Kiko Rivera (35 años) se ha convertido en el primer invitado de Bertín Osborne (65) en la nueva temporada de Mi casa es la tuya. No lo ha hecho solo; su mujer Irene Rosales (29) lo ha acompañado en esta aventura y lo cierto es que el cantante no ha defraudado. Ningún tema se ha dejado en el tintero: infancia, su relación con su hermana Isa (24), con sus hermanos, su etapa díscola, su amor por Irene, sus hijos y hasta el periodo de cárcel de su madre, Isabel Pantoja (63). Kiko, abierto en canal y más sincero que nunca.
Ilusionado por poder charlar con Bertín en su programa, uno de sus favoritos de la televisión, Kiko se ha sincerado nada más sentarse en el chester particular de Osborne. Amante de los tatuajes, el joven ha hablado de su madre, su motor de vida. Asegura que cuando se enfada con él lo llama "Francisco José" en un tono tan serio que lo hace cuadrarse. Desde que nació, lidió con la fama y los focos. Algo duro que le costó sobremanera: "Yo no conozco otra cosa que ser famoso. Me afecta y me creé una coraza. En la tele tan pronto te encumbran como te humillan. De un grano de arena hacen una montaña".
Confiesa que el apodo de Paquirrín nunca lo molestó, tan solo el retintín de algunos. Es duro criarse con unos padres de máximo nivel: "Siempre había una fotografía. Ahora se cuida a los niños más. A mí sí me pasaron cosas duras, en el colegio. Un periodista se hizo pasar por payaso y les dio caramelos a mis amigos a cambio de que me acercaran a la verja. Se me ve a mí estampado en la verja". En este punto, Kiko reflexiona sobre el acoso mediático que vive su familia: "Día sí, día también tengo cámaras en casa".
Una situación que, según Irene, le ha llegado a afectar a su hija Ana en su personalidad: se ha vuelto más introvertida. Rivera relata, además, con Bertín cómo fue su infancia: "De chico viví en La Moraleja. Tengo recuerdos de todos mis amigos del colegio San Patricio". Nunca fue un niño buen estudiante. De hecho, confiesa, le costaba mucho y su madre lo amenazaba con quitarle la Semana Santa: "Con el cinco era feliz. Era listo, pero flojo". Con 12 o 13 años se dio cuenta de lo que significaba la fama y, con ella, la parte disfrutona: "Siempre me gustó la música y me colaba en las discotecas. Fíjate, de mayor no salía de ellas y me quedaba allí cuatro o cinco días".
Ojo, que Kiko quiso ser futbolista. No solo eso: de pequeño soñaba con ser cura. "El padre Rayo, el que nos daba religión, me encantaba cómo hablaba y le dije a mi madre que quería ser cura". Una ilusión que se pasó. ¿Conoció Kiko a su padre, el gran Paquirri? Él lo desvela: "No lo conocí. Es una pena". Asegura que le preguntaba a su madre que dónde estaba papá y que la respuesta era endeble: se hallaba de viaje. Cada 26 de septiembre, aniversario de la muerte, estaba prohibido encender la tele en casa y un día Kiko, rebelde con causa y en plena edad convulsa, encendió el televisor y se dio cuenta de todo.
"Lo entendí, que nunca más volvería de viaje. Con el tiempo he aprendido a ver las imágenes con orgullo", sostiene. En el apartado de sus hermanos Cayetano (42) y Francisco (46), ¿cómo es su relación? "Me llevo bien, no hay relación de hermanos diaria, pero bien. Francisco salía más en prensa que Cayetano. A este lo conocí en la boda de Francisco con Eugenia Martínez de Irujo (51). Se acerca una persona y me dice que es mi hermano Cayetano". Ahora, reconoce, todo anda más tenso entre ellos por "una serie de cosas que desconozco". Eso sí, mantiene mejor relación con Cayetano que con Francisco.
Y en lo que respecta a su hermana Isa, ¿cómo fue recibirla en casa siendo hijo único? "Es lo más bonito de mi vida. Mi madre me consultó que qué me parecía. Siempre fue una niña ejemplar, estudiante, educada. Orgulloso estaba allá donde iba. Pero un día se le cruzó el cable rojo con el blanco. Se quedó embarazada con 17 años y cuando cumplió la mayoría, esa misma noche a las doce, puso la maleta en la puerta para irse de casa". En este punto de relato, Kiko suspira y reconoce: "Ha cambiado tanto. Siento pena. Me emociono, me ha defraudado. Era una hija para mí. Me arrepiento de haber hecho locuras que haya podido imitar".
Lo que más desea es que todo vuelva a ser como antes, que todos estén juntos y felices. Que se quite la rebeldía y que todo "vuelva a su cauce". Reconoce que hay algo que nunca perdonará de Isa: "Mi hermana está soltando comentarios, los explica más tarde, pero ya los ha dicho. Me parten el alma, es mi hermana y forma parte de mí. Cuando sacó el single, dijo algo así como 'yo por lo menos no tengo vicios ni problemas con la justicia'. Dicho está, me dolió en el alma". Afirma que "eso ha hecho mucho daño en la familia" y que "hay que dejar pasar el tiempo". Además, ha desvelado que estuvo varios años en un internado y que allí aprendió "las fechorías". Fue en la época en que su madre conoció a Julián Muñoz (71).
¿Qué tiene que decir con respecto a la época de Julián? "No lo conocía de antes. Yo lo llevé bien. Entendía que mi madre estaba enamorada y feliz. Me quedé con su felicidad". A los 18, mayoría de edad, comienza su vida. El principio de sus problemas con las drogas: "Mientras mi madre estaba en Latinoamérica me llega la oportunidad de una discoteca por 20.000 euros. Ahí empezó todo y se juntaron, además, malas compañías". En este punto, relata uno de los puntos más duros: "Mi mujer me vio tan mal que me cogió y me dijo que no aguantaba más, y que si continuaba así se iría con la niña".
En ese momento, su cabeza hijo click. Y recapacitó: "Me senté con mi madre, se lo conté, se quedó K.O. pero me ayudó. Ahora sigo luchando, con un psicólogo, un psiquiatra y medicamentos". Si existe algo que lo perfora y preocupa es lo que sigue: "Espero recuperar el tiempo perdido con mi primer hijo, porque entonces no estaba al cien por cien". Asegura, en otro orden de cosas, que el momento de la cárcel de su madre fue el peor de su vida: "El momento más duro, complicado y triste. Eso es algo que hay que vivirlo.
Cuando la visitaba, estaba feliz, pero también era el momento más triste. Vas a ver a tu madre, sientes alegría porque vas a tocarla, sentirla y besarla". Pero ese momento es efímero: dura hasta que el toquido a la puerta indica que todo acaba. Ese momento en que llamaba a su madre y hasta que no sonaban los cinco o seis tonos no caía en la cuenta de que ella no estaba... Dos de los momentos más complicados de la noche han sido cuando Kiko ha reconocido que su abuela no está bien, y cuando Irene, su mujer, ha hablado del "tumor" que padece su padre. Menos mal que la vida regala otras cosas: amor, hijos, felicidad, lunas de miel. Kiko Rivera se ha superado a sí mismo.
[Más información: Kiko Rivera, primer invitado a 'Mi casa es la tuya': de las drogas a los vis a vis con su madre]