El machismo es una plaga estructural y no ha dejado indemne ni al espectro de la risa -¿habrá algo más universal?-: nos ha privado de la jugosa experiencia femenina, de las historias de acnés, de reglas, de tetas, de embarazos o vaginas despobladas por vocación; de las coñas amorosas y sexuales; de sus lentes ácidas si quieren, sarcásticas si gustan, tiernas si les apetece. Las ha arrinconado en el drama, por aquel tópico de la sentimentalidad. Les ha colocado tacones y vestidos no elegidos a las cómicas y les ha recordado que lo de hacer gracia está bien, pero que su deber es estar guapas. O, en el otro extremo, como cuenta la actriz Celia de Molina, "nos han dejado los estereotipos de tonta o de chacha, nos han construido siempre desde la perspectiva del hombre, de algo divertido para ellos".
Claro que ha habido ejemplos de éxito como las míticas Lina Morgan, Mariví Bilbao o Florinda Chico o, ahora, las arrolladoras Eva Hache, Ana Morgade o Silvia Abril, pero muchas otras las pasan canutas para encontrar un hueco en carteles rezumantes de testosterona. "¿Cuántas mujeres habrá en stand up en España? Esta noche actúan tres tías y diez tíos en Madrid, y así continuamente", explica De Molina.
Oye, ¿que hay tres mujeres hablando de maternidad? ¿Cuántos años llevo yo escuchando a los hombres hablar de lo mismo?
"Ellos dicen 'las mujeres siempre hablan de lo mismo, qué aburridas, tal', y me hace gracia, porque, uno, no tienen ni puta idea de que cada mujer es un mundo y afronta la realidad como quiere, y, dos, oye, ¿que hay tres mujeres hablando de maternidad? ¿Cuántos años llevo yo escuchando a los hombres hablar de lo mismo, gilipollas?", lanza, a carcajada abierta. "Con ellos nadie se pregunta si son hombre o mujer, pero nosotras entramos y dicen '¡hoy tenemos cinco monologuistas, cinco chicas!'".
Antivlog contra estereotipos
Celia de Molina ha creado el Antivlog, una parodia sublime que le sirve para expectorar, para reírse de lo que le duele. "Utilizo el papel del bufón para reírme de la situación de la mujer, del esperpento que suponen para mí los cánones de belleza, todo lo que hay que aguantar... me río de cómo tienes que vestirte y cómo tienes que ser". Uno de sus vídeos más rompedores es Cómo sobar a un tío, en el que crea un club de chicas ficticio a las que se les enseña cómo acosar a los hombres -para poner el foco en el abuso sexual machista-.
"Hay muchos blogs que existen con total impunidad en los que se les da clases a hombres para acosar a mujeres. Todo lo que cuento ahí es real, pero invertido. En Japón hay un tío que se graba dando trucos para abusar de una chica que está dormida, y tiene millones de visitas... hay otros en los que te cuentan cómo meterte en el agua y tocarle un pecho", resopla. "Me repugna. Con esto quiero denunciar algo que es muy heavy y que nos pasa a todas".
En Japón hay un tío que se graba dando trucos para abusar de una chica que está dormida, y tiene millones de visitas... hay otros en los que te cuentan cómo meterte en el agua y tocarle un pecho
Cuenta Celia que hay un equipo masculino que la apoya en la elaboración de sus vídeos y que, cuando finalizaron éste -en el que un par de chicos hacen de conejillos de indias como hombres acosados-, le dijeron que "se habían agobiado, que no eran conscientes de lo que pasábamos las mujeres". Celebra también que Cómo sobar a un tío fuese compartido en un 70% por usuarios hombres.
"Fue muy llamativo, muy positivo", sonríe. Otras voces criticaron que la cómica usase chistes soeces. "Noté el rechazo de 'eh, te estás pasando'. Pero los monologuistas hombres siempre están con 'rabo', 'teta', 'culo'... y no pasa nada. ¿Por qué me he pasado, porque soy mujer y las mujeres no podemos decir palabrotas? Precisamente esto es lo que me hace seguir. Yo sueño con extinguir el género, con que sólo seamos personas".
