Se estima que en España hay 300.000 personas que no conocen a sus padres biológicos porque fueron bebés robados. Si ese número es cierto, constituyen un colectivo casi tan numeroso como habitantes tiene Valladolid, la decimotercera ciudad española más poblada. A esas víctimas que reclaman justicia estuvo filmando en 2016 Inga Bremer, un trabajo del que es producto el documental Francos Erbe - Spaniens geraubte Kinder, La Herencia de Franco - Los Niños Robados de España. Autoridades eclesiásticas y judiciales, actores que de una forma u otra se han visto señalados en este escándalo, se negaron a hablar con esta cineasta germana.
La película, financiada por la cadena de televisión germano-francesa Arte y la radio-televisión bávara, se proyecta estos días en cines alemanes. Es la primera tentativa con la que se busca presentar con sobriedad el drama de los afectados a los espectadores europeos.
“Yo me dirijo a un público que no es español”, dice Bremer a EL ESPAÑOL. “Es horrible que en un país democrático, miembro de la Unión Europea, las víctimas no sean reconocidas como tales, que no sean tomadas en serio, ya sea a nivel jurídico o a nivel social. Es horrible que los países vecinos y miembros de la UE hagan tan poco por interesarse por este tema”, añade.
Es horrible que en un país democrático, miembro de la Unión Europea, las víctimas no sean reconocidas como tales, que no sean tomadas en serio
Las prácticas de adopción de bebés robados en España empezaron a registrarse en tiempos del franquismo y se prolongaron hasta los años ochenta. Ha sido necesario esperar a febrero de este año para que se imponga por primera vez una considerable fianza y se pidan varios años de cárcel para una persona por un caso de bebés robados en suelo español. Se trata del doctor de 82 años Eduardo Vela, ex director de la clínica San Ramón de Madrid. El fiscal ha pedido once años de cárcel por sustracción de menores. Se le ha impuesto una fianza de 465.000 euros.
Religiosos y abogados
“La adopción en España era algo totalmente privado donde el Estado sólo intervenía al final, el origen del niño no se conocía y si ahora se recurre a la fecundación in vitro u otras técnicas, en aquella época las familias que no podían tener hijos recurrían a una trama que había montada. La llevaban religiosos junto a algunos abogados, notarios y gente poderosa que te conseguían niños”, resume a EL ESPAÑOL el abogado especializado en derecho de la familia y adopciones Enrique Vila. Él también fue bebé robado. Sus padres adoptivos pagaron por él un millón de pesetas en 1965. Su testimonio forma parte de los que recoge Bremer en su cinta.
Enrique Vila fue bebé robado. Sus padres adoptivos pagaron por él un millón de pesetas en 1965. Su testimonio forma parte de los que recoge Bremer en su cinta
También figuran los de Clara Alfonsa Reinoso y Alicia Rueda. Reinoso, actualmente madre de familia en una pareja estable, dio a luz en su juventud a una niña que le fue arrebatada al nacer. El bebé fue adoptado por otra pareja al poco de ver la luz. Tras años de búsqueda, Reinoso terminó encontrando a su hija. Por su parte, Rueda, al igual que Vila, fue en su día bebé robado. Ella fue adoptada por el matrimonio de uno de los fundadores junto a la religiosa Purificación Fernández González del centro para madres solteras “Tu Casa” en Madrid.
Allí pasaban el periodo de embarazo de estas mujeres, un colectivo estigmatizado en tiempos del régimen nacionalcatólico del dictador Francisco Franco. Los bebés robados vinieron al mundo mayormente en clínicas ligadas a la Iglesia. “La Iglesia en España tenía mucho poder, estaba protegida por el régimen franquista, podían hacer lo que querían y montaron un negocio de consecución de niños”, expone Vila. La identidad de su madre biológica figura en un documento guardado bajo llave en un archivo eclesial cuyo acceso le ha sido denegado.
