Aunque la ganadora acabó siendo Sofía Mazagatos (44 años), el certamen de Miss España de 1991 sirvió a su finalista para lanzarse al estrellato. Miriam Reyes (46) no pudo heredar la corona de Esther Arroyo (51), pero a cambio inició una carrera televisiva que le valió para ser una de las caras más conocidas en la pequeña pantalla en la década de los 90.
Rápidamente se convirtió en azafata de Jesús Hermida, aunque su momento cumbre en la televisión llegó a través de la faceta de presentadora gracias a El turista habitual, un programa en el que compartió experiencias con un joven Jordi González (56). Su carrera en la pequeña pantalla iba viento en popa, pero a ella le seguían atrayendo las pasarelas, por lo que no aparcó su carrera como modelo. De hecho, la marca Don Algodón la eligió como imagen.
Tras esos años de gran éxito, Reyes se topó con un problema inesperado. En el 2005 le fue detectado un tumor cerebral, una enfermedad que afrontó con entereza y que felizmente acabó superando. Sin embargo, casi sin saberlo, Miriam Reyes iniciaba un largo calvario médico. Las secuelas de este problema derivaron en una enfermedad rara: el mal de Cushing.
Incomodidad
Según los especialistas, esta dolencia en muchas ocasiones viene derivada del uso de corticoesteroides orales, aunque también puede producirse cuando el organismo genera cortisol en grandes cantidades por sí solo. La enfermedad de Cushing se caracteriza por presentar llagas y cicatrices en la piel de los pacientes.
Otro de los aspectos sintomáticos de esta dolencia es el aumento de peso, algo que sufre en primera persona Miriam Reyes, quien reconocía en una entrevista que había llegado a ganar "20 kilos" en pocos meses. Pero más allá de los problemas estéticos, uno de los aspectos más incómodos para la modelo son las continuas visitas a los médicos, que le hacen tener que viajar constantemente a Madrid.
Si hay una noticia positiva dentro de esta situación es que la vida de la tinerfeña no corre peligro. "No me voy a morir", ha llegado a comentar, destacando que a pesar de las huellas que deja esta enfermedad entre quienes la padecen "no estoy hecha un monstruo". Quizás, lo peor es la hipertensión y la taquicardia que generan este mal de Cushing: "En ocasiones el corazón se te desboca y parece que vas a sufrir un infarto".
Esas alteraciones contrastan con la falta de fuerza física que en ocasiones impiden a la modelo "hasta abrir una botella de agua". Donde no parece tener un desfallecimiento es en la fuerza anímica: "Cada uno tiene su carga, a algunos les llegan problemas económicos, y yo tengo que lidiar con mi salud".
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