Concha Velasco: "No necesito ser feminista: siempre he cobrado más que los hombres"
"Yo soy guapa, socialista, española y católica practicante" / "Estando mal de dinero, he rechazado películas porque las hacía Alfredo Landa" / "La película más machista de mi vida la hice con Pepe Sacristán y tuvo un éxito enorme: era 'Mi mujer es muy decente, dentro de lo que cabe'".
7 octubre, 2017 02:18Este país es mujer y tiene las piernas de Concha Velasco: España se vertebra otra vez cuando ella camina por la habitación del Palace nerviosa y coqueta, pequeñita y firme, buscando el móvil para llamar a su hijo, preguntando al aire si está guapa. Y el aire se lo confirma; prometido. Es pizpiretísima Concha, 77 años, mujer de izquierdas vallisoletana -con lo que eso cuesta-, chica ye yé con contrato blindado, animal teatral, católica y no de boquilla, exagerada como las niñas artistas.
De tan vitalista se hace punk, Conchita; estrella de dictaduras y democracias, transversal como ella sola, rompeolas de todas las Españas. Cuánto la quieren las madres y las abuelas, con qué chiribitas la observan los caballeros, cómo se lleva todavía de calle al hemiciclo entero, y eso que el patio está como está. Umbral decía que hacía "singular y emotivo lo más mostrenco". Arrastra cánceres, noches de ruina en un hotel de la M-30, dolores del corazón que no es físico. Arrastra dramas y los trufa de carcajadas, como las heroínas complejas.
Sobrevive a todo con una dignidad prodigiosa y sin perder la caída de ojos, cuidado ahí, que Concha es hembra moderna pero le vive una folclórica dentro. Hasta cuando se planteó suicidarse lo dejó para el día siguiente: ya hay que tener estilo. Tiene un cordón umbilical que la ata a las tablas. Ahora hace de Juana la Loca en el Teatro Abadía. Y es justo como a la reina de Castilla le hubiese gustado ser.
Estoy un poquito triste, porque he visto la tele nada más levantarme, y Cataluña... ya sabe usted. Yo lo vivo todo más intensamente, posiblemente porque me queda poco de vida. Soy realista. Lloro más que nadie, río más que nadie, sufro más que nadie... cuando se es joven, pasa todo muy deprisa. Crees que no se va a terminar. ¿Un fracaso con 20 años? No pasa nada, tienes tiempo de reponerte. ¿Una ruina con 30 o 40 años? No pasa nada, tienes tiempo de reponerte. Pero a mi edad, cuando voy a hacer 78 años, yo quiero que todo me pase hoy y bien.
Ahora estoy otra vez con Juana La Loca, mi Reina Juana, en el Teatro Abadía. Es verdad lo que usted dice: yo he comentado alguna vez que, más que Juana La Loca, debería llamarse Juana La Indignada. ¿Que qué indigna hoy a Concha Velasco? Lo que pasa en Barcelona. Que no se haya sabido dialogar y hayamos llegado a algo tan tremendo como lo que está ocurriendo. ¿Que si creo que será el fin de Rajoy? Mire, esto ya es un problema político en el que yo no quiero entrar.
Juana vivió muchas penurias por ser mujer, sorteó muchos problemas, pero oiga, no es mi caso. En mi profesión, antiguamente, ser actriz era ser deleznable, no merecían ni siquiera que se las enterrase en lugar sagrado, y hasta eran los hombres los que interpretaban a las mujeres. Pero desde que yo he empezado a trabajar en esta profesión, no he tenido ningún obstáculo, todo lo contrario. Ningún problema: ni social, ni político. No, mire, no: nunca he cobrado menos por ser mujer. Empecé muy jovencita y siempre he cobrado más que los hombres. No tengo la necesidad de ser feminista. Aquí, en esta profesión, las mujeres siempre hemos sido respetadas y avanzadas. Por eso siempre se nos pide que defendamos a los demás, porque nosotros, como colectivo, siempre vamos un paso por delante y ayudamos a los demás, a los que no están en este mundo.