Ni Iglesia, ni políticos, ni Justicia quieren hablar
Por eso, entre otras cosas, Bremer buscó interlocutores en la Iglesia española para su documental. Pero no los encontró. “Probamos hablar con la Iglesia, pero no encontramos a nadie que quisiera hablar delante de la cámara. También lo hicimos con antiguos responsables de la Iglesia española que hoy no ocupan ningún cargo oficial, pero tampoco accedieron a hablar delante de la cámara, ni siquiera ocultando su identidad”, cuenta la cineasta.
Su documental sí logró hacerse con el valioso testimonio de una antigua enfermera que trabajó en una de las clínicas en las que se realizaban esos robos. “Todos los que trabajábamos allí y mucha gente sabían que aquello era así. Los que adoptaban daban dinero a la monja, que decía que lo hacía como un favor para la madre soltera que dejaba el niño, a la que decía que daba dinero, pero todos sabíamos que eso no era el motivo de la cuestión”, se escucha decir a la enfermera, que alude así a una de las religiosas implicadas.
No tuvo tanta suerte Bremer a la hora de contactar políticos y miembros del aparato judicial español. “Probamos entrar en contacto con varios políticos y sólo hubo un único interesado”, comenta Bremer, aludiendo a Ferrán Pedret, diputado del PSC del Parlamento de Cataluña. “De la Justicia española podríamos haber hablando con alguien, pero en off, sin cámara, sin sonido, sin nada, por eso no pudimos utilizar nada para la película”, añade. De resultas, a ella le quedó la impresión de que la Iglesia, los políticos y la Justicia en España “no tienen la intención de aclarar de verdad este tema”.
Sin amarillismos
A ella le impactó hace un par de años cómo se estaba dando cuenta en España de este drama. De hecho, su documental es en parte una respuesta al “amarillismo” con el que se ha tratado el caso de los afectados en las televisiones españolas. “He visto que en las televisiones españolas el tema se estaba tratando con amarillismo, muchas víctimas con las que hablé me lo decían también, lo que resultaba muy doloroso para ellas”, señala Bremer.
He visto que en las televisiones españolas el tema se estaba tratando con amarillismo, muchas víctimas con las que hablé me lo decían también, lo que resultaba muy doloroso para ellas
En su película, cierto es, no hay estridencias. No se echa mano de complicados recursos ni efectos de montaje. Tampoco hay músicas propias de escenas de acción como se han escuchado en los reportajes televisivos que han dado cuenta de este drama en España. “Queríamos hacer algo diferente a lo que habían hecho la mayoría de televisiones, concentrándonos en los destinos de nuestros protagonistas, para eso es necesario pasar mucho tiempo con ellos”, comenta Bremer.
En los meses del año pasado en los que Bremer estuvo grabando a las víctimas y sus asociaciones por varios puntos de la geografía española, algunos de sus entrevistados hacían referencias esperanzadas al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Sin embargo, esta instancia ha comenzado a desestimar recursos presentados por víctimas.
A ese tribunal las víctimas recurren para que se pronuncie, según recuerda Vila, sobre “el hecho que la justicia española está cerrando la mayoría de los casos sin investigar, incumpliendo con el artículo 6 de la Convención Europea de Derechos Humanos”, relativo al derecho a un proceso judicial equitativo.
Amparo ante Naciones Unidas
Bremer subraya, por su parte, que hay otros derechos vulnerados en el drama de los bebés robados. En concreto, los que se refieren al niño y su derecho de conocer a sus padres. Éste figura reconocido en la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. Precisamente a las Naciones Unidas, en concreto al Comité de la ONU para los derechos del niño de Ginebra, quiere dirigirse Vila ahora que las primeras decisiones de Estrasburgo están decepcionando a las víctimas que él representa como abogado.
De convertirse el caso del doctor Eduardo Vela en la excepción que confirma la regla según la cual las autoridades españolas decepcionan a los afectados por los robos de bebés, la batalla de estas víctimas podría convertirse en una lucha que tendrá lugar fuera de las fronteras de España. Ahí podría jugar un papel de concienciación el documental de Bremer.
A ella, sin embargo, le gustaría ver su film proyectado en España. “El tema de los bebés robados se conoce en España, pero tanto no como a mí me gustaría”, concluye la cineasta.