Tras 34 años ocupando un puesto de honor en el escalafón de los toreros más importantes de nuestro país, Enrique Ponce (52 años) ha dicho adiós definitivamente a los ruedos. Y lo ha hecho en su tierra, Valencia, muy emocionado y en un día especialísimo, el de la Comunidad Valenciana.

Ponce ha hecho su última faena ante una abarrotada plaza de toros que ha vibrado con su corrida. Enrique ha contado, para este magno día, con el apoyo incondicional de sus seres queridos y de destacados rostros conocidos, como el de la infanta Elena (60).

Como no podía ser de otra manera, además de los padres del diestro, y de amigos -entre los que se encontraban Ramón García (62), Miguel Báez 'El Litri' (56), Javier Conde (49), Pepín Liria (54) o Vicente Ruiz 'El Soro' (62)-, su razón de amor, Ana Soria (26), no se ha perdido la última corrida de su pareja y, a pesar de intentar pasar inadvertida en el tendido, ha acaparado todas las miradas.

Enrique Ponce, tras su faena, a las puertas del hotel, atendiendo a la prensa. Gtres

Nerviosa, seria y en algunos momentos ausente y más pendiente de su teléfono móvil que del albero, la almeriense ha estado acompañada por su madre, Rosario, y por íntimas amigas con las que ha compartido confidencias mientras hacía fotografías para el recuerdo de cada pase de muleta de Ponce.

Todo ello, sin perder oportunidad de agitar su pañuelo blanco para pedir una oreja para el de Chiva. Apostando por la comodidad, Ana ha lucido un look casual con top negro con escote halter, pantalón blanco y blazer al tono.

Ana Soria, hablando por teléfono, sin atender a la prensa, este pasado miércoles. Gtres

Escapando de todo protagonismo, Ana ha evitado estar al lado de su novio cuando el torero, emocionadísimo, ha abandonado la plaza a hombros recibiendo el cariño de todos los aficionados. En su lugar, Soria ha esperado Enrique en el hotel en el que se ha alojado.

A pesar de tratarse de un día tan destacado para el de Chiva, Ana Soria ha dado la callada por respuesta a las preguntas de la prensa. "Estoy al teléfono, un segundo, ¿vale?", se ha excusado a su llegada, dejando en el aire si ahora que su pareja se ha cortado definitivamente la coleta pasarán por el altar como tanto se ha rumoreado en los últimos meses.

Los padres de Enrique Ponce y su 'suegro', Federico Soria. Gtres

Mientras el torero se sacaba fotos con los aficionados a las puertas del hotel, Ana ha optado por meterse en la parte de atrás del vehículo del diestro y taparse la cara con la chaqueta, sorprendiendo con su extraña actitud en un día en el que muchos esperaban que posase con su pareja tratándose de su adiós definitivo a los ruedos.

"Ha sido muy bonito", ha reconocido Enrique, confirmando con una gran sonrisa que ahora toca disfrutar de su nueva vida al lado de la almeriense.

El apoyo de la Infanta

La infanta Elena, muy sonriente en la plaza. Europa Press

Ajena al escándalo en el que se ha visto inmerso el rey Juan Carlos (86) tras la filtración de sus audios privados con Bárbara Rey (72), y dejando claro que en nada le ha afectado las revelaciones que su padre hizo a la vedette sobre la realidad de su matrimonio con la reina Sofía (85), la infanta Elena no se ha querido perder la retirada definitiva de los ruedos de Enrique Ponce.

Aparcando sus compromisos profesionales, la hermana de Felipe VI (56) ha viajado hasta Valencia para arropar al diestro de Chiva en su última corrida. Acompañada por su íntima amiga Rita Allendesalazar, condesa de la Ventosa, Elena se ha dejado ver en el tendido relajada y despreocupada, sorprendiendo sus sonrisas y bromas

Inseparable de su borsalino -sin duda, el sombrero es el complemento estrella de todos los looks de la hija de los Eméritos- la Infanta ha derrochado elegancia con un traje de chaqueta en color verde botella, que combinó con top con un delicado estampado floral y un broche en la solapa.

Simpática y divertida, la madre de Victoria Federica (24) ha reído a carcajadas en varios momentos de la tarde, y ha demostrado su espontaneidad utilizando su almohadilla para pedir la oreja para el torero al no tener un pañuelo blanco.