"Las mujeres no necesitan estudiar a los hombres, porque los adivinan", me dice usted que decía Santa Teresa de Jesús, ¡mi Santa!, a la que yo he interpretado. Ella tenía un rechazo total por los hombres, hasta el punto de enamorarse de Dios, porque le parecía la perfección absoluta. ¿Que qué he aprendido yo de los hombres, a mis años...? A mí es que me gustan mucho los hombres, lo siento. Me gustan físicamente... me gustan los seres humanos. Yo no discrimino. No tiene que haber un tanto por ciento de hombres ni otro de mujeres, sino hombres que sepan y mujeres que sepan. De los hombres, hija mía, es de lo único de lo que no se puede aconsejar. Bueno, una cosa: no se fíe usted de los celosos tremendos... un hombre que no le permita realizarse a usted misma como mujer, como persona, huya de él, porque seguramente será un maltratador.
Mire, yo leo muchísimo a Javier Marías, incluso me recorto sus artículos, me los grabo en el móvil para leerlos, y hablaba sobre esto. Cuando una mujer hoy en día dice que no se siente feminista ¡es atacada! Yo no tengo la necesidad de ser feminista. Defiendo a la mujer como me defiendo a mí misma y no tengo ninguna necesidad de reivindicarme como feminista. Eso lo explica muy bien Javier Marías, y si usted quiere, le leo el artículo, que lo tengo grabado en el móvil.
Una de mis películas preferidas es El hombre tranquilo, de John Ford... John Ford me parece uno de los grandes directores. Si tuviera yo que elegir, también diría Chaplin: Chaplin como creador, como políticamente significado. ¡La quimera del oro me sigue pareciendo una joya, y Tiempos modernos, bueno...! Pero si tuviera que decir un director, está claro que a partir de La diligencia, de John Ford, está todo. Y El hombre tranquilo, hoy día, es una película que no se podría poner, porque es un señor que arrastra y da patadas en el culo a una señora mientras los demás van persiguiendo ese momento en el que la devuelve al hermano.
No sé si habrá usted visto El hombre tranquilo, amiga mía. El pueblo ve como cosa bien hecha cómo él arrastra a su mujer por el suelo. Esa escena hoy en día no se podría hacer. Muchas de las películas que hemos hecho en los años sesenta y sobre todo en los años setenta españolas, hoy en día, no se podrían hacer, porque no lo permitiríamos las mujeres y no lo permitiríamos como feministas, como femeninas, ¡como mujeres en sí!, ¿entiende?, pero películas de estas que se están poniendo todos los días y yo digo "¡pero qué barbaridad!, ¡pero cómo se puede decir esto...!".
Usted me pregunta si una película maravillosa como es Las chicas de la Cruz Roja hoy sería considerada machista. ¡Ah...! Es una belleza de película, no es de las películas machistas que yo recuerde. No, para nada. Hay otras, hay otras. Yo hablo de las mías, para no meterme con nadie. Una película que hice con Pepe Sacristán, Mi mujer es muy decente, dentro de lo que cabe, es una película machista, absolutamente, y tuvo un éxito enorme. Y en aquel momento se consideró como una película incluso atrevida a su tiempo. Pues yo cuando la veo digo "esto es lo más machista que he hecho yo de todas las películas que he hecho en mi vida".
¿Que si una actriz tiene que hacer cualquier papel porque la ficción es ficción...? No, señora. Yo tengo una trayectoria profesional en la que se ve muy bien cómo he evolucionado, sobre todo como persona, a través de mis trabajos. Yo qué le digo a usted, que tiene 26 años... pero acuérdese: no se eche un novio celoso, porque terminará dándole un tortazo en cuanto pueda. Eso es así, ¿eh? Empiezan así. Desde niños. Yo he hecho lo que tenía que hacer en cada momento porque sabía lo que hacía en cada momento y correspondía con lo que yo, como persona, era en cada momento de mi vida. Estoy muy satisfecha de mí, como actriz y como persona. He evolucionado con arreglo a este país, por eso hoy me produce esta tristeza enorme lo que está pasando en Cataluña, porque a mí me gusta mi país desde que supimos dejar atrás la dictadura franquista, desde que supimos evolucionar con una democracia... ¡A mí me gusta España! Y me siento primero de Valladolid, y después, española.
