En la noria de la vida, suben las faldas o baja la bolsa pero los Eames permanecen a la altura de Venus, radiantes, impertérritos al agotamiento de las tendencias. La galería de arte de la Barbican exhibe su trayectoria, comisariada por su nieto Eames Demetrios, en una de las exposiciones más recomendables para el ciudadano de ese planeta llamado “Inquietudes”. Pero… ¿Por qué amamos a Charles y Ray Eames? Éstas son, al menos, mis razones. El orden puedes agitarlo antes de usarlo.
1. Amor y trabajo parecen llevarse bien.
Casados desde 1941, -para Charles fueron segundas nupcias- siempre firmaron juntos todo su trabajo. Y cabe preguntarse ¿es el matrimonio un buen caldo de cultivo para la creación? O por el contrario las relaciones sentimentales son una fuerza más con la que hay que convivir que a veces resta. En su caso todo apunta a que el trabajo en equipo no fue impedimento para un matrimonio feliz.
2. ¿Puede un sillón ser sexy?
Su lounge chair, sÍ. Permítanme que lo subraye. La lounge chair es muy sexy y que no se nos olvide su otomana. ¿Qué sería de Mad Men sin su lounge chair? ¿Acaso hay algún sitio mejor para leer, para escuchar con unos auriculares Grado las sonatas para chelo de Bach o encenderse una pipa? Desde 1956 es uno de los muebles más falsificados del mundo. Si te animas a hacerte con una, ni se te ocurra plantearte las de segunda mano, alguien habrá domado la piel por ti. Pero atención no te fíes hay miles de falsificaciones. ¿Cómo llegar a saberlo? El secreto está en la madera de palisandro. Si te decides a incorporarla a tu rincón secreto, nunca te arrepentirás.
3. El “merchandising” Eames te puede solucionar la Navidad.
Está perfectamente editado. De las miniaturas de sillas hasta los castillos de naipes. Su bibliografía, es extensa y muy cuidada. Quizá no puedas permitirte comprar alguno de sus muebles icónicos pero el universo Eames se acerca a cualquier bolsillo. Eso se llama exprimir la naranja con visión de futuro.
4. Nos hacen sentir modernos.
Cuando compramos alguno de sus diseños para casa o para la oficina nos sentimos mucho mejor, nos hacen la vida más feliz. Y Rolf Fehlbaum, propietario de Vitra lo sabe pero que muy bien.
5. Les gustaban los niños.
Su elefante de madera es uno de los mejores juguetes del mundo, tan grande como para que siempre quieras sentarte en él y trasladarte a la infancia, tan pequeño como para que no te atrevas a hacerlo. ¿Me siento o no? ¿Lo romperé?
6. Hicieron pasta.
Sus trabajos con y para IBM (sobre todo el diseño del pabellón para la exposición mundial son una referencia creativa) y también un buen ejemplo de que para trabajar con los Eames había que sacar el talonario de Nueva York de 1965.
7. Les gustaban las curvas.
No las de la carretera, las curvas de sus sillas. Son recordados por su manera de retorcer la madera, con proyectos experimentales que comenzaron en 1941. No fueron los únicos, es verdad, los alemanes de Thonet estaban en ello, pero los Eames retorcieron la madera hasta que las sillas empezaron a a gritarnos, ”ven a sentarte que te quiero abrazar”.
8. Eran muy trabajadores.
El trabajo es salud, y cuando se diseña también. Obsesivos hasta rozar el estajanovismo, no eran de esos diseñadores que un día trabajaban y otro daban conferencias. La Eames Office fue un laboratorio que generó centenares de proyectos. Su producción es inmensa, tanto en la edición de mobiliario como su filmografía que merece la pena revista
9. La felicidad genera buen diseño.
Se retrataron en moto, atados a uno de sus prototipos… siempre sonriendo. Exportaron California al mundo. Merece la pena visitar su casa. La Eames House, también conocida como Case Study House. No. 8, (203N. Chautauqua Blvd. Pacific Palisades. California). Es fácil imaginárselos por allí preparando tortitas.
Barbican Art Gallery. The world of Charles and Ray Eames. Hasta el 14 de febrero. The world of Charles and Ray Eames, editado por Catherine Ince.