Hay pocos artistas que hayan abarcado tanto y que hayan influido tanto en sus contemporáneos, como John Berger. Escritor, pintor, ensayista, poeta y activista, entre su extensa obra cabe destacar la novela G. y el ensayo Modos de ver, texto imprescindible en la interpretación de la historia del Arte. Su pelo desordenado y sus vívidos ojos azules le daban un inconfundible aspecto bohemio.
Nació en el barrio londinense de Hackney, el 5 de noviembre de 1926. Era hijo de un militar húngaro, que combatió en la Primera Guerra Mundial, y acabó asentándose en Inglaterra. Sus padres ejercieron una gran influencia sobre la vida y la obra de Berger: “Al contrario de lo que me ocurre con muchos políticos actuales, a quienes me resulta imposible respetar, respeto a los soldados, porque son conscientes de las consecuencias de lo que hacen”, aseguraba en una entrevista del diario El País. “Si mi madre está tan cerca de mí –añadía sobre su progenitora- es porque durante mi infancia, y ya adulto, siempre me dejó ser muy libre”.
Hizo sus primeros estudios en un colegio de Oxford del que se escapó con apenas 16 años. Se trasladó a Londres para estudiar Arte, su pasión, y así “ver a mujeres desnudas”, según dijo. Tras estallar la II Guerra Mundial, fue reclutado y tuvo que interrumpir sus clases. Estuvo movilizado entre los años 1944 y 1946.
De vuelta a la vida civil, volvió a sus estudios de Arte y a pintar, y no tardó en convertirse en profesor. Durante esta etapa docente, entró en contacto con Partido Comunista Británico, y publicó artículos de claro pensamiento marxista en su órgano de prensa, Tribune, donde trabó relación con George Orwell.
En 1951 el prestigioso semanario New Stateman , también de línea progresista, comienza a publicar sus artículos, convirtiéndose ya en un prestigioso crítico de arte defensor a ultranza del realismo en línea con su pensamiento. Sus colaboraciones serían recogidas en 1960 en un volumen con el sugerente título de Permanent Red.
Poco a poco se va inclinando por la escritura. Con 30 años, deja la pintura para dedicarse exclusivamente a sus textos. Según él, no porque dudara de su talento, sino porque en la lucha política resultaba más útil para la causa como escritor que como pintor. En Inglaterra, la Guerra Fría alcanzaba su clímax y parecía imprescindible tomar partido.
Sobre la compatibilidad de las dos actividades, diría mucho después que “la pintura nos muestra cosas que la escritura no puede y la escritura nos cuenta historias y pensamientos que la pintura no puede”.
El año 1958 fue decisivo en su carrera literaria. Apareció publicada su primera novela, Un pintor de nuestro tiempo. En ella cuenta la vida de un pintor húngaro exiliado en Londres, como su padre. También en la ficción, Berger iba a dar buena cuenta de su compromiso político con el marxismo. Utilizando la primera persona, hizo un relato tan realista que muchos críticos estaban convencidos de que la historia que contaba era real.
El libro sólo duró un mes en las librerías. Su editorial, Secker&Worburg, lo retiró de forma sorprendente. Tiempo después, se sabría que una agrupación de abogados anticomunistas que se hacía llamar Congress for Cultural Freedom había presionado para que se detuviera su difusión.
No se arredró y continuó publicando. En sus siguientes novelas, iba hacer un retrato melancólico y triste de la forma de vida de pueblo británico, al que consideraba tan alienado, que era imposible trasladarle su humanismo marxista. Desengañado, se mudó a Francia en 1962. Se instaló en un tranquilo pueblo de los Alpes, donde continuaría con su prolífica producción de artículos, novelas, teatro, ensayo, poesía y hasta cine, junto al director suizo Alain Tanner, con el que escribiría el guión de Jonás que cumplirá los 25 en el año 2000. Tiempo después se diría que lo que motivó su exilio voluntario fue su ansia de convertirse en “escritor europeo”, aunque lo cierto es que nunca se sintió cómodo en aquella Inglaterra.
En 1972, se produjeron dos hitos en la carrera de Berger. Por un lado, se publicaba su libro Modos de ver, en el que se basaba una serie sobre arte de gran éxito de la BBC. El ensayo se convirtió inmediatamente en una referencia para toda una generación de profesores y de críticos. Ese mismo año, John Berger, se alza con el Booker Prize, uno de los más prestigiosos en lengua inglesa, por su novela G.. Parecía que se iba a producir una reconciliación con su país natal, pero el escritor volvió a situarse en el centro de la polémica al dedicar el premio y donar su dotación al denominado Partido Pantera Negra.
La monumental trilogía De sus fatigas, en la que trabajó durante quince años y en la que aborda el dramático cambio de la vida campestre a la sociedad urbana, se publica a lo largo la década de los ochenta. Puerca tierra relata la vida campesina; Una vez en Europa, el amor en la vida rural y en Lila y Flag, la existencia en la gran ciudad.
La lucha política y el compromiso con el tiempo que le ha tocado vivir están presentes en toda su obra. Así, en El tamaño de una bolsa defiende con entusiasmo el movimiento revolucionario del subcomandante Marcos, líder indigenista mexicano. En Hacia la boda, describe los padecimientos y la marginación por el sida. Y en King, muestra la menesterosa vida de los indigentes. En sus artículos también denunció cómo Europa da la espalda a los inmigrantes y los excesos del capitalismo salvaje que parece dominarlo todo.
“Sí, entre muchas otras cosas, sigo siendo marxista”. Esta categórica frase, con la que finalizaba uno de sus últimos artículos, es buena muestra de que el escritor se mantuvo firme en sus creencias hasta el final, aunque rectificara en ciertos asuntos y reconociera, por ejemplo, el fracaso que supuso el régimen soviético.
Después de un matrimonio sin hijos, Berger se casó en la década de los 70 con Beverly Bancroft, editora de Penguin Books, quien falleció hace tres años. Con Beverly, que era ávida lectora y crítica de su marido, tuvo tres hijos: Jacob, director de cine; Katya, escritora y crítica e Yves, artista. Berger dedicó a su esposa Rondó para Beverly, ilustrado por él mismo y por su hijo Yves.
El escritor explicó en una entrevista con Juan Cruz en El País su método de trabajo: "Escribo cada página tres o cuatro veces, cambiando palabras para intentar llegar a la precisión de la lógica y el pensamiento que el lector puede agarrar. Porque vivimos en un mundo rodeado de palabras, bla, bla, bla...” Y acababa con una frase lapidaria, su mejor epitafio: “Si alguien quiere saber qué he dicho de cada cosa, que vaya a los libros".
John Berger nació el 5 de noviembre de 1926 en el barrio londinense de Hackney . Murió el lunes, a los 90 años, en París.