Me cuenta usted que un amigo suyo, de Valladolid, dice que tendrían que ponerle mi nombre al aeropuerto... No, hombre, no. Dígale que ya tengo una calle, tengo un teatro y me acaban de dar la Medalla de Oro de Valladolid. ¿Villanubla, se llama el aeropuerto? ¿O era el de Salamanca? Hija, es que toda mi familia es militar. La única artista de la familia soy yo. Todos son militares, maestros, ingenieros... mi madre y yo somos las ovejas negras de la familia. Mi madre primero porque era maestra republicana y se casó con un militar franquista, ¡o sea que ya, el colmo...! Y yo porque me dio por bailar desde pequeña y en Valladolid no era bien visto eso. Ahora me adoran, ¿eh? Ahora mi familia de Valladolid me adora. Pero no sabe usted lo que fue para mí el día que yo llevé a mi madre al Hotel Conde Ansúrez de Valladolid para que todo el mundo la perdonara, ¡no sé qué le tenían que perdonar...! Pero para el besamanos. La llevé allí para el besamanos de toda la familia que la había tenido denostada. Así que figúrese.
Observa usted que nací el año en el que acabó la guerra. ¡El 39! Sí, sí. ¿Que cómo es ser artista en una dictadura...? Pues mire, yo viví en Valladolid sólo hasta los cuatro años porque mi padre era militar, estaba destinado en Farnesio, y usted sabe que los militares pueden solicitar cambio de destino. Mi padre pidió Marruecos, que es donde había hecho su carrera militar con Franco. Yo me he criado en Larache, sitio que adoro, porque allí aprendí la convivencia entre árabes, judíos y cristianos. A través de mi madre, esa convivencia fue perfecta. Perfecta. Por eso mi hermano y yo tenemos esta manera de ser. El señor que me llevaba a mí al colegio se llamaba Solimán, ¡y yo le he seguido hasta que ha muerto...! El famoso Solimán, con su chilaba de rayas. Era maravilloso. Y luego vine a vivir a Madrid en el año 50 porque destinaron a mi padre, que estaba siempre donde estaba la caballería de Franco.
A mi padre no le gustó que fuese artista, no. Prefería que fuese bailarina de ballet clásico. Mis padres se disgustaban mucho, ¡pero se querían tanto, hija...! Yo es que he vivido la pasión a través de mi padre y de mi madre. Se amaban. Se amaban y no se hacían preguntas. Cuando surgía entre ellos algún problema político, decían "vamos a callarnos". El momento más bonito de mi vida fue cuando se pudo votar en España. Fuimos a votar. Mi madre lloraba, iba del brazo de mi padre. Y yo llevaba ya en el cochecito a mi hijo Paco, que acababa de nacer, y a Manuel de la mano. Ésa es la foto más bonita de mi vida.
Me recuerda usted que Alfredo Landa escribió en su biografía que "Concha era muy buena chica pero luego se juntó con el rojerío". Bueno, es una cosa que no debió hacer nunca Alfredo Landa y que yo procuraré no hacerla. Alfredo era maravilloso, es el actor con el que más películas he hecho, ¿de pareja?, con Alfredo Landa, pero sí es verdad que estuvimos unos años sin hablarnos precisamente por eso. Porque cada uno es como es, y él no tenía que meterse en la vida privada de los demás, como yo no lo haré nunca. Eso fue un error... eso de "no sabía lo que hacía", no. Yo creo que sí lo sabía, pero se dejó llevar por alguien por ese camino. Y a mí es muy difícil que alguien me conduzca por un camino que no es el que yo quiero, ¿sabe? Ya se habrá dado cuenta por las preguntas que me hace usted. Es muy difícil llevarme.