Otro de sus trabajos denuncia el trato discriminatorio que se les da a las mujeres en el mundo de la interpretación. De nuevo ataca con sarcasmo. "Salen unas actrices de 40 diciendo 'jo, es que no paro de trabajar'. Y chicos diciendo 'tío, yo es que no trabajo desde que cumplí los treinta, me tengo que operar'", guiña. Ahora está embarazada y se sigue apuntando a un bombardeo.
Explica que hay muchas actrices que desaparecen de la escena cuando se quedan encinta. "No poder ir a photocalls... hacer series con fajas. Me niego. Yo quiero estar en todos sitios, quiero normalizar mi embarazo. ¡Es un motivo de la hostia! Todos estamos aquí porque nuestra madre se quedó embarazada. No estamos enfermas: podemos seguir haciendo cosas, a no ser que el médico diga que tenemos que guardar reposo. Sinceramente, el embarazo te da power. Tienes más energía que cuando estás normal".
La noche no es de los hombres
La humorista María Juan lucha contra el camponabismo en la esfera cómica con la iniciativa Comedia con dos ovarios: los lunes hay monólogos femeninos. "Ellos tienen un poco de miedete. Ya no es que tengan que asumir que tienen que cambiar el discurso, sino también que sus compañeras no sólo son igual de buenas que ellos, es que a veces son mejores", sostiene. Lo nota en su propio proyecto. "Da la sensación de que ningún compañero va a venir. Esto tiene la particularidad de que es una cosa abierta: es comedia, microteatro, música, magia, espectáculos de transexuales... ningún colega me ha escrito para participar", reflexiona.
"Sin embargo, cuando es al revés, la mujer sí que llama a la puerta. Vienen muchos homosexuales, actores y cómicos gays que tienen otra sensibilidad. Es decir, que sí se está entendiendo que Comedia con dos ovarios no está cerrado a los hombres. Me gustaría que dijeran 'hostia, qué guay, me encantaría participar en vuestros ovarios'".
La comedia ha sido un espacio reservado para la testosterona porque la vida del cómico implica mucha soledad, mucho viaje, mucha noche, y hasta hoy la noche estaba dedicada al hombre
María Juan lleva más de diez años demostrando que es una profesional del humor y ha vivido en propias carnes la marginación en los carteles. "Siempre son dos hombres y una mujer. A mí esto me parece un micromachismo oculto. Y en la tele ni te cuento. Se le da mucho más paso a compañeros que a mujeres que no somos conocidas", lanza. La cómica cree que el hombre "puede ser feo y gordo y hacer comedia", pero la mujer tiene que intentar "estar buena". Siempre se las estudia desde este prisma, aunque luego "nadie se pregunta si Buenafuente se ha puesto un traje más claro o más oscuro". Cree también que la comedia ha sido un espacio reservado para la testosterona porque "la vida del cómico implica mucha soledad, mucho viaje, mucha noche, y hasta hoy la noche estaba dedicada al hombre".
Observa cuánto intrusismo hay en la profesión por parte de actrices bellas o compañeras telegénicas que no son expertas en comedia. "En este caso, Ana Morgade es una excepción, porque además de tener un coco privilegiado es una tía bonita. Pero luego hay otras colegas a las que fichan para hacer monólogos que no tienen el nivel de comedia que puedo tener yo que llevo casi doce años haciéndolo".
Ella tiene punch, tiene garbo, tiene efecto. Se dice salvaje: "Yo hablo de la maternidad desde un punto de vista muy bestia, de cómo se te queda el cuerpo, de todas esas cosas de las que no hablamos y se tienen que hablar. Ya no es que te quedes gorda, es que tu barriga ha reventado. Y cómo se te queda el coño", bromea.
