La política cultural española de izquierda y derecha comparte un objetivo: el turismo. Susana Díaz ha presentado su idea del PSOE del futuro, en el que la candidata a llevar las riendas del partido cree que la cultura debe ser el cebo de los turistas asiáticos. “Allí tienen excelentes playas”, así que “España debe concentrarse en aumentar el gasto de turista y día”, se puede leer en el capítulo cultural de su programa. El Dorado turístico de la presidenta andaluza tiene su referencia en Málaga, donde el alcalde Francisco de la Torre, del PP, practica esta política desde hace 17 años. Es la misma que propone y ejecuta el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo.
De la Torre inauguró en 2011 el Museo Carmen Thyssen explicando que la institución, en la que había invertido 28 millones de euros en la compra y rehabilitación del palacio donde se aloja la colección menor de Carmen Cervera, nacía para convertirse en el nuevo atractivo turístico de la ciudad. “La oferta de la cultura nos permitirá ser muy competitivos tanto en conferencias como en centro de cruceros”, concluyó el alcalde, que ha mantenido la política de captación turística desde entonces, gracias a la llegada de concesiones temporales del Pompidou y el museo de San Petersburgo.
El reconocido crítico de arte Fernando Castro Flórez resumió así las inauguraciones: “Otro McMuseo para idiotas”. Cree que esta operación es una completa impostura, “un ejemplo perfecto del delirio político que intenta conseguir “prestigio cultural” al mismo tiempo que desvela un “snobismo cateto” de armas tomar”. “Para ver 90 obras de los llamados “grandes maestros” (dos palabras funestas) hay que desembolsar unos cuantos milloncetes. El mamoneo parece que no tiene fin”.
Ciudad turística
El primero en denunciar la política cultural de cruceros del PP de Málaga fue el artista Rogelio López Cuenca (Málaga, 1959), que indica a este periódico que es “una política cultural suicida”. Para el artista, el prototipo cultural que propugna Francisco de la Torre es un modelo populista que sólo piensa en crear un público analfabeto. “La ciudad está ideada para el turista. Los vecinos de Málaga lo único que hacen es pagar todas estas operaciones. Todo ha sido diseñado para los intereses inmobiliarios y de la hostelería”, explica. Lamenta que todo sea cáscara, que no haya arraigado en el tejido cultural. De hecho, las colecciones que han llegado son préstamos que aspiran a convertirse en alquileres o a abandonar la ciudad.
Las asociaciones vecinales tampoco están contentas con esta política de De la Torre. “Se han olvidado de la cultura popular. El tejido cultural de los vecinos del centro de la ciudad ha desaparecido. El turista llega en cruceros y visitan un par de museos, porque no tienen más tiempo”, cuenta Antonio César, presidente de la asociación Málaga Centro Vecinos. “A nosotros no nos importa Antonio Banderas, pero como asociación no queremos más negocios hosteleros en el centro de la ciudad. Está completamente masificada”, dice del proyecto presentado por el actor para quedarse con el teatro Astoria y que ha renunciado por haber recibido un trato “humillante”.
“Era un proyecto que estaba adjudicado antes del concurso, como se ha podido ver. Estamos en contra de esa cosa aberrante, no queremos ese mamotreto ahí. Es un proyecto que excede en volumen, con más de 20 locales hosteleros y un teatrillo de 600 localidades, en una zona donde ya hay cinco teatros más. No queremos más bares para atraer a más gente, el centro está saturado, queremos más actividades culturales”, dice.
Más comercio que cultura
La propuesta del arquitecto José Seguí y Banderas pretendía levantar un “centro unitario de ocio cultural de alta calidad y actividades comerciales complementarias”. Esto quiere decir que sobre plano hay 23 establecimientos dedicados a la hostelería y, junto a ellos, un pequeño teatro; y que el edificio crece tres plantas más de lo que le permite el Plan Especial de Protección y Reforma Interior (PEPRI).
