“No frecuenta el gremio de la cultura. No ha querido tener una clá intelectual. No ha hecho bodeguilla como hacía Aznar. No se ha preocupado de la Cultura, porque se ha centrado en evitar el naufragio del país. Lo demás no importaba. Y a pesar de eso no es tan filisteo como se le pinta. Lee algo más que el Marca”. No sabemos cuál es la relación entre Mariano Rajoy y la cultura. Tampoco cómo construyeron las pirámides los egipcios. Ni sus colaboradores cercanos son capaces de descifrarlo. Como para saber quién puede ser la persona de confianza al que le entregue la cartera. “Eso sólo lo sabe Mariano y Rajoy”, bromean.
Sólo una vez ha demostrado cierto interés por las industrias culturales y fue gracias a la intercesión de María Dolores de Cospedal. Se reunió con Antonio Resines, productores y directores en secreto y a la mesa no estaba sentado el entonces ministro Wert, ni José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura. En aquel encuentro se acordó poner en marcha un decreto ley que ejecutara un cambio en la concesión de las ayudas a la producción de películas. Y se logró. Es más, es de las pocas medidas que la cartera ha logrado sacar adelante.
Las fuentes del PP con las que ha hablado este medio prefieren no dar nombres, pero se atreven a hacer un perfil del candidato. En primer lugar, tendrá que hacerse cargo, de nuevo, de tres carteras en una: Educación, Cultura y Deporte. Al parecer, mantendrá la fórmula trinitaria con el protagonismo en Educación para sacar adelante un pacto en la Cámara que solucione el patinazo del PP y sus reválidas.
Por lo tanto, necesitará al frente a alguien con dotes diplomáticas que sea incapaz de humillar a sus interlocutores. “Tendrá fácil sustituir al ministro más impopular de la democracia”, cuentan las fuentes consultadas del partido, en referencia a los testarazos de Wert. Podría ser negociadora, porque, según cuentan, quiere un gobierno con una proporción alta de mujeres y esta cartera podría recaer en manos femeninas. Esto siempre y cuando zanje su pacto con Íñigo Méndez de Vigo, a quien prometió continuar en la siguiente legislatura si se hacía cargo de la prórroga de la anterior y asumía el cargo que José Ignacio Wert abandonó a la carrera para irse a París con su pareja, la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio.
Fe mariana
Méndez de Vigo ha sido tan fiel y leal al orden mariano, que la primera intervención pública, en el Senado, aclaró que sería un ministro de Cultura leal al ministro de Hacienda. Su mayor virtud es desaparecer. Salvando la muerte de la reválida, no se ha metido en líos, no ha hecho declaraciones polémicas, no reclama atención, ha pacificado lo que ha podido, tiene fama de cordial e hiperactivo y es la viva imagen de lo que no fue su precedente. Ha mantenido un perfil bajo para no meter la pata, tampoco él ha sido el as de la iniciativa que esta triple corona necesita.
Pero su aspiración es Asuntos Exteriores. Su círculo dice que echa de menos la alta diplomacia. En contra de sus aspiraciones, que “Rajoy es un hombre de continuidades”, cuentan a este periódico desde Moncloa, y tiene demasiados favores que devolver, a pesar de que Méndez de Vigo haya tenido que limpiar la escena del crimen de Wert. “También odia dar malas noticias a la gente”, y dan por hecho que seguirá contando con su fidelidad y fe. La legislatura que le debe a Méndez de Vigo se la va a pagar ahora. Habrá que ver qué cartera termina agarrando.
Añaden que “para Cultura tiene una bolsa de trabajo muy limitada”. Aunque el presidente siempre guarda alguna sorpresa: cuando formó gobierno en 2011 nadie esperaba a Wert, ni que éste tratase de “españolizar Cataluña” con el programa educativo. “No hay un nombre claro. Alfonso Alonso es filólogo, pero...”. Otros hablan de Javier Maroto, el vicesecretario del Partido Popular en el País Vasco. Incluso Fátima Báñez está en las quinielas, aunque el sector ya la ha criticado. Ni se plantean la posibilidad de nuevas generaciones más cercanas a la cultura, como Andrea Levy.
Otra opción, el número dos del Instituto Cervantes, Rafael Rodríguez Ponga y ex diputado del PP, aunque su gestión en la nave del español no ha sido ejemplar y ha terminado ante un juez por una supuesta falsedad documental para despedir a dos directivos del Cervantes, no leales al partido.
En lo que todos coinciden es en dar por amortizados los servicios de José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura hasta el momento, que en estos cinco años de legislatura prorrogada ha mantenido una estrategia inexplicable que le ha enfrentado a su ministro de Cultura, al Ministerio de Hacienda y a las industrias culturales. Un especial don para enemistarse con todos y dormir el ministerio. Además de lograr algo insólito, que el sector en bloque haya llegado a pedir su dimisión.