Los tíos, por ejemplo, hablan muchísimo de sexo. La diferencia es la educación emocional, en la que ellos tienen carencias. Por eso creo que las mujeres estamos más cerca del discurso de las emociones
Es una suerte, dice, que estos temas no se repitan entre compañeros. "Sé que ellos no van a hablar del suelo pélvico", guiña. "Los tíos, por ejemplo, hablan muchísimo de sexo. La diferencia es la educación emocional, en la que ellos tienen carencias. Por eso creo que las mujeres estamos más cerca del discurso de las emociones. Hay una descompensación". Con todo, cree que ellos y ellas, "sobre todo los que estamos cerca de los cuarenta", tienen muchas cosas en común. "Todos recurrimos al pasado. A nuestra comunión, a nuestro colegio, a nuestra adolescencia. No somos tan distintos".
Humor transgénero
El caso de Elsa Ruiz es especial, porque empezó a hacer monólogos como chico antes de hacer la transición sexual. Tomó la decisión de cambiar de sexo gracias al humor. "Estudié Audiovisuales, y en la facultad hacíamos cortos para prácticas o para llevarlos a festivales, y en algunos tuve que hacer papeles de chica. La cosa cayó en gracia, a la gente le gustaba", relata. Entonces se creó un personaje, Noah Constrictor, y el talento empezó a rodar.
Desde adolescente tengo en la cabeza la posibilidad de ser transgénero, pero no podía verlo, no tenía la fortaleza suficiente y temía el rechazo social
"Desde adolescente tengo en la cabeza la posibilidad de ser transgénero, pero no podía verlo, no tenía la fortaleza suficiente y temía el rechazo social". Ella pensó que sirviéndose de su papel femenino podría calmar esas ansias, "pero me di cuenta de que lo que yo creía que era agua para apagar un fuego era gasolina". Después de la depresión, la entereza. El nombre artístico lo mantuvo hasta hace poco, pero lo jubiló como última salida del armario. "Ahora soy Elsa Ruiz, porque a Noah Constrictor la gente lo relacionaba con transformismo".
Cuenta la cómica que como chico elaboraba textos humorísticos sin mojarse: "Dentro también, quizás del machismo socialmente reconocido. Guerra de sexos, tías, tíos... pero pasé de monólogos sin mensaje a hablar de mi identidad de género y de la realidad que estoy viviendo como chica trans". Ahora su discurso cómico es también comprometido y procura dar visibilidad. Es activista, gamberra, irreverente. "Al público le digo cosas como 'a ver, soy una chica trans, lo que tengo de fábrica no lo he elegido yo, no me representa. Me pasa como con Rajoy. Bueno, mejor no, a ver si vais a pensar que Rajoy es la polla'", esgrime.
Al público le digo cosas como 'a ver, soy una chica trans, lo que tengo de fábrica no lo he elegido yo, no me representa. Me pasa como con Rajoy. Bueno, mejor no, a ver si vais a pensar que Rajoy es la polla'
Elsa se ha descubierto a sí misma a través de los escenarios y ahora siente que su labor es devolverlo en forma de servicio social. Claro que no puede hablar sobre reglas y embarazos, pero se ha adjudicado "un discurso que es de cómico, porque ellos hablan de su pene, pero yo también lo hago y soy una chica; esto es aún más invasivo, entre comillas, para los cómicos".
Algo está cambiando. Elsa quiere abrir el mundo del humor al transgénero. Sueña con llegar al Club de la Comedia y que un día, una persona trans la pare por la calle y le diga que está empezando a escribir sus textos porque ha visto que se puede, que ella ha podido. No espera ser ejemplarizante, pero sí sentar un precedente. Su valor es la valentía. Y su privilegio, el amor de los que la rodean.
Oye, estoy teniendo una transición que ya la habría querido España. De mi transición se acordaría Adolfo Suárez
Está cansada de la marginalidad a la que se asocia al colectivo trans. Elsa lleva la alegría por donde va, es mágicamente descarada, cuenta su historia sin victimismos. Uno de sus gags en escena, para romper el hielo cuando aparece, es: "Tranquilos, no me la voy a sacar aquí. Y menos por lo que habéis pagado. Además, esta es una sala pequeña y os agobiaríais rápido". Otro: "Oye, estoy teniendo una transición que ya la habría querido España. De mi transición se acordaría Adolfo Suárez".