Está siendo un verano cargado de emociones para Adriana Abenia (40 años). La presentadora está viviendo uno de los mejores momentos profesionales en los que no le faltan proyectos. Tanto es así que tuvo que adelantar unos meses sus vacaciones con su familia.
A finales del pasado año, publicó La vida ahora, donde hace un recorrido por su vida con el objetivo de que sus seguidoras puedan conocerla más a fondo y ayudar a aquellos que estén atravesando por situaciones similares a las que vivió ella.
EL ESPAÑOL ha podido entrevistar a Adriana Abenia en uno de sus veranos más ilusionantes, cargada de trabajo y feliz en el plano personal. No tiene ninguna queja y asegura que su máxima prioridad ahora es vivir el presente.
¿Cómo se encuentra?
La verdad es que estoy muy entretenida. No tengo tiempo para aburrirme. Veo en las redes sociales a la gente de vacaciones y me da cierta envidia, porque yo las tuve que pillar en mayo porque sabía que iba a tener que enlazar varios formatos. Presento Pasados por agua en Aragón TV, ahora en emisión; he grabado también la tercera temporada de Callejeando, de Telemadrid; y ahora estoy inmersa en las grabaciones de un formato que voy a presentar en TVE en el que estoy recorriendo la geografía española y en el que al atractivo de los lugares que visitamos sumamos otros culturales y digitales. No estaré sola. Nicolás Coronado me ayudará a pie de calle.
¿Se considera una persona afortunada?
Me considero una persona muy afortunada porque estoy en un momento muy chulo de mi carrera a nivel laboral, porque la salud no falla, porque mi hija está feliz pese a que empieza a notar mi falta de presencia más que nunca. No me puedo quejar. Tengo una bonita familia que he formado y está siendo un momento muy guay. No te digo que de repente no quiera pillarme unos días para descansar, pero no me puedo quejar.
¿Piensa en el futuro después de todos estos proyectos?
Vivo anclada en el presente desde hace mucho tiempo y no me preocupa el futuro y el pasado no lo puedo cambiar. Voy siguiendo la inercia de los días. Vivo el día a día sin plantearme nada más. Siempre he tenido los pies en el suelo porque llevo con la misma pareja desde los 15 años, de manera que, para mí, mi prioridad es la familia, la gente que me rodea. El trabajo se necesita para vivir, obviamente, pero no es lo primordial. Ya no soy tan competitiva como antes y, de hecho, vivo las cosas con ilusión y, simplemente, trato de disfrutar y hacer las cosas con cariño. Así me va infinitamente mejor.
Es importante hacer las cosas con ilusión.
Es que si no parecemos autómatas. Ponemos el piloto automático y no nos damos cuenta ni siquiera de lo que estamos haciendo. Intento secuestrar mis momentos de lentitud. Hay momentos que para mí son indispensables y ya el resto del día fluye y yo tengo esos ratitos míos de paz.
¿Cómo lleva el tema de las críticas? ¿Le afectan?
Me dan igual. Realmente no me creo ni lo bueno ni lo malo. Es como si hablaran de otra persona. Muestro un porcentaje tan pequeñito de lo que realmente soy que sólo las personas que de verdad me conocen y me quieren son quienes tienen el poder de llegar a mí de esta manera. Lo que hay dentro de esa pantalla no me pertenece, no va conmigo. Hay veces que hasta me rio. Hablan de mí, pero están hablando de otra persona.
¿Cómo han sido estos meses después de la publicación de La vida ahora?
Han sido geniales. Me di cuenta de que momentos que yo había vivido de una manera, quizás los había digerido de una forma diferente a como había sucedido la historia. Cuando escribes realmente es cuando reflexionas porque lo haces de manera lenta y cuando vives lento es cuando te das cuenta de cómo son las cosas realmente. Me vino muy bien y le ha venido bien a muchas personas que me han leído y que se han sentido identificadas. Cuando no te escuchas, cuando no frenas para considerar qué es lo que quieres hacer en la vida, cuando antepones la palabra de los otros a la tuya, cuando no te entiendes, cuando estás enfadado contigo mismo, cuando no te respetas, cuando vives a toda velocidad. Me han enviado correos preciosos contándome que les ha pasado algo similar, me cuentan sus historias... es que eso no tiene precioso, es maravilloso.
Es muy importante utilizar ese altavoz para contar historias como la suya.
Precisamente, como volcamos tantas mentiras en las redes sociales, yo necesitaba ser de verdad. Lo escribí a modo de diario. Fue como si lo escribiera para mí. Me he conocido mucho mejor a mí misma haciéndolo y considero que ha sido un acierto. El libro me ha regalado muchas cosas buenas.
Habla de la felicidad y de cómo no nos damos cuenta ni valoramos lo que tenemos.
No lo hacemos porque vivimos anticipándonos.
¿Es Zaragoza tu refugio?
Sí. En mi tierra hay una calidad de vida increíble. Cuando voy pienso: "Qué bien viven. No van corriendo a todos lo sitios". Es como que todo fluye de otra manera y es ahí cuando me planteo si quiero jubilarme en Madrid.
¿Se plantea mudarse?
