Cristina Rodríguez (54 años) es una fuerza de la naturaleza. Es para frotarse los ojos. Sencillamente, no te lo puedes creer. Camina por la vida como si fuera flotando, llama la atención de todos los que comparten sala con ella. Pelazo rizado, traje de dos piezas estampado y unas deportivas con las que pisa fuerte. Muy fuerte. Cristina es brillo, expasión, efervescencia. Habla bajito en los momentos previos a la entrevista, pero proyecta su voz perfecta en cuanto la grabadora se pone roja, como sus labios.
Su dicción es envidiable, mejor que la de muchos de los actores a los que viste desde hace dos décadas, valiéndole este trabajo nada menos que siete nominaciones a los premios Goya. En 2009 fue la primera; en 2023, la última. No se ha llevado ningún cabezón a casa, pero en este momento de su vida tampoco lo quiere ya. Lo que ahora desea, lo que verdaderamente anhela, es una calle en su pueblo, Benidorm. Cristina es descacharrante, sonríe y te das cuenta de que ahí cabe la luz del mundo. Su mente, listísima, oculta los momentos más duros de su camino, nada fácil, pues nada le fue regalado -recuerden que sólo lleva el mundano apellido Rodríguez-.
Durante una hora de conversación su carcajada se rompe en seco sólo cuando recuerda el fallecimiento de su íntima amiga, Mariángeles Gil, compañera de profesión desde hace 20 años, a la que una enfermedad se llevó hace año y medio. Las lágrimas se desploman de sus ojos, pero Cristina se recompone, se lo vuelve a echar todo a las espaldas. La vida le ha puesto pruebas, y como una guerrera medieval, con su escudo y su espada, las ha superado todas para llegar a la fase final, a la mejor, a la plenitud, a su meta: su marido, Raúl.
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Según el Instituto Nacional de Estadística, el segundo apellido más común de España es Rodríguez, ¿pesa mucho llevarlo?
Bueno, sabes de dónde vienes. Cristina Rodríguez es la hija del Cid. Y yo nací el mismo día que Karl Marx. Fíjate qué personajes tan diferentes. Sabemos de dónde venimos, sabemos que no tenemos apellidos compuestos y sabemos que nos va a costar más, pero también sabemos que lo vamos a conseguir. Los Rodríguez conseguimos muchas cosas.
¿Qué le diría usted a esas personas que un día nos dijeron que bajáramos de la nube y que no llegaríamos a nada con nuestro apellido vulgar?
Que los que no llegan son ellos. Que los que soñamos, si estamos despiertos mientras soñamos, llegamos.
¿Y qué pasa si mezclamos el apellido Rodríguez, venir de una familia trabajadora normal y querer vestir bien o tener algún artículo de lujo?
No entiendo que la gente asocie el lujo a una tendencia política. ¿Por qué alguien de izquierdas no puede llevar un bolso bueno? ¿Qué pasa, que tienen que ser pobres? ¿Tenemos que ser pobres? La gente tiene que tener las mismas oportunidades. La sanidad pública es maravillosa. Es que no entiendo. ¿Hay que ser pobre si quieres todo eso? Pues no, yo quiero tener dinero. Es más, los Rodríguez queremos tener dinero.
¿Por qué las personas que visten bien y que experimentan y juegan con la moda son un tipo de amenaza para el resto?
Porque los demás no se atreven. A la gente le encanta decir una frase que yo detesto: "Este look me gusta porque yo me lo pondría". Ya, ¿pero tú eres cantante de éxito y haces reguetón? No, ¿verdad? Pues, entonces.
¿Qué piensa de la frase "póntelo, que esto se lleva"?
Pues porque la gente siente que tiene seguir los cánones. Está claro que los pitillos están pasados de moda. Puedes ir de los 70 o de los 80, puedes ser retro, puedes ser vintage y puedes hacer lo que quieras. Ahora se lleva bastante todo, yo se lo digo a mi madre cuando me dice "esto se lleva". Le digo: "Mamá, ¡se lleva todo!". Claro, lo que pasa es que la gente quiere ir como los demás. Ese es el problema. La gente quiere ser como los demás. Entonces, si tú te sales de la norma, te señalan. En vez de decir "cómo me gustaría a mí tener el valor de salirme de la norma". Te miran y dicen "qué horror", pero sólo la gente que hace cosas grandes es la que se sale de la norma. Los que siguen la norma, no hacen nada. Pueden ser felices, pero no harán cosas extraordinarias.
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¿Alguna vez le han hecho sentir mal por llevar un look determinado?
Yo no era de las populares en Benidorm, era de las nerds, sacaba buenas notas, era de las frikis. Las rubias ideales monísimas de padres hoteleros se han reído de mí muchas veces cuando tenía 17 o 18 años. Pero yo pensaba: "Ay, pobres, cuando yo no lo lleve, ellas se lo pondrán". Nunca me han hecho sentir mal por eso. A mí nadie me ha hecho bullying porque me importaba un bledo lo que dijeran.
El otro día veía una imagen de la reina Letizia y pensé, ¿por qué lleva esos zapatos de Hugo Boss, unos mocasines para unas audiencias en la Zarzuela? ¿Por qué no lleva unas slippers de Gucci? A fin de cuentas, es la reina de España. ¿Somos un país de acomplejados?
No, pero yo creo que somos acomplejados por lo de llevar Gucci. Y fíjate lo que te digo, porque en España es... "qué bonitos son estos zapatos, son italianos", pero la realidad es que están hechos en Elche. Los zapatos italianos se hacen en Elche. Pero la silueta es diferente a la de Hugo Boss y la de Gucci. También Letizia podría ponerse zapatillas. Tú eres una ejecutiva y llevas una deportiva y vas ideal. Ahí vamos.
¿Llegará el día en que Letizia se ponga un traje de chaqueta y unas deportivas para una audiencia en palacio?
Yo creo que sí. La Reina, cada vez, está siendo más ella misma, más empática y le importa un bledo lo que diga Peñafiel y quién sea. Al final, se lo pondrá. Yo tengo una prima, que vive en Ginebra, y un día estuve con ella y sus compañeros de trabajo y en Europa a Letizia la aman, ¡la aman! ¡Creen que es lo más! Que los reyes de España son lo máximo: lo más guapos, estilosos, ideales... Excepto aquí, ¿te puedes creer? Aquí la gente lo comenta todo a mal: que está muy musculada, que es distante, que es fría...
¿Le pasa porque es una mujer?
Por supuesto. Y también ha habido quien la ha criticado porque ella no era de sangre azul. Entonces, hombre, ellos piensan: ¿cómo puede ser que somos cuatro de la aristocracia y no nos escoge a ninguna y escoge a la nieta de un taxista? ¿Estamos locos? ¡Qué horror! ¿Cómo puede hacernos esto? Y es eso lo que les molesta. Les molesta no haber sido ellas. Pues no, no fuisteis vosotras, fue Letizia, una periodista. Letizia ha estado mirada con lupa, ha intentado ser perfecta y, ¿sabes qué pasa? Que lo ha sido. Que lo es. Y si Letizia no estuviera ahí, la monarquía se habría ido a pique. Mira, que Letizia haga lo que le dé la gana. No soy monárquica, soy felipista. Bueno... soy letizista, en realidad. Si Letizia no estuviera, a lo mejor me hago republicana. Yo hice el vestuario de la miniserie de Felipe y Letizia, con Amaia Salamanca. ¡Lo que nos costó reproducir el Toisón de Oro!
¿Ha podido conocer a la Reina?
No, pero me cae muy bien. Muy bien.
Dicen que la primavera, estación en la que acabamos de entrar, la sangre altera, pero ¿qué es lo que la altera a usted?
Me altera la ineficacia. Soy muy pesada con la gente que es ineficaz y con la gente borde, también. Me altera. Con esa gente me pongo en plan hija de puta. No puedo evitarlo. Soy mala (risas). Luego me voy y me siento mal, pero alguien tiene que decirle que es ineficaz.
Cristina, mucha gente no lo sabrá, pero usted está detrás de algunos de los estilismos más épicos de la historia de la ficción española, tanto en películas como en series. ¿De qué trabajo se siente más orgullosa?
No sé cuál decirte porque todos son importantes para mí. No sabría decirte. Yo creo que, también por los directores, por las pelis de Javier Ruiz Caldera, que le amo, que son: Tres bodas de más, Anacleto, Superlópez, Malnacidos... Élite. Me siento superorgullosa porque ha sido mi juguete. He hecho ocho temporadas. La octava todavía no se ha emitido. Ahí he podido hacer locuras y yo creo, y esto es un poco pretencioso, que si yo no hubiera hecho el vestuario, la serie hubiera sido diferente.
¿Fue difícil?
Ha costado que me dejaran. He luchado por delante y por detrás porque en España tenemos muchos prejuicios al retratar a la clase alta. Sabemos retratar muy bien a los marginados, a Lavapiés, al Raval, a las 3.000 viviendas... ahí somos superempáticos. Pero no somos empáticos con los ricos. Con los ricos tenemos prejuicios porque creemos que a la gente no les gustan los ricos. Pero es que nosotros no estamos ahí para decidir si nos gusta o no nos gusta. Nosotros estamos contando una historia y si la historia es de ricos, pues es de ricos. ¿Una camiseta blanca y unos vaqueros? No. ¡Son ricos! En Élite no poníamos mocasines castellanos porque ellos son snobs, fashionistas. Pero sí que jugábamos a romper criterios establecidos, a romper lo femenino y lo masculino. Ya estoy hasta las narices de "esto es de chico y esto de chica". Yo quería que los hombres heterosexuales llevasen lentejuelas.
No pasaba sólo con los looks, los propios personajes eran todos fluidos. Ya no sabías quién era hetero, gay o bi.
Eso es la vida. A mí me dicen, "¿tú eres heterosexual?" y digo: "Yo soy heterosexual hoy". Mañana... ¿qué sabemos? A lo mejor mañana soy gay y me encantan las chicas. ¡Ojalá! Ya me gustaría que me gustasen las chicas, porque a mí me gustan las chicas en la vida. Amo a las chicas, a las mujeres. Entonces, Élite fue maravilloso porque pude crear un mundo diferente que en España no se había creado.
En 2009, usted consiguió su primera nominación a los Goya por Mejor Diseño de Vestuario y en 2023 la última, sumando un total de siete, pero ningún galardón a casa. ¿Le tiene manía la Academia?
No, mira, de esas nominaciones hay películas que sólo han tenido esa nominación: Mejor Diseño de Vestuario. Lo que pasa es que para que te lo den se tienen que reunir muchas cosas: que esa película sea un éxito, que no sea una comedia, que sea de época... Y yo hago mucha comedia. Muchas veces no son películas de éxito para las que me nominan, entonces no lo voy a ganar así. Tengo que estar metida en una peli de éxito que sea de época y que no sea comedia. Si no, no lo voy a ganar. Y no pasa nada.
¿Cree que llegará?
Ahora sólo quiero una calle en mi pueblo.
¿Hacemos una llamada al alcalde?
(Risas) Es íntimo amigo mío, Toni Pérez, le amo. Hemos sido compañeros de clase, nos queremos, seguimos en contacto.
¿Le ha prometido el voto?
Yo no puedo votar ahí, pero mis padres le han votado. Te aseguro que sí. Además, Toni lo está haciendo genial, pero es la persona más legal de la Tierra. No puede prevaricar (risas). Pero yo voy por las calles de Benidorm y le digo a la gente que vaya pidiendo mi calle. He estado en el Benidorm Fest. Ahí había una chica que trabaja en el Ayuntamiento. El alcalde, que estaba en otra ciudad, la llamó y le preguntó: "¿Cómo lo está haciendo Cristina?". Y la chica le dijo: "Toni, está pidiendo la calle, está pidiendo la calle" (risas). ¡Todo el rato! El alcalde me conoce muy bien y soy muy cabezota. Entonces, mira, ya no quiero un Goya, ahora quiero una calle en mi pueblo. Y quiero vivir en esa calle para que cuando me envíen los paquetes sea Cristina Rodríguez, calle Cristina Rodríguez.
¿Cómo es Cristina Rodríguez de puertas para dentro, cuando se apagan las luces del set de rodaje y nadie la ve?
Pues, mira, no me suelo quitar la ropa hasta que no me meto en la cama. Si llevo un vestido de noche y me pongo a ver una película o me como una hamburguesa, me la como con el vestido de noche. Es muy curioso. En mi casa siempre se cambian para cocinar. Yo nunca. A mi chico también le gusta cambiarse y ponerse cómodo. Yo nunca. Yo estoy con todo hasta que me meto en la cama. Duermo desnuda. Siempre, siempre, siempre. En invierno y en verano, siempre duermo desnuda. No me pongo ni braguitas. Siempre desnuda. Siempre tengo sábanas blancas. Me encanta las sábanas blancas.
¿Y cómo es usted en el amor?
Muy apasionada. Muy, muy, muy apasionada. Demando, doy, pero demando. Pido lo mismo que doy. No soy una mujer abnegada, nada abnegada. No doy a fondo perdido. Odio dar a fondo perdido: ni con mis amigas, ni con mi familia, ni con mi hermana, ni con mis padres. Si te doy dos veces y te pido y no me das, ya no te doy más. Y entonces soy egoísta, es verdad, pero doy, soy de dar. Me encanta soñar, me encanta sorprender a mi pareja, me encanta que me sorprenda. Desde que conocí a Raúl, mi marido, que es hace ocho años y medio, mi vida es infinitamente mejor. Estoy plena. Es que es perfecto, es perfecto. Mi marido y yo nunca hemos vivido juntos. Ahora está trabajando en Mallorca de manera indefinida. Él me decía: ¿pero qué vamos a hacer nosotros, cariño?" y yo le decía: "Pues viajar, vamos a viajar". No pasa nada.
Le iba a preguntar si estaba a favor de dormir juntos en la misma cama o separados, pero me encuentro con casas separadas, directamente.
Casas separadas, sí, sí. Nosotros nos llevamos bien, nos amamos y nos queremos y nuestra vida sexual no decae porque vivimos separados. Estoy absolutamente convencida.
¿Qué tiene de bueno estar con hombres más mayores?
Bueno, mi marido es un año más pequeño que yo, pero he estado mucho con hombres mayores. Ahora pienso que no hay que estar con ellos nunca. Yo he estado con hombres mayores porque me gustaba admirar. Y luego te das cuenta de que hay siempre una posición de poder. Ya en el mundo heterosexual hay posición de poder sólo porque somos hombre y mujer. Imagínate, cuando tú tienes 20 y él tiene 40. Se creen por encima de ti, saben más que tú, te organizan, te dicen "cállate", "haz esto", "haz lo otro". Entonces, yo creo que, en general, es más interesante salir con gente de tu edad.
¿Han aprendido los hombres heterosexuales a ser amigos de las mujeres?
Yo no soy amiga de los hombres heterosexuales. No tengo amigos heterosexuales. Íntimos, no. Yo soy amiga de los gays, creo que tengo uno hetero. Y es que cuando he tenido un amigo hetero me he enrollado con él. Prefiero no tenerlos. Además, es que no me interesan sus conversaciones. Sólo me interesa mi marido, por nuestros códigos, nuestros juegos, nuestras cosas. Yo prefiero a mis amigas, a mis amigos gays y punto.
¿Se ha enamorado alguna vez de un hombre gay?
Sí, me enamoré de él y estuve seis meses, pero él se fue con un hombre.
¿Le rompió el corazón?
Un poquito sí. Fue una movida muy apasionada.
¿Alguna vez le han dicho "te quiero como amiga"?
Es que a mí me ha pasado todo: "no eres tú, soy yo". Todo, todo.
¿Y se ha enamorado de una mujer?
No, y nunca he estado con una chica.
¿Cree en las etiquetas?
Bueno, es que no sabemos nada. Estamos todo el rato pensando en el futuro. Si no sabemos el presente, ¿para qué vamos a pensar en el futuro? Por eso yo con la ropa soy muy pesada con las etiquetas. Es que no quiero que haya etiquetas, quiero que seamos libres. Es como lo de la pirámide, que en la cima está el hombre, blanco, cis, hetero. O el debate que tenemos las mujeres entre nosotras, las feministas, con el mundo trans. Eso me da un poco de asco.
¿Usted qué piensa de las TERF?
Todos los logros son para todas.
¿Se ha denostado el término "feminismo"?
Se ha denostado porque es un movimiento de las mujeres. Si fuera un movimiento del hombre, blanco, cis, sería la hostia. Claro, si yo he tenido privilegios toda la vida, soy un hombre, tengo el poder y estas chicas empiezan a hacer ruido, claro que me fastidia. Entonces, sí que se ha denostado. Yo ahora intento decir más que feminismo, digo igualdad entre hombres y mujeres. Feminismo es igualdad.
Cuéntame el momento más feliz de su vida. Y también el más triste.
Cuando mi marido me pidió matrimonio en París.
¿Cómo fue eso?
Fui a hacer un trabajo con Netflix, coincidió con mi cumpleaños. Mi marido vino y cuando terminé de trabajar, fuimos a cenar a un restaurante, que se llama Le Ciel de Paris, y que está en la planta 20 de un edificio y se ve toda la ciudad y la Torre Eiffel. Ahí me pidió matrimonio. ¡No cené nada! Porque yo quería casarme, yo quería casarme, yo quería casarme...
Pero usted ya se había casado.
¡Pero yo quería casarme! Ese día fue uno de los más felices de mi vida. Otro día, dar las Campanadas en Telecinco. Mi primera nominación a los Goya por El cónsul de Sodoma... He tenido muchos días felices.
¿Y el más triste?
Es que tengo amnesia. No me acuerdo. Olvido las cosas malas. Es verdad que a veces voy caminando y me viene un flash. A mí no me han pasado cosas realmente duras. Mira, fíjate, ha sido muy duro la muerte de mi amiga Mariángeles, mi compañera de trabajo de 20 años. Mariángeles Gil. Eso ha sido muy duro, yo no lo he asumido. La muerte me da pánico. La de los demás y la mía.
¿Piensa mucho en la muerte?
No, no pienso nada.
Para concluir, cuénteme un deseo personal y otro profesional de corto-medio plazo.
Me gustaría irme a Japón en Navidad. Llevo tiempo intentando ir, pero es muy difícil para mí tener vacaciones. Dificilísimo. Esa es una ilusión pequeña. Profesionalmente, hacer una película y que me nominen a los Oscar, ya que no me dan el Goya, que me nominen para los Oscar. Entonces yo digo desde aquí que si alguien cree que su película puede ser internacional, que me llame, que yo hago el vestuario.
Créditos:
Entrevistada - Cristina Rodríguez @lavidaencris
Producción y estilismo - Genel Romero @genelromero
Fotografía - Lorena Riga @dondykriga
Make-up - Kilpatrick Rodríguez @kilpa_19
Producto Cosmetica Mímate - @cosmeticamimate
Muah Tótem Boutique - @hoteltotem