Con la imprescindible careta de Dalí, una icónica cruz colgada al cuello y un corte bob, Úrsula Corberó dio el salto desde la televisión española hasta la plataforma internacional Netflix con su personaje de Tokio en La casa de papel. Con su papel consagrado como ladrona de élite, la actriz cumple 30 años este domingo, confirmando, de esta manera su meteórico ascenso a nivel mundial.
"El éxito te llega de repente. No tomas la decisión como antes, aquello de irte a Estados Unidos, buscar una agencia, hacer pruebas y tener acceso. En este caso, nos ha llegado todo repentinamente", reconoció la actriz catalana en una reciente entrevista a EFE, en la que también confesó que ha sido una revolución "un poquito difícil de gestionar", aunque también "preciosa".
Pese a que en la segunda temporada su personaje llegó a una idílica isla para dar rienda suelta a su romance con Río (Miguel Herrán), el espíritu aventurero de Tokio obligó a sus compañeros de atraco a idear un nuevo y enrevesado golpe maestro.
Este nuevo robo ha sido seguido por más de 34 millones de espectadores en todo el mundo que han visto a Corberó convertida en una bomba de relojería capaz de estallar en cualquier momento.
El temperamento de Tokio le valió el pasado año el premio Iris a mejor actriz y un ejército de 10 millones de seguidores en Instagram, que la han convertido en la segunda española española más seguidas en la plataforma, solo superada por Georgina Rodríguez (25), pareja de Cristiano Ronaldo (34), y por encima incluso de la maestra del highlighter, Rosalía (25).
Aunque comenzó su carrera como actriz en la televisión catalana con Mirall trencat (2002), fue en 2008 que la actriz probó por primera vez las mieles del éxito, cuando coprotagonizó con Maxi Iglesias (28) el tormentoso romance de Ruth y Cabano, sus personajes en Física o química, la serie que se convirtió en un fenómeno adolescente.
Fue ahí donde coincidió con Javier Calvo (28), codirector junto con Javier Ambrossi (35) del también proyecto de Netflix Paquita Salas, donde Corberó ha hecho una aparición estelar en la última temporada, interpretándose a sí misma convertida en paño de lágrimas de Belén Cuesta (35), la pobre Magüi ahogada en el para ella incomprensible mundo de la moda.
Es precisamente en ese universo donde la actriz ha encontrado una gran baza. Desde los looks aniñados de las primeras presentaciones de la serie de Antena 3 hasta el vestido rojo de corte sirena con apertura frontal de la presentación de la última temporada de La casa de papel en Madrid han pasado más de 10 años y la actriz ha refinado su estilo.
Después del éxito Física o química llegaron otras proyectos. Se aventuró con las narraciones históricas de La 1 con 14 de abril, la República e Isabel, recorrió Alemania Perdiendo el norte con Yon González (33) y Blanca Suárez (30) o se trasladó a La Embajada española en Bangkok como hija de Belén Rueda (54) y novia de su actual pareja, Chino Darín (30), hijo del actor argentino Ricardo Darín (62).
Pese a que fueron todos estos papeles los que le sirvieron de aval cuando se presentó al casting de La casa de papel, la catalana se enfrentó entonces a un registro totalmente distinto al resto de su trayectoria, y tuvo que sacar su lado más macarra y juguetón, con el que pone la voz en off a la narración del mayor robo de la historia.
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