No sé si es que no soy objetiva, pero es que a mi Zaragoza me gusta muchísimo. No me importaría regresar y vivir allí. Me hace gracia porque cuando llevo a Luna una semana, se le pega el acento.
Hablando de Luna... ¿cómo es usted como madre?
Creo que lo estoy haciendo muy bien. Al principio había lagunas, porque nadie nace aprendiendo a ser madre. Pero yo lo suplía con amor y escuchas. Hay mucha gente que te da consejos: "No metas a tu hijo en la cama", "si llora, déjala". No, yo he hecho todo lo contrario y me ha ido muy bien. Por las noches viene y me da un abrazo, me dice lo mucho que me quiere... ¿para qué quiero más en la vida? Eso me hace inmensamente feliz y es una niña muy buena, que razona increíblemente bien. Con Sergio, mi marido, nos compenetramos genial y cada uno hace lo suyo. Es un padre muy cariñoso. Así que en ese sentido no tengo ninguna queja.
Al final los padres tienen que hacer lo que les salga del corazón y no dejarse llevar.
Es duro. Los primeros meses no descansas, hormonalmente estás hecha polvo, discutes más porque al no descar estás más irascible... Todos los que estén en esa fase, tranquilidad, porque todo pasa. Pese a que no quería ser madre, considero que es lo mejor que he hecho en la vida.
¿Qué le está enseñando?
Sobre todo que sea lo que quiere ser, que no escuche a los demás, que no dé importancia a lo que en algún momento puedo decir un compañero suyo de ella, que lo importante es lo que ella piensa de sí misma. Quiero que sea feliz, que se comunique conmigo, que me cuente las cosas. La violencia no existe en casa. Ella sabe cuándo estoy enfadada y lo entiende.
El otro día, este periódico publicó unas fotografías en las que se les puede ver disfrutando de una guerra de agua en pleno centro de Madrid. Un simple pulverizador y se lo pasan en grande.
Intento que no toque la pantalla, se van a quedar todos ciegos. Intento jugar mucho con ella, leer cuentos... Todo para que sus habilidades sociales no se vean mermadas, porque un niño que está todo el día con una pantalla, por muy nativos tecnológicos que sean... creo que es un error.
¿Es consciente de quién es su madre?
Va entendiéndolo. Me hace gracia porque a veces le digo: "¿Qué quieres ser de mayor?" Y me dice: "Mamá, yo quiero trabajar en la tele para estar contigo todo el día". Me gustaría que no se dedicara a esto. Al final es un trabajo que tienes que estar muy equilibrado para estar bien, porque hay altibajos. De repente, lo tienes todo y luego ya no. Eso es duro.
Lleva desde los 15 años con su pareja. ¿Cómo gestionan las crisis?
Es una relación basada en el respeto, en la que ninguno de los dos somos celosos, en la que podría haber pasado que al haber crecido juntos, cada uno hubiera ido hacia un camino diferente... Pero no ha sido así. Hemos intentado en todo momento tener un punto de vista en común, respetando que cada uno somos diferentes y hemos ido sumando días. Si hay que discutir, se discute hablando, que es cuando muchas veces se llega a un punto de encuentro.
La comunicación es fundamental en una pareja.
Es que si no sacas lo que llevas dentro, eso se va acumulando y se convierte en mierda hasta que se desborda y ya no eres capaz de que se solucione.
¿Qué ha aprendido de él con el paso del tiempo?
Sergio es más cabal, más lógico, más pausado. Con el tiempo he aprendido a ser más contenida. He aprendido a limar un poquito más toda la locura que llevo dentro. Me sigo sintiendo como una niña. Nos hemos equilibrado muy bien. Ese aporte mío de hacer las cosas sin pensar en el qué dirán, pues también le ha beneficiado a él. Nos hemos retroalimentado en ese sentido.
¿Se arrepiente de algo en su vida?
Cuando te planteas si has hecho algo mal en la vida, luego piensas: "Soy el producto de todo lo que he hecho bien y lo que he hecho mal". La suma de ambas cosas. Si eliminamos una de ellas, tal vez ahora no sería la Adriana que soy. De lo malo se aprende casi más que de lo bueno. Hay cosas que en su momento tal vez hice mal, pero ahora me han servido para no volverlas a hacer o no cagarla de igual modo. Dejaría las cosas como estás. Hay momentos que borraría de mi vida como el irme a vivir sola al extranjero. Pero es que si no hubiera hecho eso, tal vez ahora no sería la que soy. Me gusta en lo que me he convertido. Todo es parte de la formación, parte de mi recorrido. No, no cogería el Típex para borrar absolutamente nada.
¿La fama es tan bonita como la pintan?
Depende. Está bien cuando te invitan a comer y cuando la gente es cariñosa por la calle. Pero, por otro lado, también se viven cosas feas. No es mi caso, pero sé de compañeros que no han podido tener privacidad. Por ejemplo, cuando vamos a la playa, a Sergio le cuesta más quedarse en bañador. Siempre parece que hay un fotógrafo. Mantengo una buena relación con todo el mundo. Hay que ser siempre respetuoso con la gente.
¿Considera que es feliz?
Jo. La verdad que sí. Tengo momentos de mierda, como todo el mundo y negarlo sería una tontería, pero me duran cinco minutos. Soy una afortunada.