La gala de este jueves de Supervivientes ha sido más que trepidante: ha pasado de todo. Agradezco este tipo de programas porque me despiertan del letargo que trae consigo el confinamiento. Estoy seguro que más de uno me entenderá, esto de ver imágenes pasar por tu retina sin que te despierten ningún tipo de estímulo. Una tras otra. Y, de repente, acontece Supervivientes, y te agita, y te vuelve a poner en circulación. ¡Menuda gala!, ¡galón al canto! He disfrutado como un niño. ¡De todo ha pasado!
De entrada, el magnánimo Jorge Javier Vázquez (49 años) ha arrancado con una sorpresa: según un informe médico, el concursante Antonio Pavón (38) debe abandonar el concurso por prescripción médica. ¡Boom! Aunque el chico no reviste "lesión de gravedad", era desaconsejable que continuara en la isla. Ay, qué pena el chaval este al que le brotaba la ilusión por continuar en el concurso. Se lo veía lleno de vida con esa sonrisa blanquísima, hiriente incluso... Ávido de reality, de darlo todo: cáspitas, debe decir adiós. Esos avatares injustos de la vida. Hasta ahí, bien: lo que no veo tan bien es lo que le han hecho después.
Lo han vapuleado, se han reído de él y sí, para mí le han hecho una jugarreta de agárrate y no te menees. No es ético hacer creer al prójimo que se larga a España porque los médicos así lo aconsejan y, durante los primeros minutos, hacerle creer que se queda: ¡permitir que se reencuentre con sus compañeros henchido y pletórico de felicidad! No es justo, ¡sois unos desalmados! Ahora volveremos a eso, pero no ha sido, ni de lejos, lo más interesante de la noche.
Y no me refiero a que toda España ha visto cómo la nieta de Rocío Jurado -querida, estoy escuchando tu último Qué no daría yo en tiempos tan del Resistiré- hace twerking. Algo insólito cómo la hija de Rocío Carrasco (42) agita los muslos y las caderas. Bravísimo, que conste. No, no me refiero a eso. Me vengo a referir a otras tramas que han reinado en la noche: José Antonio Avilés se ha quedado solo en una guerra que lo ha desarmado por completo, ni su amiga Rocío lo ha apoyado: toda la isla lo ha desenmascarado como lo que es: un recadero, un manipulador emocional y un estratega de mucho cuidado. Así los ha tenido a todos: ¡amargados!
Reconozco que zarandea el percal cuando este se duerme, pero no me gusta nada él: ni sus aspavientos, ni sus manoteos ni su forma de expresarse. Y aunque va de amiguísimo de Rocío Flores (23) y de que 'ay, Dios mío, como se piensa que yo solo busco el interés pegado a ella', le diré algo a Rocío: ten mucho cuidado. Aunque, por otro lado, sé que lo tienes: se trata de gente chupóptera, que te extrae la sangre necesaria para que no puedas ser independiente. Ojo, como concursante de un reality, ¡olé y olé por José Antonio!
Y no me despido de este personaje: por su culpa Elena, la madre de Adara, se ha roto en directo. La pobre mujer, se ve, anda acomplejada con su físico después de que Avilés le hiciera ver que su trasero se parecía al de Karmele Marchante (73). Lo que en un principio puede parecer algo chistoso, ha acabado este jueves entre lágrimas de Elena: "Es maquiavélico, me despierta por la noche y me dice que Barranco me quiere nominar. Hace unas cosas que yo estoy súper decepcionada y me siento como una marioneta en sus manos".
Y entra a matar, tapándose la cara del bochorno: "Estoy muy acomplejada con mi físico, sé que he perdido peso y estoy acomplejada. José Antonio es un tío gracioso, pero ese día me enfadé porque quise que se diera cuenta de que me acompleja eso". Y sigue, ahogada por las lágrimas: "Estoy muy delgada. Yo me ponía tres o cuatro vaqueros para no parecer tan delgada. A mí me gustaría ser muy fuerte, como un hombre, sentirme como ellos. Por eso no me gustaría estar tan delgada". A ver, no suscribo nada de esto último y, tengo que decirlo, me ha borrado toda emoción: Elena, entérate que para ser fuerte no hace falta ser un hombre. Creía que ese discurso estaba más que superado.
Mientras que José Antonio, inasequible al desaliento, tira millas diciendo que es una mujer con ansias de cámaras, ella lo define de forma magistral: "Te lleva a echar cuentas de todo el mundo, a estar amargado". Sublime, brillante: esa es la sensación que tengo desde que comenzó el concurso: a Avilés -insisto, excelente concursante de realities- se lo zampó la querencia de cámara, la bulimia del foco y las ansias enfermizas de ser protagonista y ganar el concurso. En realidad, si ustedes lo piensan: nada nuevo bajo el sol. En Viva la vida se comportaba igual.
Ah, que se me va y no quiero: antes de hablar de Antonio Pavón y la jugarreta del programa, deban dejar que haga una puntualización. Quiero dejar claro que no veo justo, ni mucho menos, que Yiya hable de Estefanía como madre: ¡quién te has creído que eres! Nunca me cayó bien; Yiya es alguien tóxico y lúgubre por el que pido la calle ya. Fani, no hagas caso, amor; tienes razón: ella no es quien para hablar de tu hijo, que es menor y sagrado. No te cojas esos ataques de ansiedad por quien no la merece. Y para terminar, ¡no veo nada justo que el programa, como decía antes, le hiciera creer a Pavón que se quedaba en el concurso!
Ese hombre ilusionado, lleno de vida, que ha llegado a la palapa dando besos a diestro y siniestro no se merecía conocer, al rato largo, que no iba a seguir en el concurso. Me he enternecido, no sé, el momento en que le ha suplicado a Jorge Javier que, bajo su responsabilidad, se queda en el programa. Y el conductor, más digno que nadie, le ha hecho ver: "Nunca hemos jugado con la salud y no lo vamos a hacer ahora". ¿Oyen eso? Es el cri cri de un grillo.
Pavón: abandono por motivos médicos
Nominados: Fani, Hugo, Ferre y José Antonio
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