Yo estuve sin hablarme con Alfredo. Me reconcilié con él cuando vi que estaba mal. Hicimos una última película que se llamaba El oro de Moscú, donde nos reconciliamos. He estado AÑOS sin hablarme con Alfredo Landa. Por esto. Él no es nadie para juzgar. Le voy a decir una cosa: lo que quiere la gente a las personas se demuestra el día en que fallecen. Por ejemplo, Tony Leblanc era un ser maravilloso al que yo debo todo lo que soy y jamás escribió sobre nadie nada que pudiera molestar. El día que murió Alfredo había cuatro personas. ¿Y yo, sabe lo que quiero? Que mi entierro sea como la boda de Lolita en Málaga. Que tengan que decir mis hijos, y esto es una broma, "si me queréi, irse". Llenar, siempre llenar. Que la gente me quiera, y que me quiera como soy. Y no tener la necesidad de escribir nada en contra de los demás. Hablar mal de los demás pasa factura siempre.
Me pregunta usted que cómo se consigue que me quiera todo el mundo en un país tan polarizado como España, acostumbrado a encumbrar ídolos y también a pisotearlos. Pues por esto que le digo, por la sinceridad. Todo el mundo sabe de dónde procedo, cómo he empezado, cómo se ha desarrollado mi carrera, y procuro no hablar mal de la gente. No sólo de mis compañeros. Le digo lo de Alfredo porque hemos estado sin hablarnos muchos años. Hay películas que yo no he hecho, incluso estando mal de dinero, porque las hacía Alfredo, pero nunca dije que era por eso. Y luego cuando nos reconciliamos en El oro de Moscú, nos abrazamos y Alfredo dijo: "Qué pena haber estado así tantos años...". Yo no es que descubriera a Alfredo Landa, pero Alfredo estaba trabajando en un teatro haciendo doblaje y acababa de hacer Atraco a las tres, que fue su primera película... y la película que le dio la fama fue La verbena de la Paloma, ¡en la que yo le recomendé! Y gracias a la que se hizo un actor internacional. He trabajado con él en teatro produciendo yo las obras. He hecho 18 películas con él. Entonces no había necesidad de hacer eso. Ninguna necesidad.
Oiga, claro que sigo siendo socialista. Es mi ideología. Mire, ¿cómo decía el Marqués de Bradomín, "feo, católico y sentimental"? Yo soy guapa, socialista y española. Tendría que añadir una más: católica practicante, sí, querida. Me dice usted que ha leído que me sigo persignando antes de entrar a una actuación, y es verdad que una vez dije que eso era la rebeldía ahora. Rezo todas las noches un Padrenuestro. Cuando viene mi nieto, por supuesto, lo reza conmigo, porque mi madre me enseñó a dar gracias a Dios, no a pedir. A Dios no se le pide. A Dios se le da las gracias. Yo he tenido una madre maravillosa. ¡Si yo le explicara la existencia de Dios a través de mi madre...! Tendría que dar una conferencia. Lo conté en esta obra que hice en La Latina, Yo lo que quiero es bailar. Contaba cómo era mi madre y lo que he aprendido de ella.
¿Que si me parezco más a mi madre que a mi padre? Yo tengo de los dos. Yo tengo el amor que sentían por su familia, por sus hijos, por ellos mismos, y el respeto que tenían a sus ideas. ¡Es que ellos se amaban! Por eso yo no entiendo este momento en el que vivimos, con lo que le ha costado a España llegar a donde estamos... Pues, como le decía, claro que sigo siendo socialista, aunque usted diga que hay gente que cambia de espectro político con los años. Lo que no quiere decir es que yo en este momento haga campaña, no, por nadie. Yo hace ya cuatro años, cuando salí de la UCI después de estar en coma durante una semana... yo decidí en ese momento que jamás iba a hacer campaña por nadie, ni a participar en ningún acto político, ni a opinar sobre política, cosa sobre la que hoy me siento más obligada por todos estos acontecimientos.
Tomé esa decisión porque me paseaba por los pasillos con una bombona aquí, otra aquí, otra aquí... y me paseaba con gente que opinaba de manera distinta que yo, y al día siguiente esa persona ya no estaba, o esa madre ya no estaba, o ese niño ya no estaba. Y me di cuenta de que a veces las personas populares opinamos demasiado. Creo que tengo derecho a tener mis ideas, pero yo me di cuenta en ese momento de que no debía exteriorizarlas, porque había mucha gente que pensaba de otra manera y que estaba muy dolorida por lo que estaba pasando en el país. Me refiero a hace exactamente cuatro años.
Me pregunta usted que si creo que con una coalición de izquierdas no habríamos llegado a esto con Cataluña. Pues mire, no quiero hablar de eso. Esa situación a la que se ha llegado en Barcelona se debe únicamente a una sinrazón de una cosa en la que se tenía razón. Me mira usted raro. Sí, claro. Me refiero a que no se podía hacer un referéndum, que era algo ilegal, se ha hecho y no había que haber entrado... no se tenía que haber hecho por parte de los políticos nada de lo que se ha hecho, ¡hay que hablar! ¿No se llaman políticos? Y aún estamos a tiempo de arreglarlo. Que hablen. El mal está hecho y eso va a ser difícil reconstruirlo, pero que no vaya a más.
Ya sé que esta semana Álex Rigola, director artístico de los teatros del Canal, ha dimitido por "la brutal violencia" del 1-O. Ya lo sé, ya. ¿Que cómo creo que tenemos que participar los artistas de la política? Pues cada uno como le diga su conciencia, ¡incluido Piqué! A Piqué su conciencia le ha pedido decir eso. ¡Pues vamos a respetarle! A mí me han educado en el respeto. Se meten con muchos... y supongo que después de lo que diga yo con usted, se meterán conmigo. Al que he visto esta mañana y me ha gustado mucho, ha sido a Nadal. Decía lo mismo que te estoy diciendo yo: que está muy triste, que esto hay que arreglarlo y que él se siente español. Y yo me siento española por encima de todo.
Me pide usted que me quede con tres recuerdos que hayan marcado mi trayectoria y mi vida. Mi recuerdo más importante es cuando yo sustituí a Nati Mistral en el Teatro Eslava. Gracias a Tony Leblanc yo pasé de cobrar sesenta pesetas diarias a cobrar 3.500 y me puso delante de él en los títulos de crédito, lo mismo que a Nati Mistral. Cómo me temblaban las piernas ese día, que yo me veía en la sombra, y lo que supuso para mí ver a mi madre en el palco. Segunda cosa. Cuando estrené Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?, que le dio a mi madre un infarto. Fue un éxito tan grande. Me aplaudían todos los mutis y todo lo que hacía... tanto que cuando acabó la función yo le pregunté a Adolfo Marsillach: "¿Dónde está mi madre?". Y la habían hospitalizado. ¡Porque yo bailé Francisco Alegre, que era la canción que yo hacía en Larache, en la catequesis, en el colegio...! Y claro, yo lo hice para darla una sorpresa y cuando ella me vio salir tocando las castañuelas, cantando Francisco Alegre, le produjo un infarto.
Y luego, el tercer momento tremendo fue cuando yo estaba haciendo un programa en televisión que se llamaba Viva el espectáculo y tenía que hacer un número musical que se llamaba Un día en la vida de Concha, y mi madre estaba hospitalizada, y la fui a ver, y la dije "¿estás bien, mamá? No voy a venir esta noche, porque tengo que grabar Un día en la vida de Concha". Y murió. Nada más salir yo de allí. Y me dijo Navarrete: "¿Quieres que suspendamos la grabación?". Y le dije "No. Vamos a hacerla".
Grabé el número musical y cuando volví al hospital, le subí la cremallera verde. ¡He subido tantas cremalleras verdes...! Sí. Me ha tocado. ¿Usted ha subido alguna cremallera verde? Pues no sabe lo que es, gracias a Dios. Yo he subido muchas cremalleras verdes, incluida la de Paco Marsó cuando murió, porque me lo pidieron sus hijos, y, aunque nos habíamos divorciado, yo por mis hijos hago todo lo que haga falta. Comprenderá usted que yo soy hija y madre, y ese es el puente de mi vida. ¿Que si me arrepiento de algo? Ante Dios, sí. Ante usted, no.