Rafael Lechowski: "No me dejan votar en un país en el que pago mis impuestos"
El rapero publica 'El arte de desamar', una obra desgarrada partida en cinco actos. Empieza hundido, pero, dice, "camina hacia la luz".
29 noviembre, 2016 16:46Primero fue Flowklóricos y le recordó al mundo que donde duele, inspira. Que nadie que escriba algo que merezca la pena puede escribir en paz; que somos de los que odian amar pero quieren ser amados. Rafael Lechowski (Breslavia, 1985) es un apátrida que arrastra allá a donde va su invierno interior y lo canjea en rap, en poesía, en jazz o en slam. Ahora presenta el acto I: La traición, de El arte de desamar (Arscesis), un trabajo desgarrado partido en cinco. Irá publicando un nuevo tomo cada tres meses.
"Si ella no es el amor de mi vida / -y sé que no me equivoqué de amor- / debí equivocarme de vida", escribe. O "Igual que hay partes del cuerpo / que no puede rascar uno mismo / hay lugares del alma que sólo puede acariciar otro". Son cartas furiosas, versos rotos, confesiones a un amigo. Y después: recuerdos, recuerdos, recuerdos. El protagonista, Quarcissus, tiene ansiedad. Otros lo llaman la enfermedad de la duda.
En primer lugar, ¿por qué El arte de desamar aparece ilustrado con una vagina? ¿Qué simboliza?
A mí siempre me ha dicho la diseñadora que cuando me pregunten eso, os diga que sois unos mal pensados (ríe). Que es una herida. No, es una mezcla entre una herida y una vagina. ¿Por qué una vagina? Por el conflicto femenino entre el personaje y la mujer... por lo obsceno, por los rasgos obscenos que tiene la obra. No por nada machista ni nada. Y por la simbología también. Está envuelta en una herida. Y porque hay una confrontación entre lo masculino y lo femenino. El título tiene doble sentido: está el personaje, que es el rasgo literario, que es Quarcissus, y está el ejercicio mío por tratar de curarme de ese accidente, de ese desengaño que viví.
¿Es autobiográfico?
Sí. Lamentablemente.
Me recuerda como a poemas clásicos y desgarrados, con exclamaciones... del estilo Bodas de sangre o Romeo y Julieta. Tiene eso de antiguo.
Das en la tecla, salvando las distancias por supuesto, pero es la literatura que me ha gustado. Una de las obras que más me han marcado es el Fausto de Goethe, Bodas de sangre también me gustó... y era una forma de cambiar de hogar, porque yo siempre he dicho que es más peligroso tocar techo que tocar fondo. Y yo sentía que con lo que había hecho antes, para mi micropretensión, había alcanzado lo que quería hacer, así que lo más prudente era cambiar de hogar, y el hogar es la forma de expresarlo o el vehículo que he usado para decirlo. Es un tema universal, el amor, el desamor. Aquí lo que cambia un poco es la arquitectura de la obra, pero sí has dado en la tecla porque va unido a los géneros que me gustan.
¿Y qué pasa en los siguientes actos? Dame un adelantito.
Hay cinco actos, y te diré que, al menos lo pretende, la obra irá hacia lo luminoso.
Ya no vamos a estar tan jodidos, ¿no?
Me siento bastante culpable con la obra. Sobre todo, la gente que más me quiere, es la que menos ha sabido expresar lo que les ha parecido... ha sido difícil. Abarca bastantes temas universales como la política y lo social. Esto es el acto uno, el amor, pero después pretendo abrazarlo todo. También lo religioso, lo espiritual. Tratamos de que tengan una periodicidad de tres meses, cada acto.
Hay un extracto que dice "si me mato por amor, seré un suicida; si la mato por amor, un asesino". Eso me recuerda cuando a Loquillo le censuraron la canción de La mataré. En tiempos tan sensibles con la violencia de género, ¿no ha habido autocensura en tu obra?
Sí... lo he pensado después, quizá. A la hora de acercarme a la publicación. Incluso con la portada, etc. Pero en el momento en el que estaba escribiendo estaba poseído totalmente, de hecho no sabía si lo iba a publicar, ni sé si voy a hacer conciertos de esto tampoco. La interpretación tiene que ser muy complicada y sí tengo miedo a que eso ocurra, sobre todo porque no es mi intención. Yo trato de retratar lo humano, la condición humana, que es así. En lo oscuro y en lo luminoso. He intentado ser lo más realista en la interpretación de la condición humana. Aunque sea en privado, en la conciencia. Sería hipócrita decir que no. Si tengo que pedir disculpas, la pediré.
Es una dicotomía en la que puede verse a veces el artista. En el contexto de un amor hondo, pasional, decir cosas políticamente incorrectas.
Sí, pero intentar sacar eso de contexto y hacer rótulo de eso sin haber leído la obra, no tiene sentido. Si no se oye la obra, no se entiende bien. Si se entiende el sufrimiento, se ve que es un matiz de la condición humana.
Es un amor cercano a la locura.
Eso es, y yo creo que al personaje se le ve como a una buena persona.
¿Qué hay del arte de volver a amar después de un desamor?
Ese es un poco el camino. La pretensión es esa. Pues dejando de tener rencor y aceptando. Hay que aceptar la muerte, hay que aceptar el dolor como una condición de la armonía. No hay bondad sin maldad, es todo un equilibrio. No hay vida sin muerte, no habría espacio para todo. No hay aprendizaje sin error. Sobre todo, el amor no hay que interpretarlo como un ejercicio individual y cerrado. El amor es más grande. El personaje se adentra y descubre cosas más grandes, se da cuenta de que esto sólo era una puntita del iceberg. No es tan importante en realidad. No es nada en comparación con amarlo todo. ¿Qué es eso, qué es amar a una persona en comparación con amarlo todo? Lo decía Fromm, creo, "amar a unos pocos es como no amar a nadie". Hay que aceptarlo todo. Si uno se quita la vida por una sola persona, ha despreciado el 99% de las oportunidades de la vida. Un pájaro, un atardecer.
Y después de un dolor tan grande como el que cuentas aquí, ¿se puede volver a confiar?
Yo no he tenido problema, la verdad, porque creo que sin confianza no puede haber nada. Y si uno vuelve a amar, es que ha regenerado la confianza. No habrá amor hasta que no se regenere la confianza. Si no se regenera, no es amor: es pasión, es una forma de curación -el tratar de aprovecharse de otra persona para salir de algo-... el amor tiene que estar rodeado de ingenuidad, incluso. No creo que las personas seamos malas por naturaleza, todo es una consecuencia, una causa-efecto. Hay gente que me dice que les gusta la obra porque todos hemos estado en un lado u otro de la orilla: a veces hemos hecho el daño, a veces nos han dañado.
¿Y en la industria editorial, confías después de lo de Jorge Valés?
Pues sí, también de la misma manera en que confío en la persona con la que estoy ahora, que la amo, confío en el mundo editorial. Pero bueno, siempre hay que tratar de ser menos... no, iba a decir menos iluso, pero entraría en contradicciones.
Pero has creado una plataforma, Arcesis...
Sí, con gente de confianza. Para tener más dominio. Antes publicaba por humildad con otros. Porque no tenía ganas de hablar de mí mismo. Ahora mismo, que mi amigo me haga la reseña o me la haga un escritor, y me publico yo mismo. No hay mal que por bien no venga. La industria me crea ese daño, que no era el primero ya, y me fuerza...
¿Quiénes fueron los primeros?
No tiene sentido dar nombres, pero te quiero decir: yo no tengo la propiedad de algunas de mis primeras obras. Algo que le ha pasado a muchos artistas. Esto me fuerza a abrir mi propia plataforma, lo que me abre otros frentes, otras puertas, he podido publicar Otras referencias, que también es un gesto de humildad y es bonito, y ahora tengo control sobre mis derechos.
¿Hay sentencia sobre Jorge Valés?
Sí, pero no quiero que hagamos rótulo de eso. Hay sentencia, no es firme. Ha sido condenado porque ni siquiera se presentó al juicio y tiene que pagar todo lo que no ha pagado más daños personales. Al menos, que ese señor no pueda publicar más.
¿Rafael Lechowski confía en algún político, o, al menos, simpatiza con alguno?
Es que el problema mío con la política es... el primero, que no veo la tele, por lo tanto no puedo tragarme sus mentiras o sus ilusiones, y segundo, me declaro apolítico por dos cosas claras: una, mis padres tuvieron que abandonar su país [Polonia] cuando yo era pequeño por problemas políticos, y estoy aquí por problemas políticos: eso ya deja una marca en uno. Yo no puedo votar en este país, porque soy extranjero. Llevo 25 años viviendo aquí, he exportado y defendido el idioma español por muchos países, pero no puedo votar.
¿No puedes nacionalizarte aquí?
Intenté nacionalizarme varias veces, es un largo tema. Tanto mi país desde ahí como Aznar en su momento pusieron muchas trabas. La embajada mandaba los documentos caducados... España no los aceptaba... y cuesta muchísimo dinero todo el tema burocrático. Mi madre insistió un par de veces más y no nos lo pusieron fácil. Detrás, en el permiso de residencia, ponía 'no se le autoriza trabajar', eran tiempos difíciles en los que tenías que presentar un contrato de trabajo en el tiempo que renovabas un permiso de residencia, si no ya no podías trabajar durante la duración de ese permiso de residencia, que era muy corto, un año... y siempre he sentido la falta de adaptación en lo burocrático. Mi apellido, también.
¿Cómo puedes sentirte integrado en un país en el que no puedes votar? ¿Cómo intervienes?
Tú lo has dicho. ¿Qué sentido puede tener la política para mí? Me da igual el rasgo político. Yo tengo una de las mayores fuerzas de expresión que es el arte, que es mejor que un voto, no lo meto en un sobre y le llega a un señor, sino que lo meto en un sobre abierto y le llega a la gente. Es más bonito. La vida me ha castigado de una manera y me ha dado otra vuelta de tuerca.
Quizá si no fuera extranjero y no supiera lo que es la herida de ser extranjero, no hubiera tenido ese... yo tengo mucha rebeldía hacia la imposición, hacia la dictadura, se murió pronto mi padre y no tuve una figura dominante... y eso me ha permitido, no sé, quizá tener la lengua más larga o algo que me ha permitido expresarme con mayor soltura. Igual no hubiera tenido el arte como instrumento si no hubiera pasado por esos bloqueos: en mi país no se podía hablar, no se podía tener una tableta de chocolate alemana en Polonia, por el comunismo, porque estaba prohibido, importar cosas de fuera, etc... esas castraciones en la expresión ha generado una exageración en mí.
Y luego me ha regalado uno de las cosas más bellas de la vida, que es sentirme extranjero y al mismo tiempo paisano en todos los lugares a los que voy.
¿Y qué te parece entonces el nacionalismo catalán?
Mojarse en lo político es un error. Desde el plano artístico, sí, porque el artista tiene la posibilidad de unificar. Hasta el momento en el que yo me posicione políticamente soy universal. Y te engañaría si te dijera que represento a un bando político si no me dejan votar en un país en el que pago mis impuestos, un país que he defendido, así que ¿a mí que me importa? Sinceramente, no me representa nadie. Me fundo con la naturaleza. Hay maneras de esquivar la política. Hay maneras de huir de eso sin ser hipócrita. Yo no evado, yo pago mis impuestos y fomento, hago arte. No soy un hipócrita que elude, no soy un parásito.
¿Y cuando dices que en los próximos actos también hablas de conciencia política y social, te refieres a esto?
Sí, hablo de esto. Y de algo incluso más profundo que tiene que ver más con la raíz. Considero que todo es tradicional en realidad. Hay algo más importante que nuestra ideología, que nuestra opinión o que lo estético, que es lo espiritual y en eso se fundamenta la obra, en ese romántico regreso al origen, a descubrir cómo estamos construidos de prejuicios por culpa de la religión, qué hay ahí detrás, ¿cómo es el ser puro, libre? Esa es la indagación.
¿Puede ser el artista un anacoreta o tiene que estar implicado en la actualidad?
Puede serlo, por qué no. Siempre tenemos alguna etiqueta puesta. Si viene alguien te dirá "tú no eres tan libre, aquí veo esto, aquí veo lo otro...". Pero puede serlo. Puede estar menos contaminado. Pero va a ser difícil: la industria tiene unos raíles, y cuando te sales de ellos, la cosa se complica. Yo ya lo he sentido y lo siento ahora. Y con esta obra voy a tener problemas también. Por la adaptación. Porque a esto no le sirve un videoclip cualquiera.
Si te subes en los raíles que quiere la industria, puedes sacar rentabilidad, visibilidad, y todo fluye, pero si te sales de ahí, puedes lograr dos cosas: llamar la atención de una forma más fuerte o tener problemas y caer en la opacidad, que creo que es lo que me puede ocurrir a mí. Esta obra no se sabe ubicar bien, si es un libro, si es un disco, se vende en librerías y es un disco... me voy a abrir a cosas coherentes, como conferencias, pero no veo clara la forma de ganarme la vida con conciertos con una obra así, como he hecho hasta ahora.
¿Tú vives de esto?
Sí, no sé como lo hago pero vivo de esto. Hace mucho tiempo ya. No sé cómo demonios lo hago: supongo que no son tan grandes mis deseos. No me falta de nada, todo lo que compro realmente es relacionado con la cultura: libros, música, etc., pero no tengo una casa propia, ni demasiados lujos.
¿Qué te da vergüenza de España?
Mi madre me ha dicho que no debo hablar mal de España. No lo sé, siento como una especie de torpeza social. Es un país torpe, dormido, como en un letargo, como si nos llegara un eco tardío de lo que se debe hacer, como que no estamos frescos, adelantados. Quizá no hemos salido fuera. España no ha salido fuera. Cuando llegué a España de pequeño y decía "soy de Polonia" me decían "¿y eso dónde está, en Francia?". El franquismo hizo mucho daño. Le pasó lo mismo que a mi país: estaba prohibido expresarse, traer cosas de fuera... esos abuelos no han podido transmitirle a sus hijos ni a sus nietos nada de conocimiento externo ni bagaje cultural.
Ahora, ¡ahora!, por necesidad, por esta crisis, los primeros jóvenes empiezan a salir y a ganarse la vida fuera y traen cosas. Quizá puedan europeizar un poco a España, porque España dentro de la Comunidad Europea está dentro de una manera muy precaria todavía, como un burrico, un poco. Pero tiene cierta belleza: me gusta Marruecos, me gusta la esencia. Si lo occidentalizáramos todo, perderíamos esa magia. No todo tiene que ser tan global.