GH VIP, ya no eres el mismo: las razones por las que esta edición está abocada al fracaso
A ver si de una vez aprenden tres grandes premisas: que los formatos deben descansar, que en el grito no siempre está la audiencia y que no a todo se lo puede llamar VIP.
1 octubre, 2019 04:11Noticias relacionadas
Cuando Gran Hermano VIP 7 se estrenó fueron muchos los que se atrevieron a asegurar que esta edición no tendría la misma repercusión que otras, que algo fallaba en el plantel de concursantes. Gentes sin alma y otras con la suya demasiado trillada. Yo entonces lo entendí como un diagnóstico demasiado precipitado, e incluso un tanto injusto. Pensé en ese instante que a un reality hay que dejarlo respirar, coger empaque. Y así, esperé a que diera comienzo. Esperanzado y confiando.
Lo hice y me pareció un arranque flojo, con concursantes cogidos con pinzas, obligados a entenderse, pero sin un solo punto en común. Cada uno de su madre y su padre. Sin mucho que compartir ni confraternizar. Ya lo dijo a los pocos días una Mila Ximénez (67 años) completamente hundida: "No tengo nada que ver con ellos". Ni que lo diga, la sigo viendo apartada, forzándose en empatizar con las inquietudes de una casa joven y envenenada con la droga del reality en vena. Para no morir engullida por el hastío. Salvo cuando se desquicia y sale esa Mila de Sálvame, el resto de día parece la matriarca de un clan venido a menos. Una madame sin aquellos oropeles que un día tuvo.
Que los lacayos de Ximénez sean El Cejas y Kiko Jiménez (27) -al menos hasta este domingo, cuando se ha descubierto la traición de estos nominándola por la espalda- dice mucho de un concurso. ¿Dónde están los vips de antaño? GH VIP está tocado de muerte. Así lo veo yo. Tan enfermo se encuentra el percal que parece que han sido todos aleccionados para que agiten la casa a golpe de decibelio. El problema es que los límites se han traspasado de muy mala manera, que no se discute por nada, que rascas y no hay fundamento; se ha pasado de la bronca a lo vulgar y zafio. De las peleas tan características y estrategas, a una batalla de gallos y verduleros. Aquello parece un concurso para ver quién grita más, quién llega más rápido al paroxismo de lo mezquino. De lo absurdo.
Juro que al principio luchaba conmigo mismo por entender las tramas, para comprender por qué Mila chillaba como una energúmena; por qué Hugo Castejón (47)-injustamente expulsado- se movía por la casa haciendo explotar tan bombas fétidas como impostadas con las que se lo pasaba a las mil maravillas; batallaba, también, por conocer los motivos por los que Kiko Jiménez se ve obligado a fabricar una carpeta -historia amorosa- con Estela Grande. ¿Qué sorpresa, verdad? Qué raro que Kiko se enamore, nadie se lo esperaba. Ay, es que creo que el problema -otro más- de esta edición es que está todo tan masticado y revisto, tan repetido, que cada día es menos creíble.
¡Imaginación, por Dios! El factor sorpresa se ha desvanecido, ha muerto, y esta edición está en estertores. "Yo ya no lo veo y si lo pongo, es de fondo", me dijo el otro día un apasionado de estos formatos. "Es que están desquiciados y no disfruto viéndolo. ¿Por qué tienen que gritar para todo?", me suelta otro. Y ese es el peor caso que le puede pasar a un reality: que el público capte que esto huele a pescado congelado. Todos repiten los cánones de ediciones pasadas, solo que les dan un giro de tuerca hasta alcanzar lo forzado e irreal. Lo increíble. Nadie se cree muchas cosas. A todos los tontos se les ocurre lo mismo, dice uno que yo me sé, y, claro, imaginaos el resultado ante tanto tonto junto. O peor, ante tanto tonto ilustrado.
Y me alejo, me alejo cada día más. Y desde mi óptica de amante de la televisión, solo escucho gritos, malos rollos, rencillas, acusaciones, broncas... orquestadas. A Mila enfadada de forma perpetua, a El Cejas como un pelele que se mueve al son del aire que más lo calienta, a Kiko desubicado, sin identidad. Buscando resquicios por los que arañar una semana más en el concurso. A una Alba Carrillo (33) que está pasando sin pena ni gloria -Alba, con lo que tú nos diste en Supervivientes-, a un Antonio David (43) ausente, que ha optado por no hacer ruido, guarecido en la sombra, y por ir sumando con los dedos los días que le restan y el dineral que lleva ganado.
Esos son los que, aparentemente, son los fuertes, los pesos pesados de la edición. Fíjense, si esos cracks me despiertan un sopor de narices, qué no me suscitarán los demás. Porque sí, en la casa hay otras personas, como Noemí Salazar, Adara -que se ha dado cuenta de que debe aliarse con Mila para no caer en el pozo del olvido- Estela Grande -pareja de Diego Matamoros (33) y que está ahí porque debe haber de todo en la viña del Señor-, Maestro Joao -me da una pena inmensa porque está en tierra de nadie y ni siquiera sirve como coetáneo de Mila-, una tal Nuria -.....-, e Irene Junquera (33), una mujer que me despierta el mismo interés que la fórmula de la Coca Cola.
Señores, así están las cosas y así se las hemos contado. Sopor profundo. Me está pasando algo curioso; la gresca me gusta más que a un tonto un lápiz; cuando algo se sale de madre subo el volumen de la televisión. Pero en esta edición bajo cada vez más puntos en el mando... hasta casi llegar al Mute. Sí, algo debe estar pasando. Que no os extrañe que vayan condensando historias y acotando galas para acelerar la final. A ver si de una vez aprenden tres grandes premisas: que los formatos deben descansar, que en el grito no siempre está la audiencia y que no a todo se lo puede llamar VIP...
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