Enrique Sardà Valls ya es excónsul de España en Washington: el Gobierno lo ha cesado del cargo después de que, en una entrada de Facebook, se burlase del acento andaluz de la presidenta de Andalucía, Susana Díaz. No es la primera vez ni será la última que algún ilustrado hace chanza del andaluz, henchido de prejuicios. Los lingüistas cuentan a EL ESPAÑOL que esta coña no responde sólo a ese dedo infantil que señala al que habla diferente, sino que existe un verdadero estigma socioeconómico y cultural.
Un apunte. “Para empezar, hay que aclarar que el primer prejuicio que hay sobre el andaluz es que es único y homogéneo y describe a un grupo de personas, cuando no es así. Esto elimina la validez de cualquier prejuicio que venga después, porque existe, sobre todo, una línea divisoria entre el oriental y el occidental, y, aún así, dentro de uno y otro hay una multitud de variantes”, cuenta el filólogo, editor y poeta Juan F. Rivero.
El prejuicio de que hablar andaluz supone incultura está asociado al movimiento de las clases trabajadoras, que han migrado durante algunas etapas históricamente más pobres de nuestro país
“El prejuicio de que hablar andaluz supone incultura está asociado al movimiento de las clases trabajadoras, que han migrado durante algunas etapas históricamente más pobres de nuestro país, como la posguerra o la recuperación económica, cuando los llamados ‘charnegos’ -una palabra un poco fea- se fueron hacia Barcelona y se asentaron en los barrios periféricos de las grandes urbes”, reflexiona Rivero. Es una cadena de arbitrariedades: “Primero piensan ‘los andaluces no saben escribir’, luego ‘son incultos’, después ‘son incultos porque son pobres’, y por último, ‘no pueden opinar”.
'Pobreza' no es 'incultura'
El gran error, según Rivero, es ese, “juzgar la capacidad adquisitiva de la gente por un prejuicio cultural”: “Se piensa que la gente pobre es siempre gente inculta, y no es así en absoluto. Andalucía tiene una gran tradición literaria y cultural. Creo que era Lázaro Carreter quien decía que gramaticalmente los andaluces son los que mejor tratan el español. Pero sobrevuela el estigma”. La filóloga Elena A. Mellado va más allá. “Además de las razones históricas, tienen mucha responsabilidad los medios de comunicación y la ficción, que siempre han hecho una representación equivocada y prejuiciosa del andaluz”, evoca.
“Fíjate que cuando sale en televisión, el andaluz siempre es el personaje graciosillo de la serie, y de clase obrera, el más tonto de todos los que salen, o como mucho, el pícaro. ¿Por qué nunca sale este tipo de personaje hablando con acento catalán?”, lanza. Ahí la mítica Juani de Médico de Familia. Ana y los siete, Aquí no hay quien viva, Mis adorables vecinos, Los Serrano y un largo etcétera.
“Si te estás riendo del andaluz, del gallego o del murciano es porque, en el fondo, te estás riendo de cómo hablan los pobres”. Hay clasismo, a su juicio, hasta a la hora de valorar los diferentes acentos. “El andaluz está sometido a escarnio, a crueldad y a desprecio, pero nadie haría lo mismo con el acento del Río de la Plata o el acento catalán, porque hay acentos que se relacionan con formas prestigiosas o respetables de hablar”.
Cuando sale en televisión, el andaluz siempre es el personaje graciosillo de la serie, y de clase obrera, el más tonto de todos los que salen, o como mucho, el pícaro. ¿Por qué nunca sale este tipo de personaje hablando con acento catalán?
Tanto es así que Rivero, que es sevillano, reconoce que “parece que los andaluces tenemos que eliminar el acento para que nos tomen en serio”. “No sólo cuando llegamos a Madrid, sino cuando accedemos a un puesto de responsabilidad o nos relacionamos con personas que no son andaluzas, porque pensamos por adelantado que nos van a juzgar”.
Esconder otros prejuicios
Este miedo se extrapola al mundo de la interpretación. “Mi pareja es actriz y se le exige, desde el principio, en escuelas de interpretación de la propia Andalucía, que busque un acento neutro. Por un lado es por la comprensibilidad, para que a los actores se les entienda en toda España, vale. Pero por otro lado quieren quitarles el prejuicio, porque si los actores están marcados como andaluces se les van a asociar ciertos roles”, subraya Rivero.
Explica el filólogo Jorge Diz Pico que a este tipo de actitudes del cónsul, “tan frecuentes y que no tenían nombre, yo las bauticé como ‘hablismo’”. “Es un prejuicio como el sexismo o el clasismo, pero discriminando en base al habla, a pesar de que este razonamiento no tiene ninguna base lingüística y a menudo es una máscara para otros prejuicios”.
El excónsul, al acudir a esa escritura tan fonéticamente fiel al andaluz explota, para hacer su crítica, cansados tópicos que que relacionan el acento andaluz con la impropiedad para los asuntos serios
Diz Pico interpreta el mensaje del cónsul como sarcástico: “Critica quizá no tanto a Susana Díaz como a los que piensan que el protocolo del vestido es algo importante y digno de dimisión, pero al acudir a esa escritura tan fonéticamente fiel al andaluz explota, para hacer su crítica, cansados tópicos que que relacionan el acento andaluz con la impropiedad para los asuntos serios, el desconocimiento de la ortografía convencional, la falta de educación, la pertenencia a clases bajas y la despreocupación por aspectos políticos en favor de otros más 'triviales' como la moda (falta de inquietudes)”, concluye.