Cuando se lanzó el concurso de ideas, ninguno de los grupos de la oposición estuvo de acuerdo
Ninguna de las ideas propuestas por Banderas respetaba los límites legales y, el lunes pasado, la comisión de urbanismo tumbó el concurso de ideas no vinculante, lanzado por el alcalde de Málaga. El PSOE se abstuvo porque no quería suspender el concurso, el PP votó en contra de la moción y se alinearon a favor de la misma Ciudadanos, Málaga Ahora y Málaga para la Gente.
El PP compró el edificio por 21 millones de euros sin tener un plan de actuación para darle una nueva vida al mastodonte en ruinas. Y cuando se lanzó el concurso de ideas, ninguno de los grupos de la oposición estuvo de acuerdo, explica a este periódico María del Carmen Moreno, portavoz del PSOE. Recuerda que el alcalde pecó de entusiasmo y se adelantó al concurso de explotación al ponerle alfombra roja al actor, sin estar adjudicado el proyecto.
Debía ser un teatro con algún centro comercial, no un centro comercial con un teatro
Ysabel Torralbo, de Málaga Ahora, cuenta cómo la idea de actor y arquitecto ya sufrió las críticas de la Junta de Andalucía, cuando les advirtieron de que el 60% del uso del nuevo edificio que se proyectaba se dedicaba a comercio. La Junta exige lo contrario: más de la mitad debía ser un uso cultural. Debía ser un teatro con algún centro comercial, no un centro comercial con un teatro. Esto debió alterar las intenciones del negocio planteado, por lo deficitario.
Modelo deficitario
“El proyecto económico tampoco estaba atado: contaban sólo con una inversión de tres millones de euros y tenían pendientes de conseguir 23 millones de euros. Las cuentas no salen. Además, piden 10 años de exención de canon por el uso”, cuenta Torralbo a este periódico. Lamenta la campaña de descrédito contra la oposición, que ha tratado de ajustarse a la legalidad para no romper con el entorno, las proporciones y el impacto en la ciudad.
La espantá de Banderas es el primer revés de un modelo cultural que prioriza el turismo. Si hay arte es para los turistas, si hay cultura es para atraer visitantes. “Es un referente de turismo y atracción. Que genere cultura es otra cosa, porque es un modelo de importación de la cultura. Nuestros museos son franquicias: no sabemos cuánto tiempo estará aquí el Pompidou, que cuesta tres millones de euros al año al Ayuntamiento. Es una burbuja cultural porque no creamos ni exportamos”, remata.
Rogelio López Cuenca lo resume de esta manera: en Málaga se cree que la cultura se recoge, pero no se siembra. El paradigma es la importación de grandes marcas y grandes nombres, no se genera nada para y por los vecinos. “Málaga es una caricatura cultural”, dice el artista. “No hay que olvidar el secuestro de lo público por intereses privados”. Mientras, los turistas coleccionan entradas de museos, sin tiempo para visitar todos los museos que han nacido en los últimos años.
Muy poco sostenible porque al Ayuntamiento le está costando el conjunto de museos más de 15 millones de euros al año
“La cultura ahora está más muerta que viva”, asegura Torralba. La cultura de base no tiene ni un circuito donde mostrarse y eso lo denuncia el artista Eugenio Merino, en su instalación de Picasso muerto. El presupuesto de Cultura en Málaga redunda en el de Turismo: “Es un turismo masivo que genera problemas en la ciudad y los artistas locales se tienen que marchar fuera. La apuesta cultural es mínima, la apuesta turística máxima”.
¿Es sostenible el modelo franquicia? “Muy poco sostenible porque al Ayuntamiento le está costando el conjunto de museos más de 15 millones de euros al año. Este es el primer año que se ha visto el gasto completo y se repetirá así cada año. No sería malo si también dedicara algo más a la creación malagueña y a la cultura en distrito”, explica Moreno. “La cultura no sólo son museos”. Al menos, la cultura que sale de los contenedores turísticos y cala en la ciudad.