Es una foto que clava el estereotipo que se repite desde el siglo pasado. Blanco y negro, movimiento, contrapicado, luz natural, instante épico. “Lo que espero de un fotoperiodista es que se salte los estereotipos, que no repita las fórmulas que conocemos. Esta foto las repite”. Las comillas son de Clemente Bernad, veinte años dedicado a contar historias como la vida de las mujeres saharauis, la exhumación de fosas comunes de la Guerra Civil, el trabajo de los jornaleros, ha expuesto en el Guggenheim de Bilbao y valora la capacidad crítica de la fotografía, lo que cuenta y cómo lo hace. Esta foto no lo cumple. “El World Press Photo no es la referencia del fotoperiodismo, todo lo contrario. Es el depósito de la mirada estereotipada”.
De hecho, la fotografía sobre refugiados que ha movido a Bruselas -brevemente- no está. La imagen de Aylan Kurdi, muerto en la playa de Lesbos, tomada por Nilüfer Demir, no ha sido la premiada a pesar de haberse convertido en la imagen icónica del año y de la fosa común en la que se ha convertido el Mediterráneo. “Son imágenes incomparables”, sentencia Daniel Ochoa de Olza a este periódico. La Fundación World Press Photo le ha concedido el segundo y tercer premio en la categoría “Historias de personas”, con los trabajos “La tradición maya” (una referencia al trabajo de Cristina García Rodero) y “Víctimas de los ataques de París”.
La fotografía no molesta y si lo hace es porque debemos cuestionarnos nuestro confort. Su función no es molestar, sino estar
“Ojalá las fotos sirvan para provocar una reacción. El fotoperiodismo sirve para que nadie puede decir que no hay familias enteras que cruzan fronteras a escondidas”, dice Ochoa. Reclama atención sobre las víctimas, pide que miremos a las personas. “De eso va la fotografía, de cuestionar al que mira. ¿Qué harás? ¿Apartarás la vista de la foto? La fotografía no molesta y si lo hace es porque debemos cuestionarnos nuestro confort. Su función no es molestar, sino estar”, añade el fotógrafo de Associated Press.
Él está ahí y tú reaccionas. Ahí está el debate ético, no en la imagen. Ni en cómo fue tomada, ni en las responsabilidad del profesional de la información gráfica, sino en el que mira. “La fotografía sólo es el medio, la tubería por la que fluye la información”.
En la imagen galardonada, como ya han visto, aparece un hombre pasando a un bebé a través de unas alambradas. Es la frontera entre Serbia y Hungría. El fotógrafo Warren Richardson estuvo acampado varios días con los refugiados, agazapado a la espera de un golpe de suerte, sí, del manoseado instante decisivo. Enrique Menenses hablaba de la “décima parte de potra” que necesita un periodista para conseguir lo que quiere. Él la persiguió y la tuvo, sobre todo, en Sierra Maestra, en 1957, donde combatía el ejército revolucionario de Fidel Castro.
Trabajo, suerte y sensibilidad
La suerte te sorprende trabajando: “El fotoperiodista perfecto no existe, ni la foto periodística perfecta tampoco”, responde Ochoa, que trabaja para su agencia desde hace 11 años. “Cuanto más trabajo, más suerte tengo y más sensibilidad. Si trabajo mucho, me salen mejor las cosas”. La sensibilidad. El editor y fotógrafo Jon Barandica señala que esa es la clave y también recuerda las palabras de Meneses: “Se fuerte con los fuertes y débil con los débiles”. “Resumiendo: ten sensibilidad, piensa dónde estás y qué haces”, dice.
Según sus explicaciones, la sensibilidad determina la manera de enfrentarte a la noticia. “Puedes añadirle sal y pimienta o simplemente ignorarla y darle la vuelta”. La sensibilidad conmueve. Para Barandica Aylan abrió las carnes de la conciencia europea. “Esa foto fue el detonante de la implicación de Bruselas en el asunto, aunque luego hemos visto que no sirve para mucho y todo el mundo mira para otro lado. Puede que su utilización masiva la haya terminado de matar”.
La foto perfecta no existe, tampoco la fórmula mágica para conseguirla. Ni siquiera hace falta una foto nítida. Incluso el error es todo un éxito, porque cualquier variable técnico es bueno si el contenido desvela el contexto. La fotografía debe contar lo que pasa, los periodistas limitarse a contarlo. “A veces otorgamos a las imágenes un poder que no tienen. Son fruto de un contexto, necesitan ubicación. El fotógrafo trabaja con los contextos”, asegura Clemente Bernad.
El premio, la honestidad
La fotografía debe ayudar a contar el mundo. “Pero sobre todo a hacerlo entender”, dice José Manuel Navia, que incide en el poder de la imagen para fijar el acontecimiento. Grandes hechos del presente, como la crisis de la migración, y convertirlos en parte de la Historia. Por eso el fotoperiodista debe ser honesto, dice. “Ahora hay un discurso postmoderno que apuesta por la confusión de los géneros, incluso en soportes informativos. La responsabilidad del fotógrafo es la honestidad, como la de cualquier periodista que no quiera traicionar su pacto con el lector”.
La fotografía y el fotógrafo sólo deben cumplir con una cualidad: la honestidad
La cualidad que me gustaría tener como fotógrafo es la capacidad de sorpresa. Ver lo que otros no son capaces de ver”, añade Ochoa. No distingue entre la fotografía documental y el fotoperiodismo, sino entre una fotografía honesta y otra deshonesta. “c”. Pero reconoce que la cualidad que más valora como fotógrafo es la capacidad de sorpresa, la que te invita a ver lo que otros no son capaces de ver. La que te hace reaccionar, la propia de los seres curiosos que andan con una cámara para no dejarla escapar. Cazadores de humanidad con ayuda de la luz.
Buscando el retrato del fotoperiodista casi perfecto encontramos una cualidad más: el espíritu crítico. Conocimiento exhaustivo del lugar que cubrirá, curiosidad, honestidad, formación visual muy sólida (para evitar todo lo aprendido) y “estar muy comprometido en contar lo que está pasando en la calle”. Bernad aclara que el fotoperiodismo cuenta lo que pasa a su alrededor, “lo peor es cuando no mira lo que debe mirar”. La conciencia enfoca y el fotógrafo dispara. Una cosa más: “Prohibido buscar el premio”.