Hace nada reflexionaba por aquí que cada día que pasa veo más normal que no haya público en las televisiones. Que ni siquiera se enfoquen las gradas. Hace 15 días que estoy confinado en casa y, como comprenderán, consumo más televisión de lo normal. Todos necesitamos, ávidos la información, conocer en qué punto se encuentra ese maldito coronavirus. Ese bicho que tanto nos ha cambiado... y lo que nos cambiará. No solo a nivel interno -ando replanteándome muchas cosas de mi vida personal-, sino también se verá seriamente modificada nuestra forma de ver el mundo, nuestro consumo televisivo.
Porque esa es nuestra única ventana al mundo de ahí fuera: la televisión. Y tengo que decirles que ya figurármela cargada de públicos, con besos, abrazos, personal técnico y humano pululando por los platós... ¡Esos invitados de primer orden! Todo eso lo estoy viendo muy lejano, como si esas maravillas perteneciesen a los años 80 y 90 y en la actualidad viviésemos en una tele que acaba de salir del blanco y negro. Porque sí, con tanta videollamada en televisión creo firmemente que hemos pasado de la televisión moderna a la rudimentaria en cuestión de días.
Ojo, deseo dejar claro que esto no es una crítica, todo lo contrario: lo entiendo como una suerte de evolución, de amoldarse a los tiempos que corren. Pero no puedo evitar pensar si cualquier tiempo pasado fue mejor. O no, porque con esto de la videollamada hemos vuelto a conectarnos de otra forma entre nosotros que también tiene su encanto. Ese Skype que ya no usábamos, ese vídeo borroso, esas palabras que se entrecortan, esa llamada caída... Esa imperfección en televisión el caso es que me gusta, porque nos hace mejores y, creo, que lucha contra ese perfeccionismo enfermizo: esto es lo que hay y esto es lo que somos.
Es una maniobra excelente por parte de las cadenas de televisión y las productoras de programas. El ejemplo más claro de aquello de renovarse o morir: si no hay público, no pasa nada; si no hay plató; tampoco; si ni siquiera hay un cámara que nos grabe, nos grabamos nosotros. Eso dice mucho de nuestra televisión. Es el momento de pensar, de innovar, de copiar fórmulas del vecino que sabes que son un éxito. ¿Qué ha hecho La Resistencia sin invitado ni público? Coger a su presentador y a los baterías y tocar música y contarse chascarrillos varios? O lo que es lo mismo: salvamizarse. Y si tienen a bien charlar con alguien, pues videollamada al canto.
Tres cuartos de lo mismo les pasa a Late Motiv, Zapeando o El Hormiguero. ¡Inundación de videollamadas, a tope de Skype! Claramente son otros tiempos, pero qué ingeniosos. No me digan que convertir el #yomequedoencasa en una idea, responsable, de fabricar nuevos programas como el de Ion Aramendi (42 años) en TVE, Todos en casa, no es una idea fabulosa. Y ojo, que en ese programa no hay nada de nada, por no haber ni hay plató físico ni esas pijadas de hace medio día: todos, y cuando digo todos son todos, los que conforman ese programa lo hacen desde sus respectivas casas.
En constante comunicación. Videollamadas y arreando. A veces, les confieso, que estando en casa miro al frente, al mueble donde está el router, y pienso: Dios mío, si me quedo sin internet estoy acabado. En fin, que este blog es para que todos nos animemos a mejorar, a pensar más allá y a reinventarnos. Estoy convencido de que después de esta crisis se hará mejor televisión, aunque, oye, tengo que compartir con vosotros una última sensación antes de dejaros de dar la chapa: esto de las videollamadas me hace sentir más arropado, me despierta sensación de hermandad.
La misma que esos aplausos de las 20 horas de cada tarde. Los españoles tenemos eso: que nadie nos tumba y, en concreto, los que hacen televisión no van a permitir que nunca se funda a negro, como es el deseo de ese Spiriman. El show debe continuar, sea como sea, sea donde sea. Os dejo, que me hacen una videollamada. ¡Viva lo rudimentario!
[Más información: ¿Es posible el futuro de los programas sin público? ¡Yo ya me he acostumbrado a las gradas vacías!]
Noticias relacionadas
- Supervivientes corta su emisión una hora antes y sin explicación ni despedida: ¡un feo sin precedentes!
- Sálvame y otros programas de Telecinco, ¡todo un ejemplo de servicio público a causa del coronavirus!
- ¿Es posible el futuro de los programas sin público? ¡Yo ya me he acostumbrado a las gradas vacías!