La chapuza de la imagen de Kate Middleton recuerda la que envió Zarzuela en las navidades de 2005 cuando los Eméritos aparecieron rodeados por sus siete nietos -la infanta Sofía aún no había nacido-. Algo no cuadraba. Había gestos en los pequeños que se habían visto en fotos anteriores, la princesa Leonor de Borbón (18) estaba superpuesta en brazos de su abuela.
La Casa Real admitió el truco aduciendo que por problemas de agenda había sido imposible reunir a todos. En palabras del profesional consultado por EL ESPAÑOL, "en aquella imagen se fueron metiendo capas y en cada una de ellas se iban añadiendo cosas o personas y luego se fundía para que se viera uniforme No me creo que esos retoques los hiciera la reina (Sofía). Todo esto de insertar y quitar me parece un engaño. Es como el abracadabra de los magos que sacan el conejo de la chistera y lo ponen donde quieren. La fotografía tiene un significado y es mostrar la realidad de lo que se ve".
Como anécdota, en uno de los reportajes de Rania de Jordania (53) en algunas fotos originales se podía ver que la falda estaba por encima de la rodilla y cuando la monarca las vio pidió amablemente que se retocaran.
Por tradición cultural no se puede ver más allá de lo permitido legalmente. Así que el fotógrafo puso más tela de forma digital para que cubriera por debajo de la rodilla. Aunque hay otros programas de edición como el Lightroom, el photoshop es el programa usado por las revistas del corazón ya que cada cierto tiempo ofrece actualizaciones que permiten una (casi) perfección.
La herramienta 'licuar' es increíble ya que reduce narices, elimina la grasa de las caderas y deja unas cinturitas de modelo, estiliza la cara. Una de las primeras cabeceras en usarlo fue en los desnudos de Interviú donde aparecían las modelos con dentaduras blanquísimas, sin manchas en la piel, con ojos grandes y luminoso, entre otras características.
Este mismo profesional de la imagen recuerda que "en un número de ¡HOLA! se publicó un reportaje navideño donde aparecían Isabel Preysler, Ana Obregón y María Jiménez, entre otras y un par de páginas después, cuando aún tenías en mente cómo habían aparecido esos personajes bien iluminados y retocados, aparecía María Jiménez al natural con todas sus arrugas en un sarao en Alquimia. Aquello fue un error de la revista".
El photoshop es el sustituto de la antigua ampliadora, del papel y el revelado con líquido. Con estos elementos se controlaban el brillo, el contraste y el encuadre. Se hacía de forma manual. Antes de la aparición de las cámaras digitales se trabajaba con negativo o diapositiva.
Si había algún retocado de negativos era un trabajo laborioso; había unos pinceles para dar retoques, se usaban lupas, había que dejarlo secar, luego impresionar para ver cómo quedaba.
"Si el negativo estaba contrastado metían un papel llamado suave o extrasuave y si se había quedado muy ala de mosca o cortado usaban un papel duro o extraduro para que sacara contraste. En la ampliadora hacían los tapados -asegura el fotógrafo anteriormente mencionado- y si había mucha luz blanca metían un poco la mano mientras exponían para que no quedara un manchón negro. Era un arte. Estas técnicas no se usaban para desvirtuar la verdad de la foto".