La primera edición de Gran Hermano revolucionó la televisión española, siendo el primer reality show que aterrizaba en este país con una repercusión totalmente inusitada. 14 concursantes pasaron por la casa, que por aquel entonces estaba situada en Soto del Real y no en Guadalix de la Sierra, resultando Ismael Beiro (45 años) el ganador con el 41,42% del apoyo de la audiencia.
Dos décadas después, la audiencia sigue recordando a muchos de los concursantes de aquella edición pese a no saber nada de ellos. Es el caso de Íñigo González (42), aquel joven ceutí que entró como reserva en la sexta gala después de que Silvia Casado abandonara el concurso por la expulsión de su novio, Israel Pita.
Pese a llegar más tarde, Íñigo supo ganarse a la audiencia y fue salvado en su primera nominación, aunque en la siguiente ocasión no tuvo tanta suerte y se convirtió en el quinto expulsado de la edición.
Tras su paso por el concurso trató de mantenerse en televisión, participando en Crónicas Marcianas hasta 2001 y regresando al reality que le vio 'nacer' -en su versión VIP- en el año 2004. Pero el cambiante medio televisivo acabó relegándole al olvido, por lo que Íñigo buscó nuevos caminos para tratar de cumplir su sueño: se licenció en Periodismo y estudió un máster de Dirección de Comunicación, gastándose 4.000 euros "que no sirvieron para nada", se lamentaba recientemente en una entrevista para el portal Outdoor de Mediaset.
Aquel fracaso alejó definitivamente al exconcursante de sus ambiciones: "Yo quise vivir de la tele, pero porque me llenaron la cabeza de cosas que podía hacer y ganar", confiesa. Por ello, acabó estudiando Filología Inglesa y actualmente trabaja como profesor interino en la Escuela Oficial de Idiomas de Granada: "Yo entro en clase y me siento feliz", afirmaba en la citada entrevista sobre su nueva faceta como docente.
Además de su trayectoria fuera de la tele, de la vida actual de Íñigo también sorprende su impactante cambio físico: luce canas y 20 kilos menos que perdió "bebiendo mucha agua caliente y dejando de comer"; sin embargo, reconoce que recuperó buena parte de ese peso viviendo en Polonia con una joven de la que se enamoró y con quien acabó teniendo una relación muy tóxica, según él mismo narra.
Al igual que los fans del formato GH nunca podrán olvidar la primera edición, Íñigo guarda un lugar en su corazón para el reality a pesar de no haber podido conseguir permanecer en la televisión, una trayectoria frustrada que ha plasmado en un libro: Mercenarios de la tele.
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