La Cultura vive el síndrome de las dos Españas: mientras en el Congreso de los Diputados, Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación, Cultura y Deporte, sólo ve ventajas, esperanzas y recuperación del sector, fuera, los trabajadores culturales se alinean para realizar el primer acto de reivindicación sindical en cuatro décadas de democracia. Este sábado, autores, creadores, intérpretes, técnicos, gestores se reunirán en el Teatro María Guerrero (Madrid) para consensuar reivindicaciones laborales e incluirlas en el futuro Estatuto del artista y del trabajador de la cultura, que echó a andar entre los Diputados en una subcomisión y que, de momento, sólo asegura buena voluntad política. A este acto no ha sido invitado ningún grupo político, aseguran desde la organización.
La aprobación de la norma puede retrasarse una legislatura, pero los creadores prefieren movilizarse aprovechando que por fin se hacen públicas las condiciones laborales de la cultura. “Era hora de crear un frente sindical”, explica David García Aristegui, de la Unión Estatal de Sindicatos de Músicos. “No hablaremos ni del IVA cultural, ni de la piratería, porque son reclamaciones de la patronal. Ya es hora que los creadores salgamos a defender la maternidad, a luchar contra los falsos autónomos, la renuncia de los derechos de los guionistas y los ilustradores o la fiscalidad de nuestros trabajos intermitentes”.
El ministro asegura que la cultura es muchas cosas más que los impuestos y las inversiones, la cultura es la felicidad de las personas
Los trabajadores culturales quieren desmontar el planeta Ilusión que insiste en dibujar Méndez de Vigo en cada una de sus intervenciones en el Senado y el Congreso: “La cultura española, pese al Gobierno, goza de buena salud”, dijo el ministro. Para el máximo respresentante de las industrias culturales españolas las cuentas, no es lo más importante y así se lo ha transmitido también a su secretario de Estado, Fernando Benzo.
No es trabajo, es hobby
Ambos defienden con insistencia que hay otras cosas más importantes que el dinero, como la felicidad: “No tengo una visión mercantilista de la cultura. La cultura es muchas cosas más que los impuestos y las inversiones, la cultura es la felicidad de las personas”, ha dicho Méndez de Vigo en el Senado. Sin embargo, si no se garantiza el derecho de los creadores a vivir de sus obras y a trabajar con dignidad, la felicidad del consumidor tampoco está garantizada.
Esto es lo que reivindican las seis asociaciones que se han unido: equiparar los derechos de todos ellos, como ocurre en otros trabajadores como los del mar o el campo. Pedro Soto, del sindicato de técnicos TACE, explica a EL ESPAÑOL un hecho inédito: “Se ha convertido el trabajo cultural en un hobby. El cine ha pasado a ser una diversión no remunerada”. Y cita a Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda y responsable de las cuentas: “Es cinesógino, si se puede decir. Todo lo que le suena a cultura es tirar el dinero. Es pura inquina personal, de fundamento ideológico”.
Habla de la precariedad propia del trabajador del sector: su intermitencia no es modificable. La inestabilidad es lo natural. Y quieren que las leyes se adapten a esta circunstancia, para poder disfrutar, entre otras cosas, de una jubilación o el desempleo. No hay esperanzas para que el estatuto salga en esta legislatura, pero no descartan salir a la calle a reclamar sus derechos. “Este Gobierno no tiene reparo en soltar 3.000 millones de euros a la industria del automóvil y al cine, 30 millones de euros. En Francia, la misma partida son 1.000 millones de euros”, dice Soto.
Hablamos de periodos de trabajo muy cortos, de cotizar más por menos días, como ya ocurre en otros sectores
Otro de los asuntos más sangrantes en la precariedad laboral del trabajador cultural es el de los autores jubilados, incapacitados para seguir creando si quieren cobrar su pensión después de varias décadas cotizando. La Seguridad Social los amputa, negando su experiencia si deciden compartirla. Apuntan que la norma que regula los derechos del trabajador de la cultura (que aportan el 4% al PIB del país) es de hace tres décadas y nunca ha contemplado la especificidad de sus tareas. No quieren un tratamiento especial: “Hablamos de periodos de trabajo muy cortos, de cotizar más por menos días, como ya ocurre en otros sectores”.
Falta política
Daniel Freire, actor vinculado a la Unión de Actores y Actrices, dice que necesita un nuevo orden a la fiscalidad de la intermitencia de su trabajo. “Ninguna actividad nuestra dura de por vida o dos años. Los actores y actrices jubilados requieren los mismos derechos que cualquier otro trabajador”.
El abogado de la Unión de Actores y Actrices, Ignacio Martín Pina, ya puntó en su día a este periódico que la maternidad es lo más urgente. Destaca la naturaleza temporal de este tipo de empleos, que no se realizan en el mismo lugar. Hay giras, turnos, es difícil crear rutinas o dinámicas. El abogado se muestra optimista con la subcomisión del Estatuto, pero reconoce que es una reforma muy compleja, porque no hay nada, sólo indicios y consenso. “Falta política”.
Si un dibujante tiene un problema con una gran editorial sólo puede actuar en su nombre
La ilustradora Carla Berrocal, presidenta de APIM, reclama que la fuerza del sindicato para autónomos, “porque estamos completamente desprotegidos frente a las editoriales, que ponen condiciones a su antojo y no podemos negarnos”. Si un autor tiene un problema con una gran editorial sólo puede actuar en su nombre y eso le va a condenar de por vida, porque nadie querrá volver a trabajar con él. “Queremos actuar a nivel colectivo”, cuenta.
Más ruido, más nueces
Describe un panorama de desprotección absoluta. “Uniéndonos podremos protegernos. Las grandes editoriales nos hacen firmar como obra colectiva en los libros de texto. La Ley de Propiedad Intelectual dice que la aportación es tan difusa que no es reconocible y evita el pago de los derechos de autor. Las editoriales obligan a firmar a los autores esta condición para no remunerar los derechos de autor de estos libros de textos. Se ahorran estos gastos”, cuenta Berrocal. Tiene la esperanza de que podrían defenderse de la obra colectiva.
Ha habido otros intentos de creación de un Estatuto del artista, pero esta vez creen que tienen más opciones. Hay más diputados a favor, hay una voluntad política en la oposición. “Si los colectivos se unen como nunca antes, creo que tenemos posibilidades. Hay voluntad de hacer mucho ruido, esa es nuestra baza”, dice Berrocal.
Curro Royo, vicepresidente de ALMA, el sindicato de guionistas, contaba a EL ESPAÑOL cuando se puso en marcha la subcomisión que es el guionista quien paga el I+D+I del sector con su trabajo en solitario. “La industria no arriesga”. Ni siquiera está regularizado el precio de un guion. Ningún trabajador puede reclamar lo que cobra por uno, no pueden responder legalmente a esta pregunta. De momento, los profesionales de la cultura siguen en un limbo, el del amor al arte.