Desde este domingo me declaro fan absoluto de Lydia Lozano (58 años). Nunca ha sido una mujer que me haya despertado grandes simpatías, pero tengo que decir que durante el debate de Supervivientes me ha ganado. He visto su faceta más humana, su lado más débil... y díscolo. Lydia ha ido alegre a su puesto de trabajo. No lo digo yo solo, ojo, también las redes se han encargado de ponerlo sobre el mantel. "Va pedo porque ha ido a la segunda despedida de soltera de Belén Esteban (45)", me amplían a modo de mensaje. ¡Es oficial; Lozano va como las maracas! Bueno, a lo mejor no tanto, pero sí con ese famoso puntillo.
A ver, señores, ¿quién no va a una despedida y se pasa de frenada? ¡Eso es estar vivo y beberse la vida a grandes sorbos! Eso humaniza y te acerca al vulgo. Ah, y lo más importante: menuda profesional que es Lozano, ¡se va de despedida y luego no falla a su trabajo! Lo digo en serio, cero ironías: ahí se demuestra la categoría de una persona. Seamos un poco malos: claro, el problema de ser tan eficiente es que, qué cosas, a veces la lengua se te embarra, los sentidos se te embotan y lo que tú asumes como una reflexión seria... el mundo se parte la caja. Insisto, ¿a quién no le ha pasado?
A mí... ayer mismo. No soy el mejor ejemplo, pero sí soy igual de humano que Lydia. Resulta que nada más arrancar la noche el público de Twitter ha apreciado un comportamiento en Lydia un tanto exaltado, pizpireta, extraño, sin conexión lógica. Lozano estaba feliz, muy feliz. Tremendamente feliz. Reía a destiempo, bromeaba fuera de órbita: algo pasaba con Lydia.
Ahí tienen ese momento, pelín patético, en el que Jordi González (56) bromea sobre el calor que hace en plató -cuando es todo lo contrario: hace un frío del carajo porque así lo exige él- y la colaboradora de Sálvame, casi perdiendo el eje en el sofá, entona: "Eres un mentirooooossoooo". Ahí, todos somos Lydia. Para que me entiendan, ella es como ese familiar que, metido en faena, toma el mando en las bodas, creyéndose Plácido Domingo (78). Lydia, no cambies.
Los grandes acontecimientos de la noche
Sigamos con Supervivientes. Señores, Isabel Pantoja (62) está muy celosa de la palpitante historia que se respira entre Colate Vallejo Nágera (47) y Mónica Hoyos (42). Su feeling solo crece como la espuma y ahora les ha dado por cantar juntos. ¡Viva el amor y la música! Claro que esto a Pantoja no le ha hecho ninguna gracia y, en una suerte de aquelarre de brujas con Chelo García Cortés (67) y Omar Montes, ha despotricado lo más grande: "Eso lo llamo yo montaje y no otra cosa". A ver, Isabel, recuerda que tú fuiste la primera que metiste en tu cama a Colate, ¿te gustaría que se hubiese dicho lo mismo? Pues eso.
Más cosas: Miriam Saavedra (25) viaja a Honduras como fantasma del pasado para agitar Cayos Cochinos. Lo cierto es que, pese a que a mí esta chica me aburre soberanamente, tiene bastantes frentes abiertos. Ahí, una conversación con Carlos Lozano (56) y un cara a cara de lo más jugoso con Hoyos. Hito histórico: Chelo ha pescado su primer pez y Pantoja ha cogido las riendas de la cocina en Honduras. Vaaale, lo pregunto, aunque me cansa: ¿trato privilegiado ante el escarnio público de la lata robada?
Para terminar, el que parece que no aprende es Carlos Lozano. Si bien la semana pasada ya se le dijo que, por favor, no hablara con sus compañeros de isla, que su condición no se lo permite, parece que hace oídos sordos. El tío se pasea por ahí hablando con este y aquel, y el programa ha tomado medidas. De entrada, como castigo, le ha metido en su cabaña a Violeta Mangriñán, su enemiga íntima, con la que deberá convivir hasta nuevo aviso. Sea como fuere, diré que como concursante a mí Carlos me gusta.
[Más información: Pantoja, lárgate, ¡ladrona! El escandaloso robo que Supervivientes no perdona]