La novia de América. Siempre me llamó la atención ese concepto con el que los estadounidenses rinden tributo a una mujer -o a un hombre, aunque sea menos usual- que consideran excelente, perfecta para ligarse a todo un país o a toda una nación, dependiendo de la orientación sexual de la novia y de la identidad de género del país. Con esa denominación, los estadounidenses se refieren a un tipo de persona sencilla, de belleza cercana, humilde, honesta, amable, simpática,… vamos, alguien de quién sería imposible no enamorarse.
Eso que ellos llaman girl next door, algo así como “la chica de la puerta de al lado”. Ignoro qué tipo de comunidades de vecinos existen en Estados Unidos pero les aseguro que en España la girl next door, o el boy next door, es la que te golpea en el tabique ese día que se te ocurre hacer una fiesta en casa para, posteriormente, mirarte mal en la escalera durante tres meses. Prejuicios aparte, la novia de América sería esa chica con la que los hombres querrían casarse y a la que las mujeres imitarían.
La niña de tus ojos
No es un invento pop. La actriz Mary Pickford fue la primera mujer a la que se denominó ‘novia de América’ a principios del siglo XX. Luego vino Betty Grable, Doris Day, Audrey Hepburn, Meg Ryan o Julia Roberts. Su dote está en lograr enamorar a un país sin perder su personalidad. O, para decirlo de otra manera, acabar siendo la representación que al propio país, según las épocas, le convenía tener.
Eso me llevó a pensar, por esa traslación absurda que hacemos de las modas yankis, quién podría ser ‘la novia de España’. Y me sorprendió comprobar que la misma mujer que fue La niña de tus ojos y ahora La reina de España, sea la que atesore todas las características precisas para ser “la novia” de este país. Ya sabemos que Penélope Cruz es Penélope Cruz pero déjenme jugar un poco. Penélope podría ser nuestra Julia Roberts y, misteriosamente, no lo es. Tiene una sonrisa cautivadora, puede ser natural y sofisticada, lo mismo te interpreta a la Italia de Non ti muovere que a la Carla de Nine, con igual atracción anuncia una fragancia cara que eructa para vender un refresco de cola, es la actriz española más internacional, tiene el Oscar y el Goya, además de otros muchos premios de interpretación; es tímida, lo que le hace ser prudente, y parece manejar la perfecta combinación entre frivolidad y compromiso.
La misma mujer que fue La niña de tus ojos y ahora La reina de España, sea la que atesore todas las características precisas para ser “la novia” de este país. Penélope podría ser nuestra Julia Roberts y, misteriosamente, no lo es
Todo lo que ha logrado lo ha conseguido a base de esfuerzo y trabajo. Ha pasado de Alcobendas a Hollywood pero, a pesar de todo eso, no logra ser “la novia de España”. Algunos pensarán que por envidia. Rechazo ese tópico que asegura que ese es nuestro deporte nacional, como si los franceses o los venezolanos no supieran qué es la envidia. Es un sentimiento universal, no territorial. Podemos ser envidiosos pero no en mayor medida que el resto. Creo que responde más a una cuestión de identificación.
Mejor Nadal
Nadie le ha preguntado a Roberts si quiere ser novia de América. Ha sido América quien ha ratificado esa denominación mediática. En España, nadie aprobaría eso. Habrá quien piense que la razón está en que Penélope no cae bien. Y cuando profundizas en las razones, salta el prejuicio. Una parte de este país ve a la actriz como una persona antipática en España y extraordinariamente complaciente en Estados Unidos.
Adoptan esa imagen mediática como un agravio comparativo sin pararse a pensar que han sido muchas las personas, con una dimensión pública, que han tenido que adoptar una actitud más distante, y posiblemente poco sociable, para conseguir que se las respete. Desde Ana Belén hasta Victoria Abril. Personas que han tenido que poner límites porque si algo se nos da bien en España es aceptar la mano y tomarnos el brazo.
Tiene más que ver con la falta de identificación que siente una parte importante de la población hacia todo lo que representa cultura. Es más fácil que Andrés Iniesta o Rafa Nadal sean “novios de España” a que lo sea Penélope
Yo, sin embargo, creo que tiene más que ver con la falta de identificación que siente una parte importante de la población hacia todo lo que representa cultura. Es más fácil que Andrés Iniesta o Rafa Nadal sean “novios de España” a que lo sea Penélope. Porque la cultura, por ejemplo, está más comprometida que el deporte, está implicada, en su propia esencia, con la emoción, los sentimientos, la necesidad de reflejar tu historia y tu tiempo. Algo aparentemente susceptible de despertar afinidad. Sin embargo, la gente se identifica más con los logros deportivos. El deporte vende competición, sentimiento de nación, nada crítico, les da igual la historia y el tiempo, su compromiso es exclusivamente con su actividad, sin más connotaciones, y consigue así que sus triunfos sean los de todo un país. Y lo celebran con el himno.
¿Por qué la victoria de un deportista es ‘marca España’ y el Oscar de Penélope Cruz no? ¿Por qué cuando el Real Madrid gana un partido decimos que ‘hemos jugado bien’, aunque no nos hayamos levantado del sofá, y sentimos que los premios para un actor o película son premios particulares? Porque nos falta identificación y reconocimiento cultural. Aunque, ahora que lo pienso, quizá por eso la cultura suele tender a la izquierda y el deporte, a la derecha. Prometo seguir pensando en ello.