Esta tarde se celebran los Premios Forqué, organizados por EGEDA. Se trata de la primera gran cita de nuestro cine después de pasar por las urnas este diciembre y como en tantas materias, estamos ante un momento en el que recapitular y pensar qué es lo que el cine quiere ser en estos próximos tiempos. Partiendo de los antecedentes, como responsable de Cultura del PSOE, me atrevo humildemente a plantear por dónde creemos que debe transitar una necesaria nueva ruta.
La cultura es un sector estratégico para nuestro país y un elemento indispensable del bienestar de la ciudadanía en un Estado democrático avanzado y, por lo tanto, una cuestión de Estado de primer orden. Y no sólo porque enriquece las capacidades intelectuales y críticas, no sólo porque fortalece la identidad de un país y su influencia global en el mundo, sino porque aporta riqueza real al PIB y genera empleo de calidad, ayudando decisivamente al cambio de modelo productivo en el que la cultura, la ciencia y la tecnología son piedras angulares del mismo.
Y sin embargo en ninguna otra faceta se ha demostrado tanto la falta de confianza de la derecha española en la ciudadanía, su ignorancia, como en este campo decisivo de la cultura. Es lógico, porque una sociedad más culta, crítica con sus realidades, es un poderoso obstáculo para el modelo de sociedad que la derecha española quiere para nuestro país.
Mientras que en Europa las industrias creativas constituyen uno de los sectores más dinámicos de la economía, representando más del 6% de su PIB y más de 7 millones de empleos, en España el peso de los porcentajes es escasamente la mitad, como consecuencia de retrasos seculares y de una última legislatura catastrófica: brutales recortes en ayudas, implantación del IVA cultural más alto de Europa... Hemos desperdiciado así el enorme potencial que tiene España y sus creadores en este campo, uno de los países con mayor y mejor patrimonio histórico cultural, con empresas y autores de primer nivel mundial en todos los ámbitos de la creación y eje de un ámbito lingüístico de más de 400 millones de personas en el mundo.
El cine español, una de las industrias culturales más emblemáticas, ha sufrido en esta legislatura un ataque y un golpe sin precedentes desde las filas gubernamentales. La pasada legislatura se ha caracterizado por la falta de dialogo, por las decisiones erróneas y dañinas sobre el sector y la incapacidad para comprender el enorme potencial y calidad de nuestro cine en su diversidad. Ha sido un tiempo que ha dejado muchos damnificados y ha cercenado de manera injustificable un sector creativo vital para nuestra cultura, reduciendo brutalmente las ayudas a la producción, e imponiendo una Ley de Propiedad Intelectual que deja por los suelos los legítimos derechos de creadores y productores, que viven con estupor cómo se publica su obra con ánimo de lucro por terceros de forma impune. En ese contexto comprendemos la legítima indignación del sector ante un Gobierno que permitió que se generalizara la idea de fraude masivo con el llamado “taquillazo”, cuando en España se producen más de 100 películas al año y la cifra que está sujeta a investigación es de apenas unas pocas obras. Si hubo fraude que se castigue, pero primero que se demuestre concluyentemente y después que se individualicen los eventuales culpables.
Siendo la crisis un tránsito difícil para cualquier sector social o económico, se puede concluir que en el ámbito de la cinematografía el Gobierno saliente ha sido peor que la misma crisis. Puedo decir que por mi parte era escéptico ante un argumento de raíz tan pueril y malsana, pero cada vez estoy más convencido de que el PP sentía que "le debía una" a nuestro cine: nos hallamos ante la indigna respuesta al posicionamiento mayoritario del cine contra la injusta guerra de Irak. Ese fue su “pecado” y bien que lo están pagando.
Pero estamos en otro tiempo y debemos aprender en todos los ámbitos qué es lo que no podemos volver a repetir. Y es que la cultura en general y el cine en particular, no pueden seguir siendo un elemento de confrontación política. Nos jugamos mucho en esto y tenemos que ser capaces de, recuperando la existencia del Ministerio de Cultura, avanzar en la constitución de una Agencia Estatal del Audiovisual que permita al cine generar y gestionar sus propios recursos, sin depender tanto de las subvenciones directas -sin eliminar lo ya recogido en la ley y que se halla lejos de las incentivos que otros países de nuestro entorno conceden a esta industria- y de las vicisitudes presupuestarias, o incluso de los avatares políticos.
Una Agencia Estatal del Audiovisual que nos permita tener una estrategia de desarrollo del sector a largo plazo, con objetivos, con la participación e implicación del sector en toda su diversidad, que elabore un plan de transición a modelos digitales de creación y consumo cultural, que pueda invertir en planes de lectura audiovisual y creación de nuevos públicos, mediante convenios que incorporen la educación audiovisual en el curriculum educativo en todas sus fases obligatorias y que elabore un modelo de financiación del cine integral, no sólo en la producción, garantizando la proporcionalidad de las ayudas y la diversidad en la creación cinematográfica en España.
También será necesario promover aún más los rodajes de producciones extranjeras en nuestro país, y no solo para aprovechar nuestras excelentes condiciones físicas, naturales y patrimoniales, sino también por la enorme capacidad de nuestros profesionales, técnicos y artistas. Para ello propondremos modificar la normativa actual que permite ayudas a los productores extranjeros que rueden en España, haciendo que las mismas mejoren para aquellas que impliquen la contratación de técnicos, artistas y empresas de servicios españoles. Queremos con ello, junto con otras medidas, que se estabilice una industria cinematofráfica en España digna de ese nombre.
Un objetivo tan ambicioso no puede ser abordado sin lograr un amplio consenso entre el sector del cine por un lado y todas las fuerzas políticas y sociales, que desemboque en un auténtico Pacto de Estado y en esa perspectiva nos comprometemos a trabajar desde ya.
El próximo gobierno, el propio Parlamento, debe convocar al sector y solicitar informes a la Academia del Cine y a las organizaciones audiovisuales, escuchar a todo el mundo y así entre todos/as construir un nuevo modelo ambicioso y participativo, que dé estabilidad al cine y a la creación cultural para los próximos decenios. España debe estar a la altura de los países más avanzados de nuestro entorno, porque, frente al maltrato de estos últimos años a la cultura, los socialistas defendemos la cultura no sólo como un derecho ciudadano, sino también como un generador de riqueza y como un derecho indispensable para el bienestar de los ciudadanos.
Convoquémonos todos, también la derecha española que tanto tiene que aprender de lo que no debe volver a hacer nunca. Hagámoslo imbuidos de ese espíritu de cambio de la sociedad española, de esa necesidad de mejorar tantas cosas que hoy entendemos objetiva. Y hagámoslo sin dilación, porque como decía Goethe, "el entusiasmo no es algo que se pueda conservar en salmuera por mucho tiempo".
*** Iban García del Blanco es secretario de Cultura del PSOE