¿Está España muerta culturalmente? Los últimos datos del Barómetro del CIS no dejan de sorprender: el 40% de los ciudadanos no lee, el 70% no va a museos y el 50% no va al cine. Las grandes actividades de la industria no interesan a los ciudadanos, que confirman sin pudor en la encuesta que ni una vez al año se acercan a ellas.
Estos datos son la última estocada a la industria cultural española, que poco a poco va pasando a un segundo plano en la vida social y política. En los últimos ocho años las políticas de austeridad han masacrado a la cultura, tanto a su producción como a su difusión y, por tanto, a la capacidad de análisis y crítica de la sociedad española. La pérdida de tejido cultural en España es una realidad, aunque haya quien no lo quiera ver, como las grandes editoriales que siguen publicando títulos que nadie lee.
El mundo está articulado en términos económicos y, para lo bueno y lo malo, en términos numéricos. Si bien no se pueden medir los poemas que alguna joven promesa esté escribiendo ahora mismo en las servilletas de alguna taberna de barrio, la encuesta del CIS (un estudio sociológico de amplia trayectoria) muestran la realidad en unas cifras nada inspiradoras.
En 2005, años en los que la crisis no marcaba a fuego a los ciudadanos, fueron al teatro un 37,1% de los encuestados por el Anuario de Estadísticas Culturales, 11 años después la cifra ha caído seis puntos, según los últimos datos del CIS. La reducción de la partida de los PGE para los Museos ha caído en más de 83 millones de euros. La inversión pública se reduce y son los ciudadanos los que deben sacar de su bolsillo las carencias económicas. De hecho, dos días antes de la inauguración de la exposición de El Bosco en El Prado, una de las mayores de la temporada, se subió el precio de las entradas de 14 a 15 euros. El 70% de los encuestados por el CIS no ha ido a ningún museo en los últimos seis meses del año y solo un 10% ha ido una vez.
No se pueden medir los poemas que alguna joven promesa esté escribiendo en las servilletas de una taberna de barrio, pero el CIS muestra unas cifra poco inspiradoras
El 40% de los encuestados por el CIS no leen. Sin embargo, respecto a 2005 actualmente ha subido el número de lectores, ha aumentado más de diez puntos. La llegada del libro electrónico, aunque sigue sin ser un modelo de negocio consolidado, ha cambiado el paradigma ya que el 84% de los lectores ya leen tanto en papel como en e-book. El dinero destinado a la promoción del libro y las publicaciones culturales de 2005 a 2016 ha bajado más de siete puntos.
Pero la lectura implica muchas más cosas que la industria editorial. El fomento del hábito lector, la divulgación de la literatura o la promoción de nuevos ámbitos de investigación, entre otras cuestiones. En la partida de los PGE para las bibliotecas entre 2005 y 2016 hay una diferencia de 191 millones de euros, aunque la asistencia a estos espacios ha aumentado ligeramente en estos años, quizá por la pérdida de poder adquisitivo.
En este periodo de once años España ha cambiado mucho. Tenemos un mundial, dos eurocopas y muchos millones menos del estado para dedicar a la Cultura. La última legislatura de Rajoy ha ido sajando a la industria. Ni ayudas al cine, ni para promocionar la lectura, ni para abrir nuevas salas de teatro... Nada. Los hachazos a estas partidas dentro de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) han hecho que en 2016 se destinaran 803 millones de euros frente a los 1.103 millones que se destinaron en 2011.
Si a eso le añades un impuesto asesino el estado es preocupante. La subida del IVA del 8% al 21% en 2012 dejó en casa a muchos ciudadanos. Los sucesivos recortes “evitaron que hace diez años se creara el tejido industrial necesario”, afirma el secretario general de la sección sindical de UGT de Estado de Cultura, Javier Figueroa. Hace diez años las perspectivas eran muy diferentes, de 2005 a 2016 la partida de los PGE ha bajado más de 100 millones. Sin embargo, para Figueroa esto no es sintomático “del interés por la cultura de un gobierno en concreto, sino del interés de la clase política en general”. De hecho, el sindicalista afirma que “la cultura no ha estado presente durante las campañas en ninguno de los partidos principales”.
Figueroa afirma que hay que medir el impacto de estas cuestiones “en todos sus aspectos y variables” para evitar “caer en el cinismo de la importancia de la cultura que hay en este país”. Por ello cree que el origen de esta situación es la falta de “voluntad de hacer una verdadera política cultural”. Explica que no se trata de “reducir los presupuestos y no dar subvenciones, se trata de dar apoyo, del tipo que sea”.
Para Ramon Colom, presidente de Confederación de Productores Audiovisuales Españoles FAPAE, el ejemplo a seguir está en nuestros vecinos. “En Francia, Hollande a pesar de los problemas económicos lleva incrementando todos los años los presupuestos en cultura”, explica a EL ESPAÑOL. Señala que, por su parte, “España no hace más que reducirlos y, además, se añade un IVA del 21%, estamos haciendo lo contrario de lo que deberíamos hacer”.
Respecto a cuánto van al cine los españoles existe la creencia de que el alto precio de las entradas es lo que más afecta. Colom afirma que “no es caro ir al cine, sobre todo si lo comparamos con otros países”. Los expertos consultados coinciden en la necesidad de elaborar un estudio más detallado y específico para la medición de los hábitos culturales, que con la aparición de las nuevas tecnologías han cambiado radicalmente.
Las cifras que muestra el CIS en 2016 es que el 50,3% de los encuestados va al cine, por su parte el Anuario de Estadísticas Culturales de 2005 mostraba que iba el 62,1% de los preguntados. En estas mismas fechas (2005 y 2016, respectivamente) la cantidad que asignaban los PGE para el cine desciende en más de tres millones de euros. Es decir, que la reducción de dinero para la ayuda y promoción, así como la aparición del IVA cultural ha venido acompañado de un aumento en el desinterés de la gente por acudir a las salas.
Para Colom la actual situación cultural afecta sobre todo “a la imagen global, ya que estamos penalizando la imagen de la cultura, como si fuesen industrias caras y hay que pagar mucho para obtenerla y consumirla, lo que es muy negativo para el ciudadano”. El jefe de los productores añade que está situación es “muy grave, porque la cultura es algo básico a la hora de estructurar la sociedad”. Desde su punto de vista “la cultura es la capacidad crítica de análisis, son valores colectivos y éticos, es afán de superación, de progreso… Es necesaria como elemento que une, es la argamasa para que todo funcione en la sociedad”. Explica que frente a la creencia de la cultura como elemento de las élites es “algo del día a día, de la vida cotidiana”.
Una opinión que comparte con Javier Gomá, director de la Fundación Juan March, que da cuatro sentidos para la palabra cultura. Por una parte, “en el sentido de que vivimos en una cultura española, frente a la cultura francesa u oriental". En segundo en lo que hacen determinadas personas, como poetas o bailarines. Un tercer sentido, es el de la industria cultural y en cuarto lugar, la política cultural”. Gomá añade que “la crisis ha sido muy mala para la tercera y, encima, la cuarta no la favorece ya que existe una ansiedad recaudatoria por parte del Estado a través del IVA y, además, no se conceden ayudas”. Sin embargo, afirma que lo que es malo para la difusión de la cultura no tiene porque serlo necesariamente para la producción. Como ejemplo, recuerda la obra de Rilke durante la primera Guerra Mundial.
Menos oferta, menos espectadores
Javier Figueroa explica que la situación “ha perjudicado a la actividad escénica y artística, por ejemplo el 95% de los actores están en paro”. Respecto a las cifras del teatro, en 2014 y 2015 asistieron a representaciones un 23,2%, frente al 31,9% que asistieron en 2005. La partida destinada en los PGE ha aumentado en este años de manera significativa, una subida con truco, como explica el director del Teatro de Mérida, Jesús Cimarro. “Se ha implementado el programa Platea donde se han invertido cinco millones de euros y, también, a las distintas ayudas a la exhibición teatral, musical y de danza”.
La ecuación es lógica, a menos oferta, menos demanda
Sin embargo, Cimarro afirma que la subida del IVA y la crisis económica han generado que “las compañías tengan que asumir esa partida presupuestaria y se ha hecho menos producción con la consecuente reducción en puestos de trabajo y se cerraran empresas”, explica. “Si se programa menos, hay menos asistencia”, añade Cimarro. La ecuación es lógica, a menos oferta, menos demanda. “Es una ecuación negativa, hay que cambiar esta tendencia e incentivar a la propia ciudadanía, crear programas que favorezcan la asistencia y el consumo cultural”, sentencia el director del Teatro de Mérida.
Además, Figueroa afirma que si esta tendencia no se revierte esta situación “los espacios culturales se llenan con propuestas culturales que no son del arraigo de nuestro país”. Añade que “no nos podemos quedar en monólogos y grandes musicales que cuesta 60 euros”. Acercar al público y a sus bolsillos el arte como solución a la desconexión actual. “Estamos haciendo lo contrario de lo que debemos hacer. En los países de nuestro entorno han tomado la industria cultural como algo primordial, si no das apoyo a las empresas y la sociedad para que se cree industria y, además, no creas difusión en el extranjero no se genera industria ni beneficio. Al igual que los científicos, nuestros artistas se van fuera de España”, añade a este medio.
Javier Gomá explica que con la cultura pasa lo mismo que “con el concepto de felicidad, no es un estado es una tendencia, no importa tanto cómo te encuentras si no si vas de mejor a peor”. Por ello opina que “estos datos no parecen tener en cuenta los nuevos hábitos culturales” ya que señala que frente a la ciencia, los productos culturales solo son verificables a lo largo del tiempo.
Quizá estos datos no sean definitivos ni recojan toda la cultura popular que hay en la sociedad actual. Quizá hay que replantear qué es la Cultura. Sin embargo, los datos hablan y los políticos callan mientras la industria cultural languidece y las nuevas generaciones ven